Opinión Internacional

La nueva gira de Chávez: implicaciones político energéticas

La realineación de fuerzas

Tomando como premisa principal el estímulo hacia la creación de un mundo “multipolar” –en resistencia a la condición hegemónica de los Estados Unidos (EE.UU.)- la política exterior y energética de Venezuela en los últimos 2 años ha cobrado una nueva dirección y sentido. El gobierno de Hugo Chávez ha hecho esfuerzos significativos por trazar un “mapa” de acuerdos de cooperación bilateral con países a quienes se les reconoce como abiertos opositores a la política exterior estadounidense.

Con países como Cuba, China, Irak, Libia, y más recientemente Rusia e Irán, el Gobierno Nacional venezolano ha estrechado relaciones últimamente. Desde los primeros tiempos del mandato presidencial de Chávez, el cual se autobautizó como de la V República, la amistad con Cuba se tornó especial. Para algunos analistas políticos y energéticos el Acuerdo Energético de Caracas (octubre de 2000), el cual es de alguna forma una réplica disminuida del Pacto de San José de 1970, fue en buena medida una pantalla para la firma final de un acuerdo de asistencia energética a Cuba. Sobre esa vinculación entre el gobierno de la Habana y el venezolano –la cual algunos perciben como obsesiva por parte de Chávez- pesan numerosas suspicacias. Resulta motivo de atención que buena parte de la reciente gira extra hemisférica de Fidel Castro coincida en destinos con la del Presidente venezolano. Más todavía, cuando en fecha nada distante el premier ruso, Vladimir Putin, reeditó las estrechas relaciones entre Moscú y la Habana.

Los acercamientos con algunos socios venezolanos en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), como Irak, Irán y Libia –a quienes se les reconoce anti estadounidenses- han cobrado vitalidad en las últimas semanas. La II Cumbre de Jefes de Estados y Soberanos de la OPEP, celebrada en Caracas en septiembre del año 2000, es identificada por algunos como parte del proceso de acercamiento entre gobiernos internacionalmente cuestionados, como los mencionados, y el de Venezuela. Aun cuando entre los miembros de la Organización ha habido un consenso pleno de impulsar más disciplinadamente la política de administración de la producción para promover precios altos del petróleo, esto de ninguna manera ha neutralizado las distintas corrientes sobre práxis de política exterior coexistentes dentro del cártel. La disposición de los sauditas de intentar mantener precios por el orden de los US$ 25, se supone signada por la anuencia tácita o expresa de Washington.

La interrogante estriba en hasta donde la política exterior venezolana, la cual en algunos casos ha tenido expectativas de apoyarse en parte OPEP, no se convertirá en un punto de contradicciones profundas con los intereses de supervivencia de las petromonarquías. Una de las prácticas más importantes que ha sostenido Arabia Saudita en las últimas décadas es la de precisamente tratar de mantener el negocio petrolero alejado de los asuntos políticos, pese a las fuertes presiones que en distintas oportunidades ha recibido de sus pares musulmanes dentro de la OPEP. Las distintas escaladas del conflicto árabe-israelí en las últimas 3 décadas, en las cuales Israel siempre ha contado con el apoyo incondicional de los EE.UU., no han alterado la postura de la monarquía saudí. Aun cuando en el marco de la Liga Arabe reiteradamente distintos correligionarios saudíes le han solicitado que asuma posiciones más firmes en pro de la causa palestina, Riyad ha mantenido una política exterior dicotómica: intenta estar bien con los países árabes y con los EE.UU.

