Opinión Internacional

La realidad del Seguro Social

(%=Image(9227628,»L»)%)Boston (AIPE)- No hay que ser un genio de las finanzas para darse cuenta que el Seguro Social es una inversión infame. A lo contrario del dinero que usted ahorra en el banco o en cuentas privadas de pensiones, lo que le descuentan de su sueldo para el Seguro Social no resulta ser dinero suyo, ni puede utilizarlo antes de retirarse. Ni siquiera gana intereses.

En realidad, ni siquiera existe como ahorro porque el dinero suyo no va a una cuenta bajo su nombre sino que de inmediato es utilizado para pagar pensiones de los ya retirados. Entonces, los beneficios que usted recibirá cuando se retire provendrán de los impuestos retenidos a trabajadores. Y debido a que la proporción de gente trabajando por cada uno retirado se sigue reduciendo, de 16 a 1 en 1940 a 3 a 1 hoy en día, el Seguro Social avanza al despeñadero.

Dentro de 15 años, el sistema estará desembolsando más en beneficios de lo que cobra en impuestos a las nóminas. El déficit crecerá y se asoma la posibilidad de bancarrota. Por lo tanto, el Congreso no tendrá más alternativas que aumentar el impuesto, endeudar el sistema o reducir los beneficios.

En ello se basa la campaña del presidente Bush para crear cuentas de inversión personales, lo cual le permitiría por primera vez a los trabajadores invertir una porción de lo que el gobierno les deduce de sus salarios. Se trata de modernizar un sistema diseñado en tiempos del Ford Modelo A y la victrola.

Pero para muchos del Partido Demócrata esto es un pecado. Dicen que permitir que los trabajadores sean dueños de sus ahorros es demasiado arriesgado. Es otra manera de decir que el ciudadano común y corriente es demasiado bruto para confiarle su propio dinero y es mejor seguir confiando en Washington, donde se ha manejado tan inteligentemente el Seguro Social que los trabajadores que tienen menos de 50 años nunca recibirán de vuelta lo que han aportado. Quizás eso explica por qué 58% de los ciudadanos de menos de 50 años apoyan las cuentas individuales, según la nueva encuesta de Zogby International.

El Seguro Social no fue siempre un embudo. Los primeros en participar recibieron mucho más de lo que aportaron. Hasta 1949, el impuesto total retenido a empleados y patronos era de apenas 2% sobre los primeros 3.000 dólares de ingresos, para un máximo de 60 dólares al año. La primera beneficiaria del Seguro Social fue May Fuller de Vermont, quien se jubiló en 1940, había pagado 44 dólares y había cobrado un total de 20.933 dólares en beneficios para cuando murió en 1975. La rentabilidad de su inversión fue de 47.000%.

Claro que no era una inversión, sino transferencia de riqueza de los jóvenes a los viejos. Para cuando yo comencé a trabajar en 1975, la retención del Seguro Social había aumentado a 9,9% y se aplicaba a los primeros 14.100 dólares ganados en el año.

Una generación más tarde, el Seguro Social nos quita 12,4% sobre los primeros 90.000 dólares al año, la octava parte de cada sueldo, sin excepciones ni deducciones. Por eso el 80% de los ciudadanos de Estados Unidos pagan más en Seguro Social que en impuesto sobre la renta.

Entonces, no debe sorprender que el Seguro Social sea tan impopular entre los jóvenes. No da ninguna seguridad para el retiro y nos empobrece en la actualidad. A cambio de una octava parte de nuestros ingresos, no nos garantiza nada sino cada vez mayores impuestos. Que haya políticos que defienden un sistema tan regresivo sorprendería al presidente Franklin Roosevelt, bajo cuyo mandato se inició el Seguro Social. Y mucho más le sorprendería que esos políticos se llamen demócratas.

(*): Columnista del diario Boston Globe.

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