Opinión Internacional

La paz y la comunidad internacional

“Eurotur”, “periplo por Europa”… No importa cómo lo llamen, qué adjetivo utilicen los unos y los otros para calificar el viaje de la mesa de negociación, empresarios y miembros del Congreso por seis países europeos. De lo que se trató, al fin y al cabo, fue de uno de los pasos más importantes en el proceso de paz desde aquel 7 de enero de 1999.

En aquel entonces nadie imaginó que podríamos avanzar tanto, que sería posible que las partes, las mismas que han estado enfrentadas durante más de cuatro décadas, salieran al exterior y estuvieran –las 24 horas del día– trabajando hombro a hombro.

Sin temor a equivocarnos podemos decir que cumplimos los objetivos. No se trató de encuentros con autoridades, parlamentarios, empresarios y ONG internacionales para llorar sobre Colombia, sino para mostrar lo que estamos haciendo por esa Colombia: un proceso de paz en marcha, una agenda común, un tema definido para empezar a negociar, unos mecanismos de participación…

Salimos a conocer experiencias y a compartir la voluntad de paz de las partes de buscar la solución al conflicto por la vía de la negociación y no de las armas. Hoy esa voluntad de paz está en la mira de los países amigos. Y ése es, precisamente, uno de nuestros primeros compromisos o retos: no ser inferiores a nuestras responsabilidades y, menos aún, a quienes nos abrieron las puertas y nos expresaron su apoyo.

Cuando digo que salimos a internacionalizar la paz, no quiere decir que durante el viaje hayamos ignorado el conflicto que vive el país, los enfrentamientos y las masacres. No, esos temas los tratamos de frente y sin engaños, sin prejuicios y con franqueza. Sobre esos temas varias autoridades, académicos y empresarios formularon preguntas directas y sin diplomacia.

Quedó claro que estamos haciendo la paz aunque estemos en guerra, y que avanzando en el proceso llegaremos a hacer la paz en un ambiente de paz. Construimos confianza, y ésta no es una frase de cajón sino una realidad con efectos claros hacia el futuro.

Internacionalizar la paz no significa, y lo repito, dejar a un lado una realidad y, mucho menos, pretender que con la confianza ganada y fortalecida en este viaje se acabaron las diferencias y aquellas posiciones que nos han separado durante décadas. No, las partes siguen defendiendo sus ideas, pero estoy seguro de que hoy existe más posibilidad que ayer de llegar a acuerdos.

Alcanzamos otro objetivo: con este viaje invitamos de manera clara, transparente y en sus propios terrenos a la comunidad internacional a participar en el proceso de paz, porque reconocemos su importancia y el papel que puede jugar para que los colombianos encontremos el camino de la paz. Ésta es la mayor garantía de que la mesa ha dado otro paso importante: abrirse al exterior rompiendo esquemas y tabúes para ver a Colombia desde una visión más amplia, menos provinciana y más globalizada. Ésta es la mejor demostración de que la mesa está abierta a los colombianos y a las miradas de países amigos.

Nos sorprendió el apoyo tan claro manifestado por cada país al proceso de paz, y la claridad sobre el respeto a la soberanía de los pueblos, pero aún más aquella pregunta: “¿Cómo quieren que participemos?”. En otros procesos los países amigos han sido, entre otros, anfitriones, mediadores, facilitadores y también aportantes. Hoy la mesa tiene la tarea de decidir cómo estará presente la comunidad internacional en el proceso y cuál de los esquemas usados con éxito podría ser adoptado en Colombia.

Paradójicamente, mientras en el exterior recibíamos el apoyo de la comunidad internacional, aquí en Colombia estábamos en un debate mezquino, como si la paz se tratara de una bandera política para usar en época electoral.

Nadie pensaba que después de tantos obstáculos estaría en marcha el proceso de paz, y aquí estamos. Nadie creyó en un viaje a Europa. Y ya estamos de regreso. Todo es posible, como lo dijeron nuestros países anfitriones cuando vieron en la delegación colombiana ese mundo lejano de Macondo.

Hemos regresado con nuevas luces para tomar decisiones en la negociación. Llegó el momento de la participación del pueblo colombiano en el proceso y de avanzar en la mesa para hacer posible, entre otras cosas, un alto al fuego.

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