Renovando la amistad con China

(%=Image(8509671,»R»)%)Por otra parte, el gobierno de Chávez ha dado continuidad a las relaciones energéticas con Pekín, las cuales ya tenían antigua data, especialmente en el cuestionable asunto de la Orimulsión. Aun cuando la acciones comunes sino-venezolanas en términos energéticos tienen antecedentes nítidos en el proceso de apertura petrolera que adelantó la administración de Rafael Caldera, durante la de Chávez se materializa un cambio de sentido. Pese a que parte de las aspiraciones chinas en los últimos años es la de estrechar intercambio comercial con Washington y viceversa, las tensiones políticas entre ambas naciones no han cesado. Temas como Taiwan, el ingreso de China en la OMC, las pretensiones de un escudo antimisiles por parte del gobierno estadounidense y más recientemente el caso del avión espía estadounidense han sido motivo de importantes direcciones entre ambas naciones. La oposición activa de la política exterior china a la de los EE.UU. se ha agudizado en los últimos años. Acuerdos de cooperación nuclear de Pekín con Irán y de cooperación defensiva con Rusia no han sido bien vistos por Washington. En tal sentido, la conjugación de acciones de cooperación política-energética-militar entre Venezuela y China en la actualidad no son consideradas como inocuas como eran asumidas por los estadounidenses en tiempos de la nefasta presidencia de Caldera. Más aún, cuando el Primer Mandatario venezolano cada día pone más de manifiesto sus convicciones anti norteamericanas.

Estrechando relaciones con el “Oso”

(%=Image(7581464,»L»)%)En ese mismo orden de ideas, ha resultado asunto de consideración la fervorosa manera como la actual administración venezolana ha impulsado la colaboración con la Federación Rusa. Aun cuando más debilitada políticamente que China, por su profunda precariedad económica, su inestabilidad institucional y su inconsistencia para manejar su poderoso arsenal nuclear, Rusia ha adelantado en los últimos dos años una sustancial campaña político-diplomática con relación a la hegemonía estadounidense. Ha tratado igualmente de distanciarse de la asistencia económica que recibe de los EE.UU. desde principios de la década de los noventa cuando cayó el imperio soviético. La incorporación de Rusia al Grupo de los 7 (países más industrializados del mundo), no resulta casual. El desmembramiento de la Unión Soviética, dejaba a su más importante país, Rusia, como potencialmente transformable en capitalista, asimismo era necesario para Washington condicionar económicamente a una Rusia donde algunas de sus fuerzas vivas pugnaban por la “occidentalización” del país y las relaciones cooperativas con los EE.UU., pero otras continuaban y siguen luchando por el regreso por hacer resistencia a Washington. Y más todavía, conserva Moscú el control sobre una poderosísima capacidad nuclear.

Rusia ha intentado acercarse más a la Unión Europea (UE), en busca de asistencia económica que le proporcione mayor autonomía y margen de maniobra en cuanto a sus relaciones con los estadounidenses. Los rusos han encontrado como favorable en tal sentido, las aspiraciones de la UE de hacer igualmente distancia en cuanto a la política exterior de la potencia global. Consideraciones europeas tales como la creación de una fuerza de reacción rápida al margen de la OTAN o su negativa a apoyar el proyecto de “escudo” antimisiles de Washington, podrían ser tomados como indicadores al respecto. Por lo pronto, la receptividad europea al intento de acercamiento ruso ha sido más bien tímida. Pareciera que finalmente la UE, pese a las diferencias que pudiera tener con los EE.UU. –hegemonía de Washington, protocolo de Kioto, escudo antimisiles, etc.-, lo sigue considerando principal socio político y comercial. Incluso, con todo y la tradicional aversión de Francia, uno de los principales socios de la unión, por los EE.UU.

Por otro lado, Moscú como en tiempos de la Guerra Fría, carece de la capacidad económica, científica y tecnológica de embarcarse en una carrera armamentista en contra de los EE.UU. Por ello, parte de la estrategia de Moscú ha sido la de tratar de consolidar la estructura jurídica internacional que limita la expansión armamentista. Su reiterado énfasis en la conservación y aplicación del tratado de limitación balística ABM de 1972, da cuenta de ello. A eso debe sumársele la preocupación de Moscú por sentar alianzas políticas con naciones como China o Irán. Con ésta última ha buscado también hacer comunidad de intereses en la explotación de los recursos hidrocarburíferos en el Mar Caspio, para el corto plazo.

