Opinión Internacional

La OEA en Medellín. Un breve recuento

Los primeros días de junio tuve la ocasión de asistir a la XXXVIII Asamblea General de la OEA en la ciudad de Medellín. La importancia de su tema central Juventud y valores democráticos, no requiere de mayores explicaciones. Las Organizaciones de la Sociedad Civil, recientemente aceptadas como observadores, concentraron sus esfuerzos en la incorporación de sus muy diversas temáticas a la declaración final. Un objetivo las unió en su diversidad: Reclamar el espacio que les corresponde a favor de la profundización de la democracia, que los Estados se empeñan en negarles.

A pesar de no ser tema principal del encuentro, la conflictividad entre Estados Unidos y Venezuela, Ecuador y Colombia, expresado en los discursos de Jon Negroponte y Nicolás Maduro y en el debate entre los cancilleres de Ecuador y Colombia ante el informe presentado por el secretario General de la OEA sobre la misión en la frontera, dominó el ambiente de las reuniones de los Estados miembro y también se hizo presente en las de la Sociedad Civil, en la medida en que este conflicto es la representación de la disputa de objetivos y modelos políticos irreconciliables que aspiran el predominio regional.

Si bien la OEA ha abierto otros espacios de participación , ha regresado al desfasaje entre la letra y la práctica en la defensa de la democracia que ha prevalecido en casi toda su historia- excepción hecha de la década de los noventa y primeros años de este nuevo siglo- El empeño de la gestión del Secretario General en la búsqueda de un equilibrio entre objetivos irreconciliables, ha conducido a la elusión, y por ende aceptación, de formas de subversión del orden político que sustenta, perdiendo toda credibilidad en su éxito en esta materia; indefinición alimentada por la polarización fomentada por la torpeza de la administración de los Estados Unidos que compite con los sustanciosos aportes económicos del gobierno venezolano para granjearse el liderazgo.

El hecho de que la Asamblea haya sido en la ciudad de Medellín, incorporó un valor agregado a esta valiosa experiencia. Con las limitaciones propias de una corta visita a una ciudad extranjera, desde el avión proveniente de Bogotá comencé a percibir que el milagro de Medellín no era un mito. Bien fueran taxistas, pasajeros del metro, mesoneros o vendedores, sin excepción, me topé con una población espontáneamente amistosa y cordial, orgullosa de su ciudad, cuyas progresivas mejoras esperan con optimismo, confiados en la eficiencia de sus empresas publicas.

Después de un recorrido por el metrocable, conducida por un periodista amigo que me permitió enterarme más de cerca los importantes logros en materia de seguridad y de inclusión social alcanzados en esa ciudad; de regreso a la Asamblea con una mezcla de envidia y esperanza, escuché la soberbia respuesta del aún embajador ante la OEA Jorge Valero a las ponderadas advertencias de las difíciles circunstancias que se avecinan a la democracia venezolana de aprobarse las leyes de cooperación internacional y de inteligencia y contrainteligencia, incluidos por la venezolana Aixa Armas en su intervención en representación de la Sociedad Civil, de los cuales se defendió presentando retóricos logros sociales que solo se encuentran en la mente de los jerarcas de la Revolución bolivariana, palabras que chocaron con los avasallantes logros tangibles que sin aspavientos han brindado de los gobernantes de Medellín a su ciudadanía, que no puedo menos que aspirar sirvan de ejemplo a los múltiples aspirantes a alcaldes y gobernadores de los distintos partidos y grupos de nuestro maltratado país, independientemente de su orientación política .

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