Opinión Internacional

La geopolítica castrista y Michelle Bachelet

Una vez más Fidel Castro hizo uso de sus métodos de jefe de mafia. Al igual que “El Padrino” convocó a su guarida a la jefe del Estado chileno, interrumpiendo un acto de homenaje a Salvador Allende organizado por la colonia chilena en La Habana; acto que formaba parte del programa oficial que debía cumplir la mandataria en la isla. Sin embargo, ésta acudió solícita, sin ni siquiera guardar la serenidad a la que la obliga su cargo, pues según el escritor chileno Roberto Ampuero, en una segunda carta pública dirigida a la presidenta chilena a propósito de su viaje ala isla, manifiesta haber sentido “vergüenza ajena” al verla salir “trotando emocionada, olvidando el homenaje a Salvador Allende” y a la colonia chilena allí reunida. Y Agrega: “Nunca imaginé que iba a ver a un Mandatario chileno corriendo enfervorizado y agitado para ver a un dictador.”
Realizar el deseo de ser recibida personalmente por el dictador cubano, – que parece haber sido el verdadero móvil de su viaje a Cuba – pesaba más que observar la compostura requerida. El Primer Secretario del Partido comunista de Cuba, cargo que Fidel Castro sigue ostentando, y que rige el destino del país según la Constitución cubana – no esperó a que la presidente chilena abandonara la isla para dispararle, como en los mejores momentos de las sagas cinematográficas, cuando “El Padrino” se venga de algún asociado ocasional, miembro de otro grupo mafioso, o de un futuro rival o traidor.

La reflexión que hizo pública Fidel Castro, cuando aún no había terminado la visita oficial de Michelle Bachelet, aparte de la bofetada que significa para las instituciones del Estado chileno que pese a todo, representa la Presidenta del país, y entre ellas principalmente las Fuerzas Armadas, al aludir a la “oligarquía chilena que le arrebató a Bolivia, en la guerra de 1879, la costa marítima” y la “humillación histórica” que ello le ocasionó, ante lo cual reaccionó la opinión pública chilena, no fue en realidad el argumento de mayor impacto, pese a no haber suscitado mayores comentarios.

El aspecto hacia el cual el dictador cubano dirigió el fuego y el más susceptible de levantar cizañas y ello forma parte de la visión geoestratégica que lo anima y está dirigido a la opinión pública boliviana, y en particular a los sectores indígenas, es el más preocupante, pues sitúa el litigio, no en la justa reivindicación de la salida al mar a Bolivia – que por cierto la tiene, gracias a acuerdos suscritos con anterioridad, en particular entre el general Bánzer y el general Pinochet, salvo que Bolivia no puede hacer ondear su bandera en ese territorio; (y se debe recordar que la razón por la cual Evo Morales derrocó al Presidente Sánchez de Losada fue cuando éste decidió exportar el gas, precisamente a través del corredor que Chile le ha autorizado a ese efecto, lo cual Evo Morales lo consideró como una traición) – sino al aludir a las riquezas contenidas en el territorio en litigio, “la mayor reserva del mundo” de cobre de las cuales “privaron” a habitantes de “origen auténticamente (sic) americano, sobre todo aimaras y quechuas”. (Frase taimada que deja entrever que esas riquezas no pertenecerían a los bolivianos que no sean quechuas o aimaras, léase, de origen “no auténticamente americanos”). “Reservas explotadas durante 130 años, cuya producción se eleva a 5 millones 364 mil anuales y aporta a la economía chilena alrededor de 18 mil 452 millones de dólares anuales”. Queda en evidencia de que Bolivia no debe contentarse con recuperar la soberanía de su salida al mar, sino que debe exigir que Chile le revierta los ingresos de 130 años de explotación del cobre, la principal riqueza de Chile. De manera taimada, le echa agua al molino del nacionalismo boliviano, siempre alerta en lo que se refiere a Chile y de paso incita a la guerra civil entre bolivianos, al no ser todos “ de origen auténticamente americano”. Un motivo de guerra ideal contra la “oligarquía” chilena, léase, las corrientes democráticas, más que justificado para los seguidores del “movimiento revolucionario bolivariano”.

Ese mismo argumento de recuperar los territorios ocupados por Chile es el caballo de batalla de Ollanta Umala, el ex teniente coronel peruano que casi gana las elecciones en la última contienda electoral, y se prepara para la próxima, que pronto está por darse y con fuertes probabilidades de salir victorioso esta vez.