Sobre este tópico en particular es conveniente señalar, que tanto Moscú como Teherán son motivo de preocupación por parte de Washington. La posición estadounidense hasta ahora, ha sido la de negar la posibilidad que la red de oleoductos para transportar el petróleo crudo y el gas desde el Mar Caspio pase por esos dos países. La inconsistencia de las relaciones políticas de esos dos estados asiáticos con los EE.UU. ha sustentado la opinión estadounidense. No obstante, en un reciente informe de recomendaciones que un grupo de expertos energéticos hizo para el Presidente Bush, se recomienda que los EE.UU. flexibilice su postura al respecto para facilitar un proceso de expansión mundial de la producción de hidrocarburos. Por lo pronto, la nueva administración estadounidense no se ha manifestado públicamente sobre el punto.

Rusia: ¿”bastón” de la OPEP?

En el caso de la pretendida cercanía del gobierno de Chávez con Moscú, se pone en evidencia, como ya se había especulado, que ésta está centrada fundamentalmente en lograr una sintonía sistemática de Rusia con la OPEP. Siendo Venezuela el país que en los últimos 2 años ha intentado oxigenar políticamente a la Organización, no resulta para nada extraño que haya sido quien promoviera un compromiso de esa naturaleza. Antecedentes de cooperación de Rusia con la OPEP en materia de administración de la producción, representan también un factor a favor en ese sentido. Las demás instancias –incluso en el mismo plano energético, como en el caso del gas- en las cuales pretenden intercambiar experiencias Venezuela y Rusia, pueden asumirse complementarias, en tanto lo medular de la relación estriba en el plano político: tratando generar una suerte de “cinturón” anti estadounidense; y en el ámbito petrolero: el impulso a las líneas programáticas OPEP. Hace poco, el ministro de energía de Rusia manifestó la intención de su país de sostener una producción de 6 a 8 millones de barriles diarios durante los próximos 10 años. Esto es algo que a la Organización le convendría mantener dentro de sus esferas de “control”.

Asimismo, lo más sustancial, y el propósito primero, de una relación coordinada entre gobiernos como el de Venezuela, Rusia, China, Irán y eventualmente Irak o Libia estaría en los intentos por desarrollar una activa oposición hacia los EE.UU. El asunto energético, en tanto naciones todas petroleras –salvo China-, sería más una suerte de característica común la cual sirve para dar “familiaridad” y más puntos de coincidencia a la relación. Ciertamente que tampoco representa cualquier factor de semejanza; es uno de dimensión estratégica importante, el cual, incluso, da una plataforma a la acción política.

De cualquier manera, América Latina ha estado siempre presente en la agenda exterior de naciones como China y Rusia, en el caso de ésta última desde sus tiempos soviéticos. Lo singular es que en este tiempo esa importancia se ha renovado y la actitud anti estadounidense del presidente venezolano crea condiciones para que Moscú y Pekín encuentren en relaciones estrechas con Venezuela una especie de manera de hacer presencia más activa en el hemisferio.

(%=Image(2152433,»R»)%)Una Venezuela alineada políticamente con Rusia, China e Irán –y cualesquiera otros países antagónicos a los EE.UU.- significa una situación favorable para la política exterior de resistencia a los estadounidenses, por parte de la naciones señaladas.

La política exterior de Hugo Chávez, salvando las distancias temporales y las particularidades, recuerda la de Abdel Gamal Nasser, líder egipcio que durante unos veinte años representó la esperanza soviética de penetrar, en detrimento de los EE.UU., la región del Medio Oriente. La postura nacionalista, anti estadounidense de Nasser, estimuló siempre a Moscú a asistirle para disminuir la condición hegemónica de los norteamericanos en la región. No obstante, Nasser siempre jugó al doble discurso: trataba de que su aparente propensión a aliarse con la Unión Soviética sirviera para obtener mayores favores de Washington, mientras que también “coqueteaba” con éste para arrancarle mayores asistencias a los soviéticos.

