Opinión Internacional

La explosión boliviana

Bolivia es el corazón de Sudamérica. Sus ataques cardíacos suelen afectar al resto del continente. El último de ellos puede ir afectando a la larga a varios regímenes de la región.

La caída de Gonzalo Sánchez de Lozada es un hecho muy significativo. Bolivia, que tiene más golpes que sus 178 años de vida republicana, es un país en donde muchas rebeliones populares han depuesto dictaduras (como pasó en 1946, 1952, 1978, 1979 y 1982). El 17 de octubre del 2003 se produjo el inusual caso que una de éstas tumbó a un gobierno constitucional a un año de haber estado en el poder.

Sánchez, además, es el arquitecto del modelo económico monetarista que rige desde hace 18 años. En Agosto 1985 él fue el ministro de economía de Víctor Paz Estenssoro y como tal se encargó de desmantelar todo el sistema estatista y proteccionista que este mismo presidente había hecho cuando llegó por primera a dicho cargo exactamente un tercio de siglo antes.

En Abril 1952 Paz Estenssoro tomó el poder montado sobre la revolución social sudamericana más radical. Entonces la Central Obrera Boliviana actuaba con un estado paralelo con sus propias milicias y el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) dio el voto a los iletrados, nacionalizó la minería e hizo una reforma agraria.

Si en 1952 el MNR implementó un programa que ha estado a la izquierda de lo que Velazco, Perón, Allende o el PRI mejicano llegaron a hacer, en 1985 el propio MNR se pasó al otro extremo queriendo emular el sistema económico chileno. Un país donde 2/3 de su economía estaban controlados por empresas estatales conoció una amplia liberalización y privatizaciones. Sánchez se presentaba como quien impuso un ejemplo de cómo parar una hiper-inflación y hacer crecer la economía atrayendo capitales extranjeros.

Inicialmente las capas medias y el campo vio con agrado la estabilización monetaria. Gracias a ello se logró derrotar a las huelgas y minimizar los sindicatos. Sin embargo, el país no se industrializó y la pobreza seguía. La oposición a la privatización del agua, a la erradicación forzosa de la coca y luego la cuestión del gas produjeron fuertes marchas y huelgas que fueron minando a los mandatarios.

Ahora los sindicatos se han revitalizado y adquirido mucho poder y están empujando el péndulo en dirección a ir revisando o desechando el liberalismo, y en pro de una mayor intervención del estado en la economía, en el reparto del ingreso y en el control de los recursos naturales. Para los defensores de las economías abiertas esto puede implicar un retroceso y que vayan creciendo las tendencias que han ido desarrollándose en Venezuela, Brasil y Argentina.

La presidencia ha recaído en manos del anterior vicepresidente Carlos Mesa. El ha sido recibido con ciertas esperanzas por algunos sectores sociales que estuvieron en las protestas y él ha prometido algo otorgar un referendo sobre el gas y una nueva asamblea constituyente. Sin embargo, él llegó a su cargo habiendo apoyado la trayectoria de Sánchez y el MNR y avalando su programa.

El nuevo presidente va a administrar a un país levantisco sin tener una base social, un partido o una coalición de partidos tras él. Todo su gabinete está compuesto por Œtécnicos‚ e Œindependientes‚. En cierta manera se trata de una MESA SIN PATAS.

Por un lado Mesa debe tratar de congraciarse con las élites tradicionales y los EEUU. Por otra parte él está a merced de la poderosa presión de las juntas vecinales, sindicatos y organizaciones campesinas que se sienten envalentonadas y con poder capaz de jaquearle y echarle.

Él es un prisionero de ambos extremos. El querer gobernar por encima de los partidos muestra su carácter de malabarista. Si se asienta en una coalición partidaria puede acabar sufriendo el desgaste de sus componentes y de las constantes pugnas entre sus componentes. Si no trata de co-gobernar o concertar con el Movimiento Al Socialismo de Evo Morales (principal fuerza opositora en el parlamento) , la Central Obrera Boliviana o la Confederación Campesina, puede acabar siendo socavado por éstas. Mas, si no muestra mucha independencia frente a éstos puede perder el sostén del Œestablishment‚.

Bolivia vive un periodo de tregua social que no se sabe cuantos meses durará. Lo cierto es que el volcán altiplánico va a volver a estallar. Los sindicatos en este país tienden a transformarse en un estado paralelo cuando conquistan muchas demandas. Los partidarios del modelo económico imperante se verán obligados a hacer concesiones. Dentro de las nuevas organizaciones de protesta habrá el debate si deben integrarse a un gobierno constitucional o cooperar con él a fin de producir reformas, o de quienes planteen que eso es distraccionismo y que se impone una nueva revolución que les lleve al poder.

Tal crisis seguirá conmoviendo al resto de Latino América.

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