Opinión Internacional

Las tiranías no se doman violentamente

Como amante del polo, tuve oportunidad de escuchar a uno de los más exitosos domadores de caballos explicar cuál es la abrumadora tendencia en la doma. Decía -¡y con cuánta razón!- que el ser humano tiene un instinto animal básico que lo hace reaccionar violentamente creyendo que así se encauzan las cosas. Así, cree que el mejor método para domar es la violencia, montarlo al animal en bruto y darle latigazos hasta que se amanse. Pero, por los resultados, va quedando claro que se doman, quizás más lentamente, pero mucho mejor sin violencia.

Esto viene al caso porque el ser humano tiene que superar, este instinto primitivo, en todos los órdenes de la vida y ejercer aquello que lo hace superior: su alma y su razón. Razón que dice –ya lo sabían los clásicos griegos- que la violencia es precisamente aquello que destruye, porque pretende desviar el curso de la sapientísima naturaleza y que, por tanto, jamás obtendrá resultados positivos, siendo que la vida se defiende y construye con métodos pacíficos. Por eso es que a las guerras, contiendas y sanciones, solo las entiende el fanatismo político que tiene que justificar su «autoridad» coactiva.

Las sanciones contra la tiranía cubana, por caso, no tuvieron resultado positivo y encerraron más al pueblo en su isla cárcel. Por el contrario, lo recomendable es la «perestroika» –que terminó con la URSS- y que podría haber comenzado en Cuba, aunque con final lejano. EE.UU. ha atemperado su beligerancia contra el castrismo y lo mismo la UE y, entre tanto, es sugestivo que del malecón habanero haya desaparecido la vieja consigna: «Señores imperialistas, no les tenemos ningún miedo».

Teniendo en cuenta que Cuba está entre los países más conservadores del mundo, son auspiciosas las liberalizaciones como la progresiva reducción del tamaño del Estado, el surgimiento de 455.000 cuentapropistas, la compra venta de vehículos y viviendas, la reforma migratoria, el acceso a la telefonía móvil e internet, la autorización para viajar al extranjero y volver a Cuba para los disidentes, mientras que el economista Hugo Pons asesora a una organización oficial en la que unos 68.000 emprendedores reciben clases de administración y economía de mercado.

De igual modo, las sanciones a Rusia son negativas. Ni EE.UU. ni Japón tienen grandes lazos económicos con Moscú; Europa sí, especialmente en gas y petróleo. El inicio de la crisis ya provocó en Rusia una brutal huida de capitales y un descalabro en la bolsa y el rublo. Si la economía rusa cayera 10 % los daños para Alemania serían de solo medio punto de PIB, según Deutsche Bank. La UE debería reducir la dependencia energética, pese a que ni siquiera durante la guerra fría Moscú se atrevió a cortarle el gas. Además, no estaría mal que reduzcan el disparatado gasto militar europeo, el segundo del mundo, unos US$ 250.000 millones anuales, cinco veces más que China y ocho más que Rusia.

Hablando del tema, precisamente gracias a la tecnología –al fracking- a la razón y no a la violencia, Washington ya no depende del petróleo de Oriente Próximo y, no apelando a empresas estatales –de los políticos- sino a un mercado privado, EE.UU. en 2013 produjo más petróleo del que importó. Para 2015, superará a Arabia Saudí en extracción de crudo y, en 2020, será el mayor productor global. Con lo que debería dejar de apoyar tiranías como la saudí que tan negativa influencia tiene entre los árabes.

 

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