Como buen escenógrafo, Fidel Castro no deja nada al azar, hace hincapié en que Michelle Bachelet “en nombre de su pueblo” depositó una ofrenda floral ante el monumento a José Martí, el cual dijo hace 115 años de Bolívar: “Lo que él no dejó hecho, sin hacer está hoy; porque Bolívar tiene que hacer en América todavía”. “Bolívar despierta de nuevo en la acción revolucionaria de Chávez”. La lógica de esa aparente asociación libre de pensamientos, se debe traducir como que la ofrenda floral a Martí, compromete al pueblo chileno a hacer “vencer definitivamente el ideal del socialismo” en Chile, por el cual murió Salvador Allende. Pero antes, afirmó de que tiene “la seguridad de que en Venezuela la Revolución obtendrá la victoria”. (Por cierto que, siguiendo su costumbre de instrumentalizar la historia, le atribuye la muerte de Allende al bombardeo del Palacio de La Moneda, cuando no ignora que Allende se suicidó con un arma que, precisamente, Fidel Castro le había ofrecido).

Como el reino de “El Padrino” cubano se ha proyectado en un tiempo casi infinito, pasan las generaciones y la memoria se borra, los acontecimientos se diluyen. Sin embargo, Michelle Bachelet ya era adulta y vivió directamente la historia. ¿Cómo es posible que haya olvidado a “Tati” Allende, la hija predilecta de Salvador Allende, y a la hermana de Allende, la senadora Laura Allende? Ambas se suicidaron en Cuba, seguramente tras darse cuenta de que Allende y su gobierno habían sido tan víctimas de las manipulaciones de Fidel Castro, como de las de Richard Nixon.

Opiniones contrarias al viaje de Michelle Bachelet, provenientes de sectores diversos, se expresaron en Chile tratando de disuadirla, pero privó su fascinación por el dictador cubano Tal vez sienta algún arrepentimiento, aunque ya en otra ocasión demostró cierta ligereza no muy acorde con la de un jefe de Estado y más aún tratándose de una mujer. Recuerdo una serie de fotografías de una escena sucedida en la IV cumbre de la Unión Europea y de los países de América Latina y del Caribe, en mayo 2006 en Viena, en la que se le veía, creo recordar, vistiendo un vistoso traje de satén rojo, detrás de ella Hugo Chávez, las manos sobre los hombros de ella, en una actitud de suma intimidad, susurrándole algo al oído; ella estallaba en carcajadas. Al lado, se encontraba Angela Merkel, vistiendo un traje negro de pantalón y chaqueta, inmutable, mirando de frente, como si se cuidara de hacer el menor gesto que pudiera demostrar alguna señal de complicidad con la escena que se desarropa a su lado. Para la siguiente cumbre celebrada en Lima, Angela Merkel tuvo el cuidado de declarar, que Hugo Chávez no “podía hablar en nombre de toda América Latina”, seguramente para evitar por anticipado cualquier gesto de familiaridad del caudillo llanero hacia ella. La respuesta del venezolano, haciendo gala de su habitual grosería, fue tratar a la Canciller alemana de “nazi”.

También es sabido, que Michelle Bachelet luchó hasta dónde le fue posible apoyar la candidatura de Venezuela al consejo de seguridad de la ONU en 2006. Su actitud estuvo a punto de romper la Concertación, el pacto interno que gobierna a Chile desde que se inauguró el periodo post Pinochet.

Fidel Castro le ha dado una estocada fatal, no sólo a Michelle Bachelet, para él una simple ingenua que él ha usado como detonador y como servilleta desechable, sino a la Concertación, pues se ha encargado de sembrar la cizaña entre las corrientes que la integran. En la dinámica de enfrentamiento que es la suya, le conviene que en Chile se imponga una corriente de derecha, nacionalista a ultranza, que se enfrente a las tendencias bolivianas de “origen auténticamente americano, aimaras y quechuas”, que tomarán a la letra las palabras del cubano, y entrarán en una dinámica de exigir los 130 años de ingresos dejado por la explotación del cobre, principal riqueza chilena. Para ello cuenta con Hugo Chávez : “el único líder capaz de completar lo que Bolívar dejó por hacer, porque: “ Si el nuevo líder, que conduce a su combativo pueblo no lograra el objetivo, es difícil que algún otro líder pudiera alcanzarlo”.

Como tanto Fidel Castro como Hugo Chávez sufren de una relación patológica con la historia, la oposición venezolana debería tener en cuenta, a efecto de una acción que debería proyectarse en el largo plazo y no sólo en las agendas inmediatas que Chávez le traza, algunas fechas claves, cuyos bicentenarios Hugo Chávez no le queda la menor duda, va a celebrarlos por lo alto y en el poder : 1824, la Batalla de Ayacucho, 1830, la muerte de Bolívar.

* Especializada en etnopsicoanálisis e historia, consejera editorial de webarticulista.net,
autora de «Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia» (1982).

– Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA

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