Opinión Internacional

La propiedad de la tierra

(%=Image(2293154,»L»)%)Ciudad de Guatemala (AIPE)- La función social de la tierra no es producir sustento para su propietario sino para la sociedad. Salvo en una economía de mera subsistencia, quien produce maíz o algodón no es porque coma mucho maíz o usa mucho algodón. Tampoco es para crear fuentes de trabajo o ingresos fiscales.

El patrón de tenencia de tierra (su distribución) es importante pues de ello también depende su aporte al bienestar social. Es muy humano que, cuando la tierra no le pertenece, su manejo y cuidado se deteriora y termina abandonada. Los ejemplos abundan. El beneficio del dueño depende de lo bien que sirva a la sociedad y si los incentivos son efectivos. Si el dueño de la tierra no es eficiente en la producción termina perdiéndola y la tierra cambia de dueño. La quiebra es el despiadado castigo que el mercado aplica al dueño que dilapida los recursos. Si la propiedad es privada, las pérdidas las sufre el patrimonio del dueño y no el patrimonio social como sucede con las empresas estatales. Si bien el incentivo de obtener utilidades de la explotación de la tierra es importante, el temor a perderla, aún cuando haya sido heredada, es quizá el más fuerte incentivo para maximizar el aporte de la tierra al bienestar social.

Las necesidades de la población son ordenadas según sus prioridades porque los recursos siempre son limitados. La gente no quiere cantidades ilimitadas de maíz, por ejemplo, porque tendría que sacrificar otras cosas. Es en atención a ese ordenamiento que la gente, actuando libremente y de acuerdo con sus posibilidades y prioridades, dispone qué y cuánto de cada cosa los demás deben incorporar al proceso productivo. A quienes no han estudiado con detenimiento los mecanismos que coordinan el mercado les parece caótico porque carece de dictador y de organigrama. Pero quien siempre manda es el consumidor y el mandatario (quien obedece los mandatos) es el empresario, quien en busca de éxito personal se esfuerza en satisfacer al consumidor. De un sin fin de factores se deriva un patrón de tenencia de recursos, incluyendo la tierra.

La tierra que en un momento dado está en uso produce lo que la gente está dispuesta y puede comprar. Si se produce más, se desperdician tanto su producto como los recursos complementarios que se utilizaron. Llamar ociosos a recursos que no se están explotando distorsiona la perspectiva, pues ellos están en reserva esperando el momento económico cuando convenga incorporarlos a la producción, compitiendo con otras actividades productivas por los recursos complementarios. La comparación de su rentabilidad con la de otras actividades productivas determinará su precio y, consecuentemente, el momento adecuado para incorporarla a la producción. El orden del mercado no es caprichoso.

La posesión de la tierra no es gratis. Quien no vende su tierra en efecto está rechazando el dinero que podría recibir por su venta. Es así que el patrón de tenencia es evolutivo, tendiendo a su continua óptima distribución, como si estuviese en continua subasta. Por ello es que con el tiempo pierde importancia la forma de su distribución inicial, por injusta que se considere. La tierra en reserva tiene un costo de oportunidad que alguien tiene que absorber y ese costo de oportunidad también aumenta cuando sube el precio. Esa pérdida la absorbe toda la sociedad cuando no es propiedad privada. Si es privada y la eventual plusvalía no excede el costo de oportunidad de tenerla, se ofrece en el mercado. El mercado redistribuye todos los días sin requerir la intervención de la pesada mano del estado.

(*): Ingeniero y empresario guatemalteco, fundador de la Universidad Francisco Marroquín, fue presidente de la Sociedad Mont Pelerin.

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