Opinión Internacional

La ineludible tercera vía

Resulta oportuno, en las circunstancias que atraviesa Bolivia, rememorar el surgimiento de la ‘Socialdemocracia’ a partir de la flexibilización del socialismo, que en su esencia conservaba la participación del Estado en el desarrollo de la economía, aunque ya no de manera ortodoxa. La utilización de los ingresos fiscales para la creación y fomento del empleo, a más de un gran incremento en el ‘gasto público’, no resolvió este agobiante problema, como tampoco el de inseguridad, exclusión social y déficit público.

Este fracaso ocasionó que en la década de los ochenta y los noventa, este sistema fuese desechado por una gran cantidad de países. Pretendiendo evitar, una vez más, el desmoronamiento del socialismo, varios ideólogos, entre ellos Anthony Giddens, brazo derecho de Tony Blair, decidieron reformular los principios que regían su alcance y presentaron como alternativa de renovación para la moderna democracia social: la‘ Tercera Vía’.

En contraposición a esta ideología, bajo los principios básicos de la economía clásica, surgió el ‘neoliberalismo’, una doctrina económica y política que defendía el ‘libre mercado’, la privatización de las empresas públicas, la reducción del gasto público y la austeridad. El ‘neoliberalismo’ se impuso en un gran número de países con resultados diversos. Bolivia fue uno de ellos, ya que a partir de 1985, buscando frenar el proceso inflacionario heredado del gobierno izquierdista de la UDP, asumió el liberalismo.

En aquella época se aseguraba que veinte años serían suficientes para lograr una cualitativa mejoraría en el nivel de vida de los bolivianos. Los resultados evidenciaron que, luego de este tiempo, sólo se logró estabilidad macroeconómica y mejoras en el producto interno bruto (PIB), llegando la pobreza al extremo de motivar descomposición social y desencadenar protestas violentas como las de octubre del 2003.

Actualmente Bolivia, aún sin rumbo, se debate entre los insignificantes cambios propuestos por algunos partidos de oposición o la aplicación de un modelo colectivista propiciado por el gobierno; un ensayo de socialismo basado en el fortalecimiento de formas de autoorganización y de desarrollo mercantil propiamente andino de corte indigenista; lejos, por supuesto, de los razonamientos formulados por la renovada ideología socialista.

Los bolivianos son conscientes que les ha llegado la hora de definir su destino. Exigen la inclusión como sinónimo de igualdad y el desarrollo de un sistema que extraiga su vitalidad de unir y adoptar las dos visiones de país, en el cual oriente y occidente compartan objetivos comunes y en conjunto respondan al reto de cambio que el país añora.

Por lo que se vislumbra, las propuestas presentadas en la Asamblea Constituyente no colman estas expectativas. Ello hace pensar que ineludiblemente deberá buscarse una nueva alternativa que interprete con mayor acierto las posibilidades de integrar a los bolivianos en la diversidad y en sus aspiraciones regionales. Una “Tercera Opción” que establezca un nuevo concepto de sociedad, que reasuma el aspecto social abandonado por la ortodoxia del ‘libre mercado’ y deseche, a su vez, la excluyente tesis gubernamental del Estado ‘socialista indigenista’.

Una ‘Tercera Vía’ libre del peso de ideologías obsoletas como una reevaluación seria de las dos grandes corrientes de pensamiento -el socialismo y el liberalismo-, cuyo divorcio durante este siglo contribuyó a debilitar la política de signo progresista a lo largo y ancho del mundo; ruptura, que bajo el influjo venezolano, hoy tiende a reeditarse en Bolivia.

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