Opinión Internacional

La libertad, la libertad

Es verdad que me acongojé el día en el que desde las escalinatas de la catedral supe que terminando septiembre el gobierno que mantenía nuestra ciudad cercada con miles de milicianos armados había conseguido acorralar a nuestralea dirigencia que debilitada y sin horizonte cedió en todo, retiró sus demandas a cambio de nada, a cambio de una supuesta pacificación, de que dizque nos perdonaran la vida, de que nos dieran una corta tregua bajo la promesa de no tomar entonces a Santa Cruz mientras se ideaban como volverían para convertirla en rehén, prisionera y esclava.

Esto me arrancó un grito mudo, una plegaria sorda ante la visión de lo que sobrevendría y que era una clara evidencia de restricción de nuestra libertad, de la libertad de un pueblo que como todos tiene el derecho a ser respetado, a ser comprendido, a compartir un territorio sin hostigamiento y sin humillaciones.

Después de ese episodio vino la toma de Pando, un prefecto fue secuestrado e internado en el penal de San Pedro en calidad de confinado y comenzó la cacería y persecución de los cambas, pandinos y cruceños.

Ese día el sacerdote que celebraba la misa leyó una oración que no la he podido encontrar por más que la he buscado hojeando la Biblia, pero las palabras quedaron grabadas en mí porque decían que nuestros hijos y toda nuestra descendencia tendrían que recordar los daños y los males que nos hayan ocasionado, y advertían que los padres debían contar a sus hijos los abusos sufridos y el dolor causado a causa de ello. Pero esta plegaria no era hecha en tono de venganza, era más bien una plegaria que apelaba a la memoria histórica que todo pueblo debe tener para crecer y fortalecerse, era una invocación a la memoria colectiva, apelando al dolor sufrido, a las injusticias que no se deben olvidar para tener en cuenta cuanto dolor han provocado, para que marquen y definan las conductas sociales, para que los pueblos aprendan de sus sufrimientos y labren su fortaleza.

Lo que está en juego entre el Oriente y el Occidente del país no es separatismo, no es terrorismo, es el limite entre el respeto o la dominación, es la política del poder que quiere erigirse en amo absoluto y para eso necesita esclavizar, tener prisioneros, hostigar, hacerse temer, dominar.

Ponernos a desglosar el decreto de expropiación de bienes y el de expropiación de medios de comunicación es intrascendente porque esto forma parte de la política panóptica, porque innegablemente estamos viviendo un estado panóptico, carcelero y los policías y represores están por todos lados, algunos fungen incluso de periodistas y son inquisidores que desde uno u otro medio comienzan a buscar criminalizar a quienes toman por enemigo.

Pero hay que denunciar estos hechos, hay que tenerlos presentes, hay que luchar para salir de este periodo oscurantista e inquisidor. Hay que seguirle los pasos a los nuevos inquisidores, encontrarles las conexiones y hacer que algún día, cuando restablezcamos la democracia estos opresores y perseguidores paguen sus fechorías y sus actos delincuenciales que están dando a sus huestes licencia para confiscar, abusar e incluso para matar.

Pero hay que recordarles a los nuevos déspotas que el poder no es eterno y que no son sólo los bienes terrenales los que están en cuestión.

¡Cuántas humillaciones, atropellos y locuras tienen a veces que soportar los pueblos!

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