Opinión Internacional

Las taras del invasor

Que uno de los países modelo del mundo, citado por tirios y troyanos como el paraíso de la convivencia, el bienestar y las libertades, se haya convertido en la víctima del terrorismo chovinista da cuenta de la crisis general que vive la Europa de la unión y de la globalización. Se bambolea la experiencia multiculturalista en medio de la debacle económica, resurge el fantasma de los nacionalismos recalcitrantes ante las fricciones provocadas por la inmigración (sobre todo musulmana) y la intolerancia asume la atroz cara del asesinato masivo en la civilizada y abierta sociedad noruega.

Las características del crimen colectivo y los detalles de las ejecuciones de jóvenes menores de 20 años, (militantes del Partido Laborista) en la pequeña y paradisíaca isla de Utoya, a manos de un fanático xenófobo llamado Anders Behring Breivik, traen a la memoria los progroms de finales del siglo XIX y comienzo del XX o La Noche de los Cristales Rotos (1938), cuando el nazismo desató el primer ataque masivo en contra de los judíos alemanes.

Obviamente hay diferencias. En esta oportunidad el ataque no se produjo contra los musulmanes sino contra quienes representan el paradigma de la convivencia, es decir, quienes fomentan, según los integristas de derecha, el fin de la civilización occidental; por ahora no se trata sino de hechos aislados y protagonizados por individualidades que no comprometen el accionar de organizaciones tipo S.A. hitlerianas; a diferencia de las comunidades musulmanas de hoy, los judíos, sobre todo de la Europa central y occidental, se integraban con las sociedades huéspedes, asumían sus formas de vida y, en ocasiones, hasta su religión.

No obstante, la ola nacionalista arropa prácticamente todo el continente, los movimientos de derecha insurgen con renovado vigor y hasta partidos ubicados al centro y a la izquierda del espectro ideológico, consideran, incluyendo mandatarios de países como Francia, Inglaterra y Alemania, que la inmigración está en el fondo de una crisis que amenaza con arruinar el modelo de unión europeo.

Cuando Europa rezumaba prosperidad y crecimiento la presencia de los inmigrantes no sólo no era mal vista, sino necesaria e inevitable. Las abejas volaban (o navegaban) hacia el panal que estaba al otro lado del Mediterráneo (muchas favorecidas por ser nacionales de ex colonias) y acometían los trabajos despreciados por los nativos. Ahora las cosas han cambiado. El paro, el desencanto y la especulación financiera han puesto a los europeos a vivir de nuevo una vieja realidad y con ella han descubierto las taras de una inmigración que consideran una invasión. Y Ander Behring Breivik ha sido el hombre capaz de sacar a flote un atavismo que ya se consideraba enterrado en la memoria de los europeos.

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