Opinión Internacional

La Cumbre de las Américas sobrevivió al naufragio y navega en Cartagena

La Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de las Américas, proceso iniciado en Miami en 1994, constituye la reunión política más importante de la OEA y funciona como secretaría técnica del ejercicio trienal en el cual se discuten temas políticos compartidos, se afirman valores comunes, se acuerdan compromisos y acciones concertadas a nivel nacional y regional para resolver los desafíos que los países de la OEA enfrentan, y se adoptan decisiones y recomendaciones respecto de los objetivos que deben cumplir las organizaciones del Sistema Interamericano. La VI Cumbre se llevará a cabo en Cartagena los días 14 y 15 de abril de 2012, bajo el sugestivo lema de “Conectando las Américas: Socios para la Prosperidad”, para examinar temas como la integración física y la cooperación regional, como camino para alcanzar niveles de mayor desarrollo y superar los desafíos en materia de pobreza, desigualdad, seguridad ciudadana, desastres y el uso de las nuevas tecnologías.

La VI Cumbre, sin embargo, corrió el riesgo de “cubanizarse”, enturbiando las oportunidades de realizar un diálogo serio y fructífero sobre asuntos de interés y preocupación común, a raíz de la propuesta de los países de la Alianza Bolivariana (ALBA) de invitar a Cuba a dicho encuentro. Vale la pena recordar que Cuba no ha participado en dicho proceso, ya que no es miembro de la OEA desde 1962, a pesar de que en junio de 2009 los Ministros de Relaciones Exteriores acordaron dejar sin efecto la decisión de 1962 mediante la cual se le excluyó del Sistema Interamericano, y se acordó que su eventual reingreso debía ser el resultado “de un proceso de diálogo iniciado a solicitud del Gobierno de la República de Cuba y de conformidad con las prácticas, los propósitos y principios de la OEA.” Ese diálogo no solo no ha tenido lugar hasta la fecha, sino que además la Asamblea General de la Organización fue objeto de un vergonzoso desaire, cuando el gobierno cubano reaccionó a su adopción señalando que: «Cuba no ha pedido ni quiere regresar a la OEA, llena de una historia tenebrosa y entreguista, pero reconoce el valor político, el simbolismo y la rebeldía que entraña esta decisión impulsada por los gobiernos populares de América Latina.»

La “original” propuesta de Ecuador, orquestada por los países del ALBA y con la amenaza implícita de boicotear el encuentro de no ser aceptada, pretendía forzar la asistencia de Cuba a dicha reunión, renovando así el enfrentamiento entre quienes defienden los principios comunes de la OEA y aquellos empeñados en socavar sus fundamentos. En efecto, durante la inauguración de un reciente Consejo Político del ALBA, el canciller cubano reafirmó la intención de asistir a la Cumbre, en caso de ser invitada, aunque reiteró sin ambages que Cuba no regresará a la OEA ni le interesa tener relación alguna con ella. Por su parte, el presidente Correa llegó a decir que “no se puede llamar Cumbre de las Américas a algo donde no va Cuba” y que la reunión no tendría sentido si no se trataban “temas relevantes” como el de las Malvinas o el “bloqueo” a Cuba. Los argumentos esgrimidos para defender la participación de Cuba en la Cumbre de un Sistema Interamericano, al cual no pertenece ni quiere pertenecer, son ciertamente sorprendentes, y valdría la pena preguntarse si su eventual y antidemocrática presencia habría tenido alguna relevancia en un proceso del cual ha estado ausente por 18 años. Por supuesto, la propuesta estaba más bien dirigida a minar sus principios fundamentales, tal como se hizo anteriormente con el Grupo de Río, cuando se decidió acoger a Cuba en su seno, con lo cual se abrió la puerta para la creación de otra nueva instancia de coordinación, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), ignorando al Sistema Económico Latinoamericano (SELA).

El impasse creado por los miembros del ALBA puso a Colombia contra la pared, obligando a su canciller a viajar a Cuba para realizar consultas e incluso al propio presidente Santos a efectuar el primer viaje de un presidente colombiano en los últimos 12 años a La Habana para tratar de desenredar el entuerto, ambos al parecer con una propuesta que no podía complacer a ninguno de los dos extremos del conflicto: Cuba y los Estados Unidos. En efecto, todo indica que se habría asomado la propuesta de que Cuba participase como simple observador, con lo cual era prácticamente imposible complacerlos, ya que los EEUU no darían a torcer su brazo sobre una cuestión de principio como es el carácter no democrático del régimen de La Habana ni el presidente Obama arriesgaría el crucial voto latino en un año electoral sentándose en la misma mesa con Raúl, así como tampoco Cuba y su séquito del ALBA hubiesen aceptado que no se le tratase con la deferencia que según los Castro merece.

El reciente escarceo viene a poner de manifiesto de nuevo la tradicional pugna entre dos visiones contradictorias de lo que deberían ser los foros de coordinación intergubernamental en el continente: por un lado, la de una región integrada sólo por los países latinoamericanos y del Caribe, incluyendo a Cuba, reunidos en la flamante CELAC y movidos primordialmente por el deseo de excluir a los Estados Unidos y Canadá, los dos países más desarrollados del hemisferio; por el otro, la de una institucionalidad de concertación que agrupa a los países democráticos de hemisferio, dentro del respeto a un acervo jurídico e institucional ya centenario y con una clara comunidad de intereses y propósitos, entre los cuales tiene preeminencia la defensa de los valores y principios en los que se basan la libertad y la democracia. La situación pone asimismo en evidencia el permanente conflicto entre aquellos regímenes que defienden los principios fundamentales y la institucionalidad del Sistema Interamericano y los que intentan sustraerse de manera sistemática a su observancia, en nombre de una supuesta independencia y soberanía de sus pueblos.

Publicado originalmente en la Revista Venepolicy abril-junio 2112: http://diploos.com/venepolicy/item/1827-venepolicy-abril-junio-2012.html

 

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