Opinión Internacional

La esclavitud y el tráfico de seres humanos no han desaparecido

«Me metí en un puticlub, estuve trabajando un año, en tres meses pagué la deuda y luego no quería seguir trabajando, pero me estaba amenazando, quería que siga trabajando con el cincuenta por ciento para él. Las amenazas eran que me va matar, a hacerme cualquier cosa, si no sigo trabajando para él». Este testimonio de una colombiana, difundido por el canal internacional de la TV española el pasado 27 de mayo, apenas ilustra uno de los 700.000 casos de mujeres que cada año son víctimas de trata de seres humanos con fines de explotación sexual.

El trabajo forzoso, la esclavitud y el tráfico criminal de seres humanos – especialmente de mujeres y niños- están creciendo con la mundialización, adoptando nuevas e insidiosas formas, señala la Organización Internacional del Trabajo, OIT, en el estudio «Alto al Trabajo Forzado».

Por diversos motivos, muchas mujeres se ven obligadas a recurrir a la prostitución como medio de supervivencia o fuente de obtención de ingresos. Algunas lo hacen voluntariamente, pero otras caen en las redes que reclutan, transportan y venden mujeres y niños/as fuera de las fronteras nacionales. Estas redes, generalmente, engañan a sus víctimas «con promesas falsas de empleos legales en restaurantes, bares, clubes nocturnos, factorías, plantaciones y casas privadas, pero una vez que están aislados pueden tener una libertad muy reducida. Se les quita los pasaportes o documentos de viaje, se restringen sus movimientos y se retienen sus salarios hasta que hayan reembolsado la deuda del transporte, cuyo valor queda a criterio del traficante. Como los traficantes pueden revender las deudas de las mujeres a otros traficantes o empleadores, sus víctimas pueden quedar atrapadas en un ciclo infernal de perpetua servidumbre por deudas. Además, para evitar que los trabajadores se vayan, se suele recurrir a matones que los vigilan así como al empleo de la violencia, con amenazas y retención de documentos», asegura el informe de la OIT.

Multimillonario negocio

El mercado del sexo, según el semanario francés Le Nouvel Observateur (#1854, mayo 2000) mueve siete mil millones de dólares al año, y ocupa el tercer lugar en los negocios ilícitos transnacionales, luego de la venta de drogas y las armas. En países asiáticos como Tailandia, Filipinas, Indonesia y Malasia, supone un ingreso que fluctúa entre el 2 y el 14 por ciento del producto interior bruto. Las autoridades gubernamentales obtienen significativos ingresos de las zonas donde florece la prostitución: unos ilegales procedentes de sobornos y corruptelas y otros legales derivados de tasas e impuestos que imponen a hoteles, bares, restaurantes, cabaretes y clubes especiales.

El fenómeno no solo involucra a las mujeres que venden su cuerpo sino a una larga cadena de personas y empresas asociadas al mercado del sexo (propietarios de locales, agencias de turismo, proxenetas, personal de apoyo, etc.) que con frecuencia son las que se quedan con los mayores beneficios. Las redes de trata de personas obtienen enormes ganancias: una mujer asiática puede ser vendida hasta por 20.000 dólares en los mercados del sexo de Estados Unidos o Japón; en Alemania, una prostituta rusa puede llegar a ganar hasta 7.500 dólares por mes, de los cuales 7.000 quedan en manos de los dueños de los prostíbulos.

Como sucede en toda la economía capitalista, en el sector del sexo la demanda determina la oferta. Y esta última, lejos de disminuir va en ascenso. En los países desarrollados (Europa, Estados Unidos, Canadá, Japón) el turismo sexual se encuentra en pleno apogeo y los destinos preferidos son El Caribe, Brasil, y el sudeste asiático. Esta clase de turistas con fuerte poder adquisitivo, por lo general, prefieren a mujeres jóvenes e incluso niñas, lo que ha disparado, en los últimos años, la prostitución juvenil e infantil. La OIT señala que se debe distinguir claramente entre el tratamiento que se debe dar a la prostitución de los adultos y la prostitución infantil, que deber ser erradicada. Mientras en el primer caso, los adultos pueden escoger como ocupación el trabajo sexual, en el segundo, los niños/as son mucho más vulnerables y «están indefensos contra las estructuras montadas y los intereses implicados en el sector del sexo, por lo que es mucho más probable que sean víctimas del trabajo forzoso para redimir deudas, objeto de tráfico, violencia física o tortura».

Otras formas «modernas» de servidumbre constituyen los matrimonios de conveniencia en los que, la mayor parte de las veces, lo que buscan los «señores de Occidente» es una esclava sexual o simplemente una esclava doméstica que les soluciona sus problemas de soledad.

