Opinión Internacional

La jornada del 12 de febrero

El objetivo que perseguía el régimen era ocultar los sangrientos sucesos que en ese momento ocurrían en Caracas, al terminar la multitudinaria marcha estudiantil hasta la Fiscalía General de la República para reclamar la libertad de sus compañeros de la Universidad de los Andes, detenidos en Mérida y San Cristóbal, y enviados, también porque a alguien le dio la gana, a la cárcel de Coro. La marcha había discurrido pacíficamente, sin contratiempo alguno, y luego, dos horas después de saber que la Fiscalía no atendería su reclamo, se daba la actividad por terminada. Fue entonces, mientras se dispersaban tranquilamente, que tres o cuatro docenas de miembros de uno o varios colectivos del 23 de Enero hicieron su brusca aparición en el lugar de los hechos.

Buena cantidad de venezolanos, víctimas de la creciente hegemonía comunicacional del régimen, incluidos en este siniestro mecanismo antidemocrático el oportunismo y la autocensura de las televisoras privadas, habían podido seguir los sucesos del día en vivo y en directo gracias a NTN24, canal de noticias colombiano que se transmitía en Venezuela por la señal de las empresas cableoperadoras Directv y Movistar. Pues, bien, en ese momento final de la marcha, cuando nadie se lo esperaba, hicieron su aparición en las pantallas numerosas motocicletas de alto cilindraje y dos camionetas cargadas de activistas paramilitares, pertenecientes a los Tupamaros, Carapaicas y La Piedrita. Poco después comenzaron los disparos. ¿Resultado de aquella acción criminal? Dos muertos, un joven carpintero que acompañaba en la marcha a un primo estudiante de Mercadeo en la Universidad Alejandro de Humboldt, y uno de los atacantes, sin duda víctima de eso que llaman los especialistas “fuego amigo”. Y casi treinta estudiantes heridos de bala.

En ese preciso instante se mandó a sacar a NTN24 del aire, con órdenes emitidas por Conatel a las empresas cableoperadoras de eliminar inmediatamente de su grilla de programación la señal de esa única ventana informativa a la que podíamos asomarnos los venezolanos. La orden gubernamental se cumplió sin contemplaciones y el país se hundió de pronto en el más oscuro de los encubrimientos. Solo las redes sociales nos mantienen a todos medio al tanto de las protestas que no cesan de estremecer la vida y el ánimo de la nación. Así supimos que otro estudiante había caído en Chacao.

La arbitrariedad, calificada por el propio Maduro como decisión de Estado, no tiene, pues, ninguna justificación legítima. Solo se trataba de dar la última vuelta al cerrojo de la censura informativa. El capricho totalitario de gobernantes que han tomado el poder político por asalto y lo administran como si Venezuela fuera de su entera propiedad. Incluso como si la verdad fuera su más exclusivo patrimonio. Mentalidad unidimensional, pesadilla del pensamiento fascista. De derecha o de izquierda, qué más da, dignamente denunciado por la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, cara brillante de este atroz ejercicio de querer convertir a Venezuela en otra Cuba al precio que sea.

Desde esta perspectiva, la mordaza a los medios radioeléctricos, la arremetida contra la prensa escrita mediante la manipulación del control del cambio para impedirle comprar su principal materia prima, el papel, y la violencia ejercida ahora contra NTN24 constituyen los ingredientes básicos de la nueva etapa del proceso político venezolano, que comenzó este pasado 12 de febrero. Terrible período caracterizado, como sostuve en un reciente tweet, por la censura sin disimulo y la autocensura sin vergüenza.

¡Muera la libertad de prensa!

De otros aspectos de este problema crucial, la represión, por ejemplo, nos ocuparemos el próximo lunes.

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