Ciertamente, nadie duda que no estamos en las décadas de los cincuenta y sesenta así como que los tiempos han cambiado sustancialmente, pero no deja de causar curiosidad el parecido de algunas actitudes en coyunturas históricas distintas.

Ahora bien, no sabemos hasta donde la administración estadounidense está dispuesta a hacer esfuerzos para distanciar al gobierno de Caracas de una “ecuación” anti estadounidense compuesta por sus tradicionales opositores –Rusia, China, Irán, Irak, Libia, Cuba, etc. Por lo pronto, el Presidente George W. Bush ha manifestado las líneas programáticas de su política energética para tratar de solventar las deficiencias de suministro de su país y ha asumido, además de una imbricación de relaciones con México y Canadá, la posibilidad de prolongar las históricas vinculaciones de su nación con Venezuela. Es decir, aún la sigue considerando como “factor” de su “ecuación” energética, falta que el gobierno venezolano se llegue a considerar parte de ella.

En poco podría apostarse a una ruptura radical de relaciones energéticas entre los EE.UU. y Venezuela, pero es de suponerse que en el mediano plazo las pautas programáticas de la política exterior norteamericana podrían comenzar a afectar la participación de Venezuela en ese mercado, el más grande del mundo, si el presidente Chávez insiste en alianzas anti estadounidenses. La idea de un mundo multipolar adelantada en los términos en los cuales parecieran ir el grupo de países en el cual intenta insertarse el gobierno de Caracas, generarán sin duda, la reacción retaliativa de los EE.UU.

El plan energético de Bush

(%=Image(7917096,»L»)%)“Si no actuamos, nuestro país dependerá cada vez más del petróleo extranjero, poniendo nuestra seguridad energética nacional en manos de naciones extranjeras que no siempre comparten nuestros intereses” (El Nacional, 18-05-2001), señaló el Presidente Bush al presentar su plan para enfrentar la crisis energética de su país. El informe, de unas 163 páginas y elaborado bajo la coordinación del Vicepresidente, Dick Cheney, también contempla un estimulo importante a la expansión de la explotación de hidrocarburos dentro del territorio nacional estadounidense, incluso en el delicado ecosistema de la Reserva Natural de Alaska, donde se estima que existen entre 10 y 15 mil millones de barriles de petróleo. Sobre este particular ha habido una importante oposición por parte de representantes del partido demócrata, quienes han señalado que además de estarse perpetrando crimen ecológico con tales acciones la explotación en la zona no serviría más que para cubrir menos del 5% de las necesidades de abastecimiento de crudo del país. Es decir, en poco valdría la pena el ecocidio.

La actual crisis energética –especialmente de suministro de gasolina- que viven algunas regiones de los EE.UU. en particular el estado de California, ha llevado a Bush a pensar en medidas especiales que estimulen la expansión de la explotación petrolera en el país.

En opinión de la firma WTRG Economics, un incremento temprano del suministro OPEP puede no ser suficiente para abastecer los mercados en julio, cuando el aumento de la demanda de combustible por el verano se hace mucho mayor. A esto debe sumársele la cercanía del tercer trimestre del año donde también comienzan las empresas a incrementar sus inventarios de cara a la demanda invernal de combustible para calefacción. Por otro lado, hay que añadir el tiempo necesario para refinar y distribuir productos, para que antes del mes de agosto los mercados de gasolina vean una mayor disponibilidad de productos. Algunos piensan que la OPEP debe aumentar su producción en la cita del próximo del 5 de junio. Se estima, que un verano de precios altos para la gasolina, puede ayudar a aquellos quienes quieren taladros en tierras federales, y que se den incentivos para que se mantenga esta solución por largo tiempo en el marco de una crisis energética en los Estados Unidos. Ninguna de éstas acciones, son convenientes para los intereses de la OPEP en el largo plazo.

