Opinión Internacional

La OEA ante el delito de agresión

Cuando las 21 naciones del hemisferio americano se reunieron en Bogotá en 1948 y adoptaron la Carta de la Organización de los Estados Americanos, se comprometieron a respetar una serie de metas comunes que conviene recordar, entre las cuales se incluía: la defensa de la soberanía, el refuerzo y la salvaguarda de la democracia, el respeto de los derechos humanos, contemplar soluciones para los problemas comunes tocantes a la pobreza, el terrorismo, la droga, la corrupción.

Ni entonces ni después se contempló la adopción de una cláusula que sancionara el “delito de agresión”. En esa ausencia radica la principal debilidad de esa entidad cuya vocación es, principalmente, la de ser un foro político para el diálogo multilateral y la toma de decisiones, pero que debería recalcar el respeto al principio de no agresión.

Tal vez esa negligencia sea debida a que el delito de agresión remite a la practica de la intervención; aspecto que concierne, principalmente, a Estados Unidos y a Cuba, dos países que han hecho de esa práctica un dato mayor de su política internacional.

Estados Unidos por su posición de potencia hegemónica y su enfrentamiento con la URSS durante la llamada Guerra Fría que pese a ello y a no haberse dado el enfrentamiento entre los dos rivales, ocasionó millones de muertos, pues en realidad consistió en una guerra por países interpuestos.

Y es precisamente en este ámbito que el castrismo se impone y alcanza un protagonismo central, inspirándose del intervencionismo estadounidense, aplica el método de manera simétrica y sistemática haciendo del intervencionismo su manera de relacionarse con los diferentes países de la región; azuzando la guerra contra el “imperio” por países interpuestos. Se arroga el derecho de actuar a la imagen de Estados Unidos, adoptando de manera simétrica la misma arrogancia imperial. Al no contar con el poderío económico-militar de su rival, se alía con el otro polo imperial, favoreciendo así la presencia militar de la URSS en el continente, comprometiendo a toda América Latina en un conflicto que no le concernía directamente. Como aliada de la URSS, Cuba llegó a ser el instrumento preponderante de los intereses soviéticos en la región.

Venezuela por su situación geográfica caribe-andina y por su calidad de potencia petrolera, fue el país elegido como blanco de la política intervencionista de Fidel Castro. Desde 1959, la flamante democracia venezolana se convirtió en blanco del dispositivo militar de la política exterior cubana. El gobierno venezolano, fiel a los principios democráticos, no pagó con la misma moneda, sino que recurrió a las instancias internacionales.

Cuba era uno de los Estados miembros de la OEA. Venezuela recurrió a la OEA, a su papel de arbitro, presentando las pruebas de la intervención cubana en el país. Fue por ese motivo que Cuba fue excluida la OEA en enero de 1962. Pero en lugar de dictaminar que su exclusión se debía al delito de agresión contra otro país del continente, se recurrió a un argumento ideológico : la incompatibilidad del sistema comunista con el sistema inter-americano que rompía con la unidad y la solidaridad del continente en lugar de anteponer el delito de agresión en el que Cuba incurrió. Dejando por sobre entendido, que en cambio, la lucha contra el comunismo, o la rivalidad URSS-EE UU, legitimaba la intervención.

Desde su exclusión, Cuba ha hecho de la OEA uno de los blancos preferidos de sus ataques.

El debilitamiento de la presencia de EE UU en la región, que durante la era del presidente Georges W. Bush centró su prioridad en el Medio Oriente, favoreció una mayor autonomía de la diplomacia latinoamericana con respecto a Washington, lo que el castrismo aprovechó para lanzar una ofensiva contra la OEA, empleando los esquemas vigentes durante la guerra fría. Y ello precisamente sucede cuando la política de EE UU hacia América Latina, está demostrando la voluntad de establecer otras reglas del juego que las empleadas en el pasado.

Pero no se le puede pedir al anciano enfermo de La Habana que a estas alturas entre en razón. Su impaciencia refleja el temor de no ver coronado su empeño de plegar el continente al modelo totalitario que logró imponer en Cuba.

Las ediciones del Granma internacional del mes de mayo y junio, demuestran hasta que punto el propósito de destruir la OEA responde a una voluntad política que forma parte del proyecto de asalto al poder diseñado por Fidel Castro que de cumplir la OEA con las misiones que le corresponden, se vería imposibilitado.

