Opinión Internacional

La torpeza cubana

El chavismo se ha alimentado de todas las estrategias y fórmulas de la dictadura cubana para atornillarse en el poder. La mayoría de esas fórmulas ha funcionado, pero también han surgido obstáculos propios de nuestro contexto que han impedido el triunfo definitivo del chavismo en Venezuela, con una oposición que indudablemente se ha fortalecido con el desgaste natural de un gobierno que lleva 15 años en el poder, manejando una riqueza petrolera inmensa, y la mala administración, corrupción y pésima gestión económica.

Una de estas fórmulas fracasadas es la de vituperar, demonizar y magnificar cualquier protesta que se haga en Venezuela; allá, en Cuba, tal cosa les ha funcionado durante décadas, condenando a la sociedad cubana a la resignación y la tranquilidad del miedo. Pero aquí, en Venezuela, donde una protesta estudiantil debería ser algo común y corriente, por haber vivido en democracia, es de muy mal juicio escandalizarse porque ésta termine con disturbios menores de piedra y cauchos quemados.

La mejor propaganda de lo que sucedió en el Táchira con los disturbios estudiantiles se la dio el mismo Gobierno, quien hizo uso de todo su poder comunicacional para vilipendiar y satanizar la protesta estudiantil. Esa protesta se materializó, primero, como demanda de mayor seguridad; y luego, ante la represión, se concretó en los actos violentos contra una de las representaciones del poder en esa entidad, la residencia del gobernador Vielma Mora.

Esa residencia está custodiada, blindada de seguridad, y contra ella fueron a parar las piedras, las mentadas de madre, las bombas molotov y la molestia visceral de la muchachada universitaria, que no dejó de ser eso: muchachada universitaria, armada primitivamente para la protesta, expresando su rabia contenida frente a la majestad del poder regional.

Pues eso a los cubanos les pareció gravísimo, de una crueldad extremada, solamente comparable al Holocausto; y lo que se ha debido quedar ahí, en un acto violento censurable con apertura de expedientes judiciales a los manifestantes, se transformó en una odiosa represión y encarcelamiento para esos jóvenes. Y para exacerbar más los ánimos, se cometió la torpeza de trasladar a esa muchachada cautiva fuera de su región, para mayor angustia y rabia de sus familiares, el movimiento estudiantil y la oposición toda.

Luego, vino lo que todos conocemos: protestas, la muerte de tres personas, los disturbios, la represión y el cercenamiento del derecho a la información. La vulneración del derecho a la información ha sido el que mayor conmoción ha causado, a mi modo ver, porque nunca como ahora hay la impresión de que ya, definitivamente, estamos viviendo en dictadura (por mucho de que aún el chavismo respalde a Maduro y haya llegado a la presidencia por votos. ¿Cuánto tiranillo de medio pelo no ha contado con el favor de las masas?), con un gobierno inescrupuloso al cual le interesa solamente exhibir lo que a él le conviene, manipulando groseramente la información.

El guión cubano seguirá: grupos paramilitares (colectivos) para amedrentar y, tal vez, según sea la contingencia y conveniencia, para provocar muertos en las manifestaciones (de ahí que para la elite chavista todos los manifestantes son carne de cañón, así mismo los llaman); toda la televisión chavista volcada en ofender e injuriar a la oposición, llamándola fascista, asesina, cobarde, etc., mientras se habla de paz y amor; grabaciones culpabilizando a la oposición de la violencia o de una conjura militar; y la más gastada de cuantas estratagemas tienen los cubanos: la intervención de Estados Unidos, el financiamiento y la preparación de esos habilidosos muchachos en la experta selección, cuidadoso agarre y lanzamiento especializado de la piedra.

No sabemos a estas alturas lo que pueda ocurrir en las próximas horas, en los próximos días; pero la oposición necesitaba un líder que se resteara y ha encontrado en Leopoldo López la valentía de quien desafía sosteniendo fijamente la mirada y la frente muy en alto, para desesperación de los cubanos, acostumbrados a la mirada servil y de borrego de su propio pueblo.

El Gobierno está desnudo, preocupado de sí mismo, de su poder. Los cubanos ensayan decisiones con nosotros, magnificando eventos, exagerando actos, minimizando detalles e ignorando matices que escapan a su comprensión de extranjeros. Esto no ocurría en Cuba, se dicen, para explicar su torpeza.

@rubdariote

 

 

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