Opinión Internacional

La desgoberna-bilidad

Los partidos políticos en Argentina son apenas fotocopias de organismos minados por el dengue, necrosados y percudidos por la falta de resolución histórica en torno a un sistema verdaderamente representativo.

Me atrevería a decir que en esta nación nunca existieron partidos políticos: esto es, organizaciones intermedias en las cuales el pueblo delega la necesidad no solo de representación de una ecuación de intereses de identidad ideológica y sectorial determinadas, para que estas se conviertan en riñones que drenen los conflictos sociales que azuelan las sociedades en todo tiempo y todo lugar.

La argentina tuvo grandes individualidades históricas y no grandes partidos políticos. De ahí la congénita debilidad de un real orden republicano y la constante fragmentación de las organizaciones políticas a lo largo de toda la historia Argentina.

Más alla de las contribuciones de los pensadores a las formas que adquiriría con el tiempo la democracia moderna ( Locke, Rousseau y otros), la democracia parlamentaria no fue solo la resultante del siglo de las luces aunque la conformación definitiva de los partidos políticos más antiguos de Europa daten del siglo XVIII.

La decapitación de Carlos I de Inglaterra a manos de Oliver Cromwell. Y según algunos teóricos fueron los puritanos los que dieron origen a tal forma de lo que hoy todavía pretende llamarse democracia: he aquí las argumentaciones que esgrimen teóricos como César Vidal:

“los parlamentarios no estaban dispuestos a consentir aquella manifestación de despotismo y se alzaron en armas. No deja de ser significativo el programa de los rebeldes –en su mayoría puritanos porque contrasta con los de otras revoluciones y es muy similar al de los insurgentes de Norteamérica en el siglo XVIII.

No buscaban implantar una sociedad utópica sino que, por el contrario, pretendían que quedaran garantizados más allá de cualquier veleidad algunos derechos elementales como la libertad de conciencia y expresión, o la propiedad privada.

Sus aspiraciones podían parecer modestas, pero hicieron más por el avance de la democracia que cualquier otro movimiento”.

“A pesar de su mala prensa, -afirma Vidal_ los puritanos fueron artífices de la democracia moderna. Convencidos de que el ser humano tiende al mal, insistieron en la división de poderes para que unos pudieran controlar a otros y la acumulación no llevara a la tiranía.

Apostaron por garantizar derechos no utópicos, sino realistas a favor de la libertad individual, como el de propiedad privada, el de controlar las subidas de impuestos o el de libertad de conciencia. Su herencia quedaría cristalizada más tarde en la constitución norteamericana y en su sistema de “frenos y contrapesos”.

Si bién la monarquía conseguiría restablecer sus fueros, el parlamento tardaría poco en consolidarse firmemente y todo este proceso data como decíamos de 1599 a 1658.

Que lejos de la trágica Revolución Francesa que terminaría con el advenimiento de los napoleones y los repetidos intentos de instaurar una República – dos veces más.

Preferimos no hablar de España ni de Italia.

Desde esa aurora se consolidaron en Inglaterra tres partidos: el Conservador, el Laborista, y el Liberal – el más moderno.

Y ninguno más.

Quinientos años después de los orígenes del Parlamentarismo Inglés, la Argentina del siglo XXI continua sin encontrar las vías no solo jurídicas sino de facto, para poder consolidar un parlamento.

Y sin parlamento en el cual las minorías sean solo sombras la democracia se halla ausente: se trata de un gobierno al que los ingleses sabiamente llamaron el gobierno del partido del Rey.

En este caso del Gran Rey K. Un personaje surgido de la imaginación de Edgar Allan Poe y de su amada Berenice.

Y la Argentina se asemeja cada día más a un castillo parlante
(Bachelard) o al ideograma de “La Pavorosa Casa de los Usher”.

Quienes intentan rescatar la República, quienes continúan rasgándose las vestiduras en nombre de los humanismos fofos
y activando la desmemoria, para exorcizar los demonios de los gobiernos de facto, deberían recordar que estos solo fueron las leyes de “excepcionalidad” que una democracia viciada se dio a si misma, en un intento por hacer de la urnas garantías de equidad y justicia.

Obviamente tampoco recuerdan que muchísimos tribunos de esta ilusoria romanía ocuparon cargos durante esas dictaduras.

Y que lo que hoy llamamos partidos de la oposición por contraste con el partido de Gran Rey Narizotas, son solo fragmentos de esos partidos que – lo dijimos al principio- nunca lograron consolidarse durante 200 años de historia.

El divorcio de una sociedad civil esclerosada y al borde de la implosión social – con una violencia psicótica desbordada y una creciente marginalidad no solo económica sino moral- no adviene de la famosa palabra “exclusión”, pues esta no denota el concepto de-al margen de la ley sino de la anomia ética que sacude el Reyno de Trulala.

Ley no es signo de justicia: no sabremos nunca si Salomón hizo o no justicia. Pero tenemos la certeza de que “Bruno Díaz” sería más efectivo que Anibal Fernández para poner orden en esta ciudad Gótica donde los parlamentos son ineficaces.

El Dengue que cesó de existir durante más de tres décadas vino de manos de los pelucones de los lores del Partido del Rey.

Mientras tanto la bulla no deja oír . Y muchos “pueblos” señor Kirchner dejaron sus cenizas en las urnas. Atte Oscar Portela

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