Opinión Internacional

La Dimensión Perdida

El pasado 19 de Noviembre de 1999, George Bush realizó el primer y principal
discurso de la campaña presidencial del 2000 en materia de política
exterior. Ningún candidato republicano o demócrata lo había hecho antes. En este profundo y bien pensado discurso, el Gobernador Bush
parecía estar haciendo una importante distinción conceptual, la cual es frecuentemente omitida por los decisores públicos y el pueblo estadounidense. Esta
distinción es la diferencia entre «intereses nacionales» y «seguridad
nacional». Muchos temas están en el interés nacional de los Estados Unidos,
entre ellas el libre comercio, el respeto por los derechos humanos y
civiles, la protección ambiental, y especialmente la libertad, la
democracia y el capitalismo. Como resultado, los Estados Unidos deben apoyar
activamente estos objetivos aunque sin recurrir a la fuerza y con la respectiva
consideración y respeto por los inevitables conflictos entre ellos en casos
particulares.

Pero hay una razón porque los Estados Unidos fue a la guerra en 1917,
únicamente cuando nuestros barcos fueron hundidos por los submarinos
Alemanes y en 1941 solo cuando los Japoneses atacaron Pearl Harbor. La
fuerza militar debe usarse para defender la seguridad nacional de los
Estados Unidos o como parte de un esfuerzo internacional en el que estamos
de acuerdo, y no por otra razón. De otra forma la fuerza militar sería
devaluada, como ha sido recientemente, como un elemento estratégico en la
instrumentación de objetivos en políticas foráneas.

Dicho esto, desde los primeros días de la república, tanto la seguridad nacional como los intereses nacionales de los Estados Unidos han sido definidos
para cubrir el hemisferio occidental completamente y no sólo a los Estados
Unidos. Esto fue basado no sólo en consideraciones geográficas obvias (que
todavía son pertinentes, sin embargo con menos fuerza), pero también en la
idea de que las Américas son diferentes. Quitando las frecuentes y a
veces trágicas violaciones, hipocresías y retrocesos los países de las
Américas eran «fundados en libertad y dedicados a los principios que todos
los hombres son creados igualmente». Atrocidades en el hemisferio desde la
época de independencia han sido contadas en los cientos y miles, no en los
millones o decenas de millones. Las guerras internacionales son casi
totalmente obsoletas y las guerras civiles muy raras. Ideologías
totalitarias nunca han podido sembrarse de raíz (con la excepción de Cuba
bajo Castro). El fascismo, nazismo y comunismo no se inventaron aquí. Nadie
escapa del Nuevo Mundo al Viejo Mundo, millones han huido y continuado
huyendo en la dirección opuesta.

En su discurso, el gobernador Bush se refirió a América Latina: «Él [el
Presidente Estadounidense] debería promover un Hemisferio Occidental
totalmente democrático, unido por el libre comercio». Aparentemente él tiene
la intención de presentar un completo programa hemisférico sobre las
relaciones entre los Estados Unidos y América Latina en un discurso el año
entrante. Ninguno de los otros candidatos, ha dedicado suficiente atención
al tema de política extranjera con relación al hemisferio. Concediendo que
la reciente atención ha sido, como es normal, atribuida a crisis
inmediatas en variadas esquinas oscuras del mundo, como Kosovo, Chechenia y
Timor Oriental (todos ejemplos primordiales de la diferencia entre intereses
nacionales y seguridad nacional). Otorgando también que hay muchas razones
por la satisfacción del desarrollo de América Latina y su relación con los
Estados Unidos. La Democracia y el libre mercado han barrido a América
Latina en los últimos años, resultando en un período caracterizado por
recuperación macro económica, un gran incremento de inversión en plantas y
tecnología, grandes y amplios flujos de comercio y grandes progresos en la
formación de mecanismos integradores, como Nafta y Mercosur pero no limitado
a estos últimos.

No obstante, mientras todavía es posible permanecer optimista con relación a
tendencias de largo plazo, mayores eventos recientes apuntan cada vez mas
hacía grandes y crecientes retos para los mismos países, como también a las
relaciones intra-hemisféricas. Serias fallas se han convertido en evidentes
dentro de las instituciones democráticas de diferentes países, llevando
actuales o potenciales amenazas contra la democracia, como es el caso de
Paraguay, Ecuador, Perú y Venezuela. Problemas sociales, corrupción y
criminalidad están aparentemente incrementando. Los votantes parecen estar
muchas veces desilusionados por los rigores de la liberalización/medidas de
austeridad, despectivamente referida como «neo-liberalismo» o «el consenso
de Washington». La falta de autoridad para negociaciones comerciales por la
vía rápida ha atascado el progreso hacia el Area de Libre Comercio de las
Américas (ALCA) y dentro de Mercosur las deteriorantes relaciones entre sus
miembros han causado preocupación.

De esa manera circunstancias han emergido que requieren un cuidadoso
análisis y una respuesta política en ciertas áreas como forma de fortificar
las instituciones interamericanas, volver a pensar el proceso de
certificación de la droga, paridad con NAFTA para los países del Caribe,
coordinación financiera y monetaria para tratar de prevenir repeticiones de
las crisis de 1994/95 en México y 1999 en Brasil, y las amenazas emergentes
a la democracia en varios países. Recientemente se ha prestado atención a
la verdaderamente desastrosa situación en Colombia, con las guerrillas,
fuerzas paramilitares y traficantes de droga todos desafiando la legitimidad
y autoridad del estado, pero cuidado debe tomarse de no solo mirar los casos
aislados y merecedores de únicamente una respuesta táctica, como es
desafortunadamente muy común en la formulación de la política exterior
Estadounidense.

En su reciente discurso «América y el Amanecer de un Nuevo Siglo» Walter
McDougall, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de
Pennsylvania, enumera los requerimientos para una fuerte entrada de los
Estados Unidos al siglo 21. Conjuntamente con una economía fuerte, un
robusto ejercito con superioridad en tecnología, un fuerte liderazgo presidencial, McDougall enumera lo siguiente (sus palabras son
interesantes): «Finalmente –y esto puede sorprenderle a usted—los Estados
Unidos debe empuñar el valor de una fuerte Institución Pan-Americana…..

porque el más predecible y directo reto es susceptible a la invasión de los
Estados Unidos por inmigrantes ilegales y drogas en nuestra frontera del
Sur, o por el prospecto de un conflicto civil desgarrando a Colombia,
México, y las tierras en el medio, haciéndose pedazos». Debemos poner
nuevamente al hemisferio en el centro, no en la periferia, de las
preocupaciones de nuestra política exterior.

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