En el Granma del 17 de mayo, casi integralmente dedicado a las “Reflexiones del compañero Fidel”, un mes antes de que se celebrara en San Pedro Sula ( 3 de junio) la Asamblea General de la OEA, y que se lograra el acuerdo que le permitiera a Cuba el reingreso en su seno, Fidel Castro escribía una reflexión titulada; “Otra vez la podrida OEA”, en la que la define como “desvergonzada institución” que remite acuerdos contra Cuba que son “basura pura”. Mientras tanto, Cuba incitaba a los presidentes latinoamericanos a presionar para la reincorporación de Cuba en la OEA, demostrando una vez más, la capacidad de maniobra y de doblez del modo de actuar del castrismo. En la edición del Granma del 14 de junio, aparece en la portada una caricatura en donde un cubano vestido de campesino ante una máquina manejada por un funcionario de cuello y corbata, manifiesta que no está interesado por “esa tecnología obsoleta e incompatible”.

Otra caricatura muestra que la “integración de América Latina será la desintegración de la OEA”; y en otro recuadro aparece la tumba de la OEA.

Y si en la edición anterior del Granma, Fidel Castro ensalza la figura de Hugo Chávez con la reflexión titulada; “La lucha apenas comienza” y lo califica de “hombre verdaderamente revolucionario”, “adversario formidable del sistema capitalista de producción” y del imperialismo, “experto sobre problemas fundamentales de la sociedad humana” (sic) y que ”maneja con maestría hasta los detalles más mínimos de la producción nacional y de los servicios sociales,” ”domina la teoría y la práctica del socialismo que su país requiere y se esfuerza por su más profundas convicciones”, “Chávez no sólo posee especial talento para captar y transmitir la esencia de los procesos: (…) combina palabras que expresan conceptos nuevos”; el Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, aprovecha para prodigarle también algunas alabanzas al mayor relacionador público del castrismo, Ignacio Ramonet, que acompañaba a Chávez cuando nacionalizaba las empresas en Maracaibo, a quien “la empresa venezolana con seguridad lo llena de asombro”. Y culmina su reflexión apuntando que “no en balde la OEA lo trata (a Hugo Chávez) hipócritamente de enemigo de la libertad de expresión y la democracia”.

En la edición del 14 de junio del Granma se ensalza la figura de Manuel Zelaya. En un artículo titulado “Más allá de la OEA” se alaba la “brillante intervención del presidente hondureño”, cuyo discurso, en la sesión de clausura de la Asamblea General de la OEA en San Pedro Sula, “puede ser considerado una pieza de antología”. Zelaya abogó por el derecho de cada nación de dotarse del régimen político de su voluntad, sin ingerencia de quienes pretenden imponer a los pueblos un modelo único de democracia y un solo tipo de sociedad” y expresó su admiración por la Revolución cubana y su líder Fidel Castro “ ejemplo de resistencia, de dignidad”. Zelaya anunciaba así, su decisión de adscribirse al escenario ya conocido de la presidencia vitalicia mediante la reforma de la Constitució.

Uno de los impulsores de crear un organismo americano paralelo, que no incluya a EE.UU. y sí a Cuba, es Brasil que propuso el nuevo marco en la cumbre de la SELA de diciembre 2008 en Salvador de Bahía. Sin prejuzgar del proyecto de Lula, éste favorece la inclinación de Castro y del grupo que integra el Alba de destruir la OEA para permanecer entre cómplices; poder libremente dictar las reglas del juego y así saltarse las instituciones internacionales, legitimando el comportamiento delincuente en la acción política, tomando atajos para llegar más pronto al propósito del asalto al poder e imponer un poder regional que ya tiene todos los visos de constituir una monstruosidad histórica. Brasil no se siente concernido, pues sabe que en ese país no hay vuelta atrás, la democracia está garantizada. En cambio, el proyecto totalitario de los bolivarianos no sería posible sin al apoyo de Lula, lo que los sitúa ya en una postura de dependencia, favoreciendo la empresa brasileña de convertirse en la potencia hegemónica de la región.

¿Qué papel juega el actual secretario General de la OEA en la estrategia impulsada por Fidel Castro para hacer desaparecer la OEA?
Cuando José Manuel Insulza declara que la consulta electoral que se proponía Manuel Zelaya – y que propició su derrocamiento y expulsión del país -, no comportaba ambición política, parecería estar contando un cuento de hadas para simples de espíritu.

A un político de su experiencia difícilmente se le puede dar el beneficio de la ingenuidad. La impunidad de la que goza Hugo Chávez ante la OEA, ciega y sorda ante las intervenciones en los asuntos internos de otros países y el cercenamiento de la democracia en Venezuela, por parte del teniente-coronel, difícilmente se le puede negar su carácter deliberado por parte del Secretario General de la OEA.

El ignorar el delito de agresión en su Carta fundacional, es la causa que puede llevar a la desintegración de la OEA como lo predice y desea Fidel Castro.

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