Opinión Internacional

La democracia dictatorial

La CELAC -Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños- ha traicionado a la democracia en la reciente Cumbre de La Habana, donde todos los mandatarios concurrentes decidieron apoyar al castro-chavismo. La primera frase de su Declaración Final es una reivindicación que, por arte de magia, convierte en democracias a Cuba, Venezuela y sus satélites del ALBA. Amparándose en el «pluralismo ideológico» de la política exterior de Velasco Alvarado, los presidentes de la región reconocieron «el derecho soberano de cada uno de nuestros pueblos para escoger su forma de organización política y económica». Una frase cínica con la que se ignora, por ejemplo, que hace más de medio siglo el pueblo cubano no ejerce su derecho a elegir y ser elegido.

Castro y Maduro han logrado que nuestros presidentes convaliden los excesos de cualquier autócrata que utilice el poder para coartar «el derecho soberano» del pueblo a la libertad, a la democracia y al Estado de Derecho. Invocando la unidad regional, arrancaron una Declaración que condona atrocidades como las que ocurren en las calles de Venezuela, donde los paramilitares del gobierno tienen licencia para silenciar a balazos la protesta de los venezolanos, que son los verdaderos titulares de la soberanía nacional. Es un pueblo que se levanta para protestar por las tropelías del «gobierno de calle», esa invención extravagante del demagogo populista que ejerce la presidencia gracias a un sistema electoral fraudulento y al asesoramiento de la inteligencia cubana. A los venezolanos les sobran los motivos para protestar contra un gobierno que reprime las libertades, elimina a la prensa y los medios, multiplica la inseguridad ciudadana con el crimen oficial, empobrece al país, regala sus recursos al extranjero, envilece su moneda, dicta precios «justos», estrangula a productores y comerciantes, promueve el saqueo, expropia lo que quiere, tilda de fascistas a los manifestantes y encarcela a políticos opositores.

Las dictaduras creen haber logrado el objetivo de enterrar la Carta Democrática Interamericana, cuyo Artículo 2 establece que «El ejercicio efectivo de la democracia representativa es la base del Estado de Derecho y los regímenes constitucionales de los Estados Miembros de la Organización de los Estados Americanos». Es una obligación jurídica que, salvo Cuba, todos los países latinoamericanos y caribeños contrajeron solemnemente en Lima, el 11 de setiembre del 2001. Es extraordinario cómo el comunismo castrista ha instrumentado a la minoría antidemocrática del ALBA para crear un foro -la CELAC- que pretende decretar la defunción de un acuerdo interamericano de tanta importancia histórica y política.

Es un retroceso inédito y condenable que los gobiernos auténticamente democráticos de la región tienen la perentoria obligación de corregir, aclarando que su actuación en la CELAC no desconoce las obligaciones que les impone la Carta Democrática Interamericana. Una forma convincente de demostrarlo sería que condenen enérgicamente los abusos antidemocráticos del gobierno ilegítimo de Maduro.

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