Opinión Internacional

La política frente al terror en España

Resulta claro que la inmensa mayoría de los españoles, sean éstos vascos, catalanes, gallegos o andaluces, se siente agredida y manifiesta su rechazo por el terrorismo separatista de la banda ETA. Nada que se parezca a una situación de guerra civil o disputa entre nacionalismos secesionistas caracterizó el problema del País Vasco, por lo menos desde el ingreso de España a la vida democrática y el establecimiento de la Constitución y la Ley de las Autonomías, hace poco más de dos décadas.

Por eso, los brutales ataques terroristas de ETA aparecen cada vez más desnudos de argumentación histórica o reivindicación política discutible. Se inscriben, directamente, en una guerra total contra las instituciones democráticas del Estado español y contra sus representantes, elegidos por los ciudadanos. Estos han sido sus blancos: no solamente militares y policías, sino también concejales locales y dirigentes vascos de todos los partidos, opuestos a la intransigencia secesionista.

El asesinato del ex vicepresidente del gobierno vasco y miembro de la dirección del PSOE Fernando Buesa se inscribe en esa lógica criminal. Parece un regreso al pasado, con una luctuosa lista de más de setecientos asesinatos, y que ahora ha vuelto a sumar víctimas. Existió una tregua que duró poco más de un año y terminó diluida a fines del año pasado, cuando ETA anunció el regreso a las acciones armadas.

Ese intervalo entre atentados sirvió para que los partidos nacionalistas vascos acercaran posiciones y plantearan una agenda de discusión con el gobierno español. Pero resulta cada vez más difícil para las fuerzas políticas abordar una discusión sobre las reivindicaciones de mayor autonomía nacional para el País Vasco cuando el terror invade una y otra vez la escena.

Por eso es que al golpear donde más puede doler a la democracia española, el separatismo vasco de ETA declara la guerra no solamente a los partidos nacionales, socialistas y populares, sino también a los partidos nacionalistas vascos que representan a la mayoría de su población.

Quedan así demarcadas nítidamente las líneas que separan al extremismo violento de las razones y motivaciones en las que escudan sus acciones. La respuesta de los españoles se volvió a hacer notar en las calles con multitudinarias marchas de repudio contra la violencia de ETA. Todos los partidos políticos españoles, también los nacionalistas vascos y las izquierdas autonómicas, deben prolongar su acuerdo frente a la violencia en consensos más duraderos sobre el futuro del País Vasco.

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