De hecho una de las líneas programáticas del plan energético de Bush contempla, precisamente, permitir la explotación de hidrocarburos en predios del Estado. Asímismo también contempla el programa:

  1. flexibilizar los requerimientos administrativos y ambientales para la producción petrolera nacional y para la instalación de refinerías (en los EE.UU. no se construyen refinerías desde hace 25 años. Durante la última década se conjugaron distintos factores, lo cual trajo como consecuencia principal el desestímulo de las inversiones en el sector refinación en los EE.UU. Bajos precios del crudo, precarios márgenes de refinación, incremento de las restricciones ambientales por parte de la EPA, reestructuración y fusión de grandes compañías petroleras y venta sustancial de activos en el sector refinación de grandes corporaciones a otras más pequeñas con menor capacidad de inversión conllevaron a que en la actualidad las refinerías, pese a que están produciendo casi a capacidad plena –95-97,5%), no puedan satisfacer la demanda de productos con la calidad y en la cantidad exigidas por el mercado.
  2. Estimular las inversiones y la expansión de la producción de hidrocarburos en México y Canadá (de reciente data son las noticias que hablan de un incremento de las inversiones estadounidenses y canadienses en México. De hecho el mismo Bush ha destacado la voluntad política de flexibilizar los asuntos administrativos en la frontera de los tres países para facilitar el comercio energético entre ellos. Por su parte Canadá ha anunciado un crecimiento del 14%, con relación al año 2000, de la inversión de capital de empresas canadienses en el sector energético nacional, lo cual representa unos 16 mil millones de dólares. Fuentes del sector estiman que durante el año 2001 se perforarán unos 18.500 pozos, 12,8% más que en el 2000.)
  3. Incentivar la exploración y la explotación de hidrocarburos en todo el mundo para garantizar la oferta mundial de hidrocarburos durante los próximos 20 años en los cuales se prevé, según estudios de la Agencia Internacional de Energía, un crecimiento de la demanda de hasta 115 millones de barriles diarios para el año 2020. Las expectativas rondan también sobre la base de una vigencia inalterable del petróleo como principal energético global por ese mismo lapso)
  4. Impulsar la creación de nuevas plantas nucleares, bajo nuevos parámetros ambientales y de seguridad, para la generación de energía eléctrica.
  5. Revisar las sanciones que pesan sobre Irak, Irán y Libia, gracias a las cuales las compañías petroleras estadounidenses no pueden invertir en esos países (pese a la oposición que hacen estos Estados a Washington, podría haber algunas cooperaciones en ese plano, sin embargo esto resulta condicionado en la medida que otro de los aspectos contemplados por el informe es la recomendación de que se impongan sanciones unilaterales a países que pongan en peligro el suministro de los EE.UU.).

Poco después del pronunciamiento de Bush, la U.E. ha cuestionado el plan. “No es la solución al problema que debemos afrontar en términos del cambio climático”, señaló Kjell Larsson, Ministro de Ambiente sueco. La importancia de las declaraciones radica en la condición actual de Suecia como país que detenta actualmente la presidencia de turno de la Unión. No obstante, de reciente data son las manifestaciones de voluntad de la U.E. y Washington de entablar diálogos facilitadores de la cooperación energética, pese a la negativa estadounidense de suscribir el protocolo de Kioto. Por cada millón de dólares de producto interno bruto generado en la Unión, se emiten 1,4 toneladas de gas efecto invernadero; los EE.UU. por el mismo monto de PIB emite 2,66 toneladas.

¿Y Venezuela?

Ahora bien, pareciera que la tendencia de la política exterior y energética venezolana apunta más hacia ganar un posicionamiento extra hemisférico que americano. Pese a que el país ha generado relaciones de cooperación energética y política con lo países de las regiones de Centroamérica y el Caribe, así como en el marco de la CAN y MERCOSUR, da la impresión que el mayor énfasis esta cifrado allende de América. Aun cuando el mercado chino se muestra sin duda alguna atractivo y voluntades políticas podrían minimizar el efecto perverso de la distancia, el escenario americano se torna potencialmente más seguro y prometedor en el corto plazo. La deficiencia hemisférica de suministro petrolero ronda los 7 millones de barriles diarios -en buena medida traídos desde el Medio Oriente- y las expectativas son de un aumento sustancial de éste. Las proyecciones de crecimiento económico en la región de Asia-Pacífico hacen pensar en un mayor flujo de abastecimiento desde precisamente el Medio Oriente y posibles disminuciones de éste hacia a América.

