Opinión Internacional

La misión imposible del secretario Insulza

Imposible que un jefe de misión electoral como Rubén Perina, enviado por el Secretario general de una organización de la importancia y trascendencia de la OEA, no haya estado en permanente comunicación con tal jefe de marras, Don José Miguel Insulza. De modo que todas y cada una de las conversaciones sostenidas por Perina con los diversos sectores opositores deben haber sido transmitidas de inmediato, verbalmente o por escrito, con los más minuciosos detalles a sus altas instancias. Es más: vista la reunión que el mismo Insulza celebrara con algunos representantes opositores – entre los que me cuento – podemos afirmar sin duda ninguna que estaba enterado con los mayores lujos de detalles del carácter amañado, tramposo y turbio del CNE. Y que, por consiguiente, lograr que la oposición terminara pasando por el aro de Jorge Rodríguez para gloria y majestad de su jefe, el teniente coronel Hugo Chávez, era una misión imposible.

Como Insulza es lo que se llama un “operador político”, esto es: un funcionario que se las huele debajo del agua, estaba perfectamente en autos respecto de los sentimientos que se cocinaban en lo profundo del caldero popular venezolano. Sabía perfectamente que la sociedad democrática venezolana no estaba dispuesta a seguir legitimando lo ilegítimo de manera fraudulenta. Y si en efecto no sabía que los compromisos de las dirigencias de algunos partidos políticos – en particular de los jóvenes e inexpertos representantes de Primero Justicia – no valían un centavo, debemos reconocer que aún no se entera de cómo se bate el cobre en Venezuela. Aquí, hasta los niños de pecho sabían que nadie iría a votar. Y que el partido que lo hiciera – incluido el que resultara ganador absoluto por ausencia – estaba firmando una condena a muerte.

¿Son estos “los detallitos” que Insulza vio aquí y allá el 4-D? ¿No sabe Insulza que la abstención no se debió a una “trastada” de Julio Borges o Henry Ramos – obligados por sus mandantes a retirarse de la farsa -, y que él asegura con enorme liviandad le prometieron participar y luego se retractaron? ¿Prometerle a un Sr. Insulza, puesto en el cargo entre otros por Hugo Chávez, que el pueblo venezolano pondría el cuello en la guillotina del teniente coronel para darle en el gusto a su particular currículo de funcionario internacional recién estrenado? ¡Qué molleja!

Por lo visto, Gaviria fue más discreto o, si se prefiere en lenguaje político, menos turbio. Desde luego: muchísimo menos maniobrero. Por lo menos comprendió la profundidad de la crisis de gobernabilidad que atenaza a nuestra república, vio las graves consecuencias históricas que se derivan del impasse en que naufragamos y hasta hubiera deseado contar en el seno de la oposición con mejores interlocutores que hicieran cuando el tristemente célebre capítulo de los reparos lo que esta vez hicimos quienes empujamos contra viento y marea contra la farsa del 4-D. Gaviria no anduvo vendiendo ilusiones. Fracasó más por la incapacidad del liderazgo opositor que por su propia desquiciadora voluntad. Sin que ello lo libere de la grave responsabilidad que asumiera cuando le diera visos de legitimidad a unas elecciones plagadas de monstruosas irregularidades.

De manera que tanto el Sr. Insulza como la oposición venezolana sabemos a qué atenernos. Nosotros no confiamos en su palabra. Él tampoco en la nuestra. Ya veremos cómo resolvemos él y nosotros el impasse. Entre tanto, que siga gerenciando el club de gobiernos – no de pueblos – que él administra. Evo Morales, el nuevo socio, ya parece haber recibido su bienvenida. Es lo que corresponde. Las aguas que sigan sus cauces.

Entretanto, bajo un secretario general como el señor Insulza, la carta democrática puede seguir durmiendo el sueño de los justos.

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