Trata y migraciones

El fenómeno de la trata de personas corre paralelo con el aumento de las migraciones transfronterizas y especialmente con la denominada feminización de las migraciones. Los puntos de partida suelen ser los países pobres, y especialmente las zonas rurales de los mismos, y los lugares de destino, por lo general, los centros urbanos de los países ricos: Amsterdam, Bruselas, Madrid, Londres, Nueva York, Roma, Sydney, Tokio. Pero el movimiento del tráfico de personas es muy complejo y variado. Las capitales de muchos «países en desarrollo y en transición» también son los núcleos de destino del tráfico, y países tan diferentes como Albania, Hungría, Nigeria y Tailandia pueden actuar a la vez como puntos de origen, de destino y de tránsito.

Desde el hundimiento de la Unión Soviética y el agudizamiento de los conflictos inter-étnicos de los Balcanes se ha registrado un vertiginoso tráfico de personas hacia Europa Occidental. La Organización Mundial de las Migraciones, OIM, calcula que entre 200.000 y 500.000 personas provenientes de Europa del Este y otros países se prostituyen en las ciudades europeas. En España, las prostitutas procedentes de Rusia o Ucrania cubren las demandas de los clientes ricos que las prefieren por su «exotismo y novedad en el mercado del sexo». Las mafias albanesas, que según la policía española controlan buena parte del tráfico de Europa del Este, utilizan métodos violentos y brutales para mantenerlas en sus redes. El temor a represalias impide que una mujer extranjera se presente a denunciar a la policía o un juez, aunque en este caso no sería expulsada del país.

Desde Africa y Latinoamérica (especialmente desde Brasil, Colombia y la República Dominicana) se ha producido también una trata extensa de jóvenes con destino al sector del sexo europeo, sobre todo en la década de los noventa. El caso colombiano, en el que la violencia y el agudizamiento del conflicto interno ha provocado una migración creciente, reviste particular atención. Según la OIM, cada día 10 mujeres y niñas colombianas son objeto de trata; se calcula que 500.000 mujeres y niñas colombianas ya están fuera del país involucradas en el mercado del sexo. En España, la policía contabilizó en el año 2000, 12.804 prostitutas extranjeras, de las cuales 4761 eran colombianas, seguidas por 1.888 brasileñas y 1.099 dominicanas, según el diario el País (4-3-2001). En Suiza, las autoridades han calculado que en el mercado del sexo, hay 3675 mujeres provenientes de la República Dominicana y 2004 del Brasil.

Los Estados Unidos de América tampoco están ajenos a este problema. En el informe «Alto al Trabajo Forzoso» de la OIT se menciona que cada año 50.000 mujeres son víctimas de la trata de personas, abarcando a 20 estados, pero principalmente a California, Florida y Nueva York. Los países de procedencia de las mujeres son China, República Checa, México, Federación Rusa, Tailandia, Ucrania, Vietnam, Brasil, Honduras, República de Corea, Letonia, Malasia, Filipinas y Polonia. El objeto primario de la trata de mujeres es el sector del sexo, aunque también pueden prestar servicios en hoteles, practicar la venta ambulante en metros y autobuses, trabajar en talleres clandestinos y pedir limosnas en las calles.

Posibles causas

Entre otros factores que están en el origen de la trata de personas, el documento de la OIT, menciona a la pobreza y al endeudamiento; al analfabetismo y al escaso nivel de educación, que dificultan un empleo decente; la discriminación por motivos de género en el mercado de trabajo. Las causas del incremento de la trata de personas son complejas y aún no han sido suficientemente investigadas, sin embargo algunos informes de organismos de la ONU apuntan que la crisis económica asiática de 1997 y el gran desempleo que ésta provocó empujó a millones de hombres y mujeres a buscar trabajo en otros lugares del mundo. «Los movimientos de gentes que buscan trabajo a través de las fronteras constituyen un terreno absoluto para las actividades ilegales, entre ellas, la trata de personas; y un factor que no conviene olvidar es la elevada rentabilidad de la trata de personas, junto a la escasa probabilidad de ser detenido».

El documento advierte que la pobreza, el desempleo, los conflictos civiles, la represión política y la discriminación por motivos raciales o de género contribuyen a crear un ambiente propicio a la explotación de las personas vulnerables por parte de los traficantes.

«El aumento de la trata de personas ha sido con frecuencia relacionado con las políticas que siguen ciertos gobiernos para promover la exportación de mano de obra con vistas a un trabajo en el extranjero, aumentando así las remesas de los emigrantes y solucionando de paso los problemas del desempleo interno». El informe de la OIT concluye instando a los gobiernos y a los interlocutores sociales de todos los países a «profundizar en el estudio y a redoblar esfuerzos para eliminar esta terrible plaga contra la libertad humana».

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