Opinión Internacional

Las audiencias, espacio de tolerancia

En la primera audiencia pública se escucharon propuestas e iniciativas y también discursos, arengas, gritos de vivas y abajos y alguna que otra agresión verbal, actitudes que indudablemente no se deben promover.

Pero tampoco se puede actuar con impaciencia para demostrar inconformidad con esas expresiones, así no estemos de acuerdo con ellas y así la manera no haya sido la mejor. Finalmente, se dejaría en el ambiente la sensación de que no hay actitud de tolerancia, cuando la búsqueda de la paz debe ser precisamente un aprendizaje de tolerancia.

Nadie duda de que en la audiencia del domingo la forma de expresar los desacuerdos de décadas no fue la que todos esperábamos. Que las agresiones no son el camino para decir lo que se piensa y que tenemos que respetarnos los unos a los otros. Pero tenemos que escucharnos, conservar las maneras y tolerarnos. Esa debe ser la regla de oro que no se puede romper en este instrumento diseñado para construir y no para destruir.

Siempre hay una primera vez. Y esta no fue la excepción, porque lo del domingo era el estreno de las audiencias públicas en el proceso de paz y con invitados especiales: las centrales obreras y los gremios económicos del país. Es necesario, de aquí en adelante, ir perfeccionando este mecanismo de participación ciudadana. Que los participantes y los observadores conozcan el reglamento y que haya conciencia de que éste es un espacio privilegiado para quien quiera ayudar en el proceso de paz.

Lo que finalmente vimos fue expresiones de gente que necesitaba “descargar” sus sentimientos e ideas, expresarse, sentirse escuchados y decir lo que no han podido manifestar en muchas ocasiones. Seguramente pensaron que era viable hacerlo en la audiencia y, por ello, acudieron a los gritos. Ya ellos saben que deben acudir es a las propuestas con la fuerza de la razón.

El país espera mucho de las audiencias públicas. Son el canal de participación del pueblo en la construcción de su futuro. Y, por lo tanto, tenemos que cuidar que no se nos filtren saboteadores. Que no lleguen aquellos que en vez de ayudar a construir la paz pretendan torpedearla.

Este es el espacio para las propuestas y no para los discursos; para las iniciativas y no para las intenciones politiqueras. Eso no lo permitirían ni la Mesa de Negociación ni el Comité Temático Nacional ni los colombianos que de manera masiva han enviado y presentado sus propuestas por fax, correo gratuito y electrónico o por vía telefónica.

Son más de mil los ciudadanos que quieren intervenir en las audiencias o ser simplemente observadores. Muchos de ellos se han inscrito y han venido trabajando en propuestas concretas que, se ve, son el producto de estudios serios y responsables. Las audiencias públicas del proceso de paz no pueden defraudarlos. Ese debe ser un compromiso de todos: de quienes las organizan, de quienes participan, de los observadores…

No podemos olvidar que cuando la Mesa ideó este mecanismo lo hizo para estar en contacto directo con los colombianos y, especialmente, para que cada una de sus propuestas ayudara a enriquecer el debate de los negociadores. La Mesa tiene la tarea de lograr los acuerdos que en un futuro se refrenden a través de una Asamblea Constituyente o de cualquier otro mecanismo de expresión popular que ambas partes definamos. Instrumentos que son el final de todo un proceso y no el inicio de uno.

Hoy se realizará una nueva audiencia pública, esta vez con ciudadanos del común. A ellos como a tantos otros que participarán en las audiencias los invito a ser responsables. Y serlo significa trabajar en propuestas, pero también escucharnos con tolerancia y respeto. Es cierto, no hay que temerle a la palabra si su intención es la de construir.

Parece que muchos olvidan que estamos tratando de abrirle caminos a la paz resolviendo, precisamente, 40 años de intolerancia. Por ello, la respuesta a la intolerancia de muchos no puede ser con la misma moneda. De actuar así seguiríamos en la misma guerra.

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