Opinión Internacional

La Moncloa de Cobos

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“Alguien tiene que ceder”.

Es la última carta-documento de Cobos, el vicepresidente de la república y principal figura de la oposición al kirchnerismo. El virus que catapultó, a Cobos, hacia la segunda jerarquía del poder.

Hasta hoy, el texto suscripto por Cobos fue tomado con ligereza. Característica extraordinariamente dramática de la actualidad.

El título se inspira -”hasta el más devoto plagio”, diría Borges-, en la romántica comedia homónima. ”Alguien tiene que ceder”, escrita y dirigida por Nancy Meyers. Estrenada en el 2003. Fabulosamente interpretada por Jack Nicholson, y la encantadora Diane Keaton.

Al contrario del film livianamente pasatista de Meyers, el texto ficcional de Cobos pasó casi inadvertido. La frivolidad del contexto, algo estremecedora, instiga a pensar, incluso, que nadie lo leyó.

Cleteadas

Los oficialistas, frontalmente descalificadores, aprovecharon para insistir en el objetivo de renuncia del autor.

Por ejemplo Aníbal, El Premier, en un rapto de objetividad, considera que Cobos, si renuncia, “no existe más”.

O reclama la renuncia el senador Pichetto. Conserva, aún, Pichetto, el severo rostro de Humprey Bogart, desplegado durante aquella madrugada del “voto no positivo”.

O la exige el diputado Díaz Bancalari. Es el Zurdito de San Nicolás. Encargado de entretener, con sus monerías, la monotonía de las comitivas presidenciales.

Lo gravitante es que se prefirió, en bloque, suponer que a través de “Alguien tiene que ceder”, Cobos producía, a lo sumo, otra cleteada.

De las tantas cleteadas mediáticas. Como si fuera cualquier maratón de fondo. Las que permiten sostenerse, al Cleto. Entre la sustancialidad de los diarios. A los efectos coyunturales de desmarcarse de las tensiones que genera la Ley -a esta altura hartante-, de Servicios Audiovisuales.

La Ley -para la indiferente posteridad- Anti Clarín.

Recetario

Sin embargo, si alguien se toma el trabajo de leer la última cleteada, “Alguien tiene que ceder”, podrá comprobarse que la Ley AntiClarín no tiene un pepino que ver con la temática del relato. Solo brinda el marco histórico.

Detrás del llamado al “gran consenso nacional”, se encuentra, en realidad, el recetario de Cobos para salir del laberinto argentino.

Porque el país parece encontrarse en el interior de otro film de Jack Nicholson. “Atrapado y sin salida”.

La receta de Cobos, para pulverizar el encierro, remite a una declaración programada, de principios y de objetivos. A través del conglomerado voluntarioso de las seductoras ideas generales, que Cobos planifica implementar, en apariencias formales, después del 2011. Si es que Cobos triunfa en las próximas elecciones presidenciales.

La temperatura del presente, que se registra en la axila de la sociedad -según informe reservado de Consultora Oximoron-, indica que Cobos sería el indiscutible ganador. Por una diferencia inquietante. En el caso de disponer -Cobos- de alguna fuerza que se encuentre, al menos, a la altura del optimismo que señalan las encuestas.

Aguafuertes españolas

Sólo Ricardo Romano, el pensador positivista del peronismo, pugnaba, cinco años atrás, desde el desierto, por la necesidad de instrumentar, en la Argentina, una suerte de Pacto de La Moncloa.

Romano traficaba la propuesta entre los dirigentes que ascendían. Con la misma celeridad -cabe aceptarlo-, con que, de a poco, se desmoronaban.

Trátase, como punto de partida, de la ilusoria idealización de lo acontecido en España. En los ochenta. Después que las fuerzas democráticas de la biología acabaran con la esfinge temeraria del Generalísimo Franco.

(Y después, sobre todo, del fracaso de la chirinada tragicómica del coronel Tejero, quien entró a los balazos al Parlamento e indujo, a los valientes diputados, a arrojarse, razonablemente, debajo de las bancas).

Es improbable que se le reconozca a Romano la condición de visionario.

Justamente hoy abundan los moncloistas por doquier. Impulsores de planes para el “mediano y largo plazo”. A través, siempre, del clichet de las ”políticas de Estado”.

Reaparece, incluso, Rodolfo Terragno, con su insistente plancito bajo el brazo.

Para parafrasear a Nalé Roxlo, un plan de Terragno, y un cigarrillo, no se le niegan a nadie.