Es necesario recordar, para generar un escenario de expectativas favorables a Venezuela, que el petróleo mantendrá (aparentemente) una vigencia de al menos 25 años, que la demanda global crecerá, como se dijo, a unos 115 millones de barriles diarios para el año 2020 y que el gas natural competirá fundamentalmente con fuentes de energía distintas al petróleo –carbón, nuclear, Orimulsión, residuales.

Todas estas prospecciones hacen pensar –considerando el volumen de reservas hidrocarburíferas de Venezuela- que el país podría ser el gran abastecedor energético del hemisferio occidental. Para ello deberá también adelantar programas importantes de expansión de la producción. Precariedad de abastecimiento energético en importantes países del área –comenzando por los EE.UU.-, como Colombia, Brasil o Chile también es indicador de esa posibilidad. No debe olvidarse la ya existente plataforma comercial que en materia energética posee Venezuela en los EE.UU., representada en CITGO.

Finalmente, baste que el país desarrolle una inteligente estrategia en materia de política exterior y energética donde, sin abandonar las aspiraciones de un mundo multipolar, alejado de la prepotencia estadounidense y la unilateralidad con la que tradicionalmente ha actuado, nos depare un mejor puesto en el concierto global de naciones.

Características de la política exterior venezolana actual

  • Ha pretendido una diversificación de socios políticos y energéticos.
  • Asienta sus acciones en la pretensión de un mundo multipolar que haga contrapeso a la actual hegemonía estadounidense.
  • Busca asociaciones con gobiernos de países a quienes se les reconoce como abiertamente opositores a la política exterior estadounidense (Cuba, Rusia, China, Irán, Irak, Libia).
  • Se le atribuye simpatía y relaciones estrechas con los grupos insurgentes colombianos, igualmente opositores a los EE.UU (la denunciada amistad entre el Gobierno Nacional venezolano y la guerrilla colombiana ha generado diversos altercados político-diplomáticos con el gobierno de Bogotá en los últimos dos años; la relación gobierno venezolano-guerrilla ha representado más una dificultad que una ayuda para el gobierno de Andrés Pastrana).
  • Utiliza las fortalezas energéticas venezolanas para hacer para encontrar comunidad de intereses con aquellos países con los cuales intenta entablar alianzas políticas.
  • Pretende -pese a la heterogeneidad, a las distintas corrientes de pensamiento político y de praxis en política exterior de los países miembros- utilizar a la OPEP como instrumento político anti estadounidense.
  • Practica una política exterior inconsistente con relación al proceso integracionista latinoamericano y hemisférico (ambigüedad en las negociaciones con el MERCOSUR y en el seno de la CAN, son indicadores de ello).
  • Pretende relaciones de acercamiento con los gobiernos de Brasil, Colombia y México en el marco de un discurso anti imperialista que los presidentes de estos países en poco o nada han mostrado interés.
  • En el área energética la política exterior ha sido diversa: la atención al continente americano se ha centrado en instancias que dejan por fuera posibilidades de relaciones estrechas con los EE.UU. o expectativas de que Venezuela amplíe profusamente su participación en el mercado energético estadounidense. Se reeditó, en el caso de las acciones sobre Centro América y el Caribe prácticas pasadas de aspiraciones de liderazgo regional a través de la firma de acuerdos de cooperación solidaria con gobiernos de esa zona. El impulso inicial de cooperación eléctrica con Brasil pareciera haber perdido fuerza en los últimos meses, mientras que expectativas de cooperación con países como Colombia y México se inscriben en ámbito de ambigüedad diplomática.
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