El pobre Terragno no tuvo espacio para aplicar las “políticas de largo plazo”. Cuando fue el primer Premier. Del presidente De la Rúa.

Se destaca, entre el enigma, siempre Duhalde.

Entre sus alucinaciones de diseño estratégico, Duhalde, el Piloto de Tormentas, legitima -mientras aguarda la providencial tormenta-, hasta un próximo desplazamiento hacia España. Con el propósito de recibir, in situ, lecciones básicas de moncloísmo, de primera mano. Claves instrumentales para aplicarlas aquí, en la obstinada colonia.

Modestias de Estado

La Moncloa de Cobos es igualmente módica. Participa de la misma línea de grandeza. Celebratoria de las “políticas de Estado, a mediano y largo plazo”.

Entonces Cobos se anticipó en los preparativos. Para reunirse con, modestamente, ”lo que hay”. Líderes del primer cordón mediático del ramo opositor.

En principio, con los baluartes invalorables del PRO. Como Macri, Mauricio, El Bombón Asesino. O el definitivamente consensuado Francisco de Narváez, el Caudillo Popular. O la señora Michetti, La Apartada. Como en la novela iniciática de Rabanal.

Junto a los portadores sanos de radicalismo inofensivo. Como -sin ir más lejos- el propio Cobos. O el paisano Aguad, o Katz. Y peronistas de la franquicia disidente, como el deslizable Felipe Solá.

En cambio, con Duhalde, los contactos de Cobos se reducen, según nuestras fuentes, al suspenso de los operativos comando. En general, son telefónicos.

Como con determinados empresarios. Contactos irreparablemente detectados por el sofisticado sistema de espionaje kirchnerista.

Textualidades

Indica la receta textual de Cobos:
“Es hora de generar políticas de Estado consensuadas, para solucionar problemas estructurales… en el mediano y largo plazo”.

“Hoy lo prioritario es que a ningún argentino le falte seguridad, salud, trabajo y educación”.

“Tomemos la problemática de la pobreza como eje… de un Gran Consenso Nacional… para no sólo achicar la brecha del ingreso, sino también la brecha del conocimiento”.

“Los que tomen la iniciativa de convocar a este consenso deben priorizar la trascendencia de los acuerdos alcanzados y no las individualidades que participen en ellos”.

En fin, “para hacer en el presente una Argentina con futuro”, Cobos considera que “alguien tiene que ceder”. Concluye, literariamente, en que “ese alguien, somos todos”.

La mesa pateada

El recetario de Cobos está servido. En la mesa.

Sin embargo, confronta con la intensa contraofensiva del kirchnerismo. Que patea, prácticamente, la mesa. Y vuelca brutalmente el voluntarismo.

Para la ontología kirchnerista, el diálogo se limitó a la sublime distribución de los caramelos de madera. Ligeramente espolvoreados con azúcar impalpable. A los efectos de entretener a la gilada opositora. Mientras Kirchner, El Furioso, se recomponía.

En cierto modo, el cuento dilatorio del diálogo, resultó eficaz.

El Calafate

De acuerdo a las normas y formas constitucionales, el recetario estratégico de Cobos puede aplicarse, tan solo, a partir del 2011.

Salvo, probablemente, en la primera (tormenta) de cambio.

La seducción de las ideas moncloístas, presentadas con el envoltorio del luminoso celofán del consenso, para ser aplicadas en lo inmediato, necesitan de un detalle nada menor.

Que “alguien” , institucionalmente importante, “ceda”.

Que ceda, por ejemplo -Dios no lo permita- La Elegida.

Y que improbablemente parta, La Elegida, antes. Junto a El Elegidor.

En el mejor de los casos, que los cónyuges partan hacia El Calafate.

Para radicarse y construir, en la ciudad de tarjeta postal, el paciente significado, altamente epopéyico, de la nueva Puerta de Hierro.

Una residencia más confortablemente plácida, con seguridad, que la emblemática Quinta de Gostanián.

Destino dorado, en todo caso, el de la Quinta de Gostanián. Si se atiende el deseo, expresamente destituyente, de los innumerables enemigos que los Kirchner, con el tiempo, amontonaron.

Derivaciones infortunadas de la sucesión de verdugueos. De los altivos ninguneos. De las postergaciones innecesarias. Los atropellos. Las corrupciones. Las humillaciones que permitieron acumular cargamentos indescifrables de espeso rencor.

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