Opinión Internacional

Las víctimas

En memoria de Henry Estrada Gallego, víctima con nombre propio

La experiencia de las víctimas, en el caso del conflicto armado en Colombia, es doblemente negativa. Primero, su identidad frecuentemente se asocia con una totalidad ontológica. Sin mayores diferencias, las víctimas son un montón de objetos que se numeran, se registran en archivos judiciales o se cuentan en inútiles informes. La segunda negación se encuentra en el lenguaje que se les atribuye, bien para describir los acontecimientos que ocasionaron sus muertes (un asesinato selectivo, una masacre) o bien para indicarnos las causas estratégicas que emplearon sus victimarios.

En casos específicos como la masacre de Trujillo (247 víctimas, Tiempo, 7.09.2008); el Salado (66 víctimas, Semana, 1.09.2008). En casi todas las acciones criminales, después de la década de los 80, los informes nos permiten observar el carácter progresivo de las masacres: (1) Las indiferencia del Estado con respecto al agente principal de los crímenes –paramilitares, narcotraficantes, guerrilla- (2) Estrategias compartidas entre los agentes criminales y la Fuerza Pública –batallones que se convierten en campamentos de operaciones- (3) La celebración heroica en los medios del agente principal –Carlos Castaño, Mancuso, Jorge 40, H.H. Don Diego, Martín Llanos-; por contraste, el anonimato de las víctimas; (4) La disponibilidad de recursos en las regiones y la consiguiente operación limpieza del narcotráfico; (5) Las funciones estratégicas del rumor, la información y el informante –generalmente miembro de las propias comunidades o detractores de una de las agrupaciones- (6) Depredación y saqueo de bienes y propiedades –titulación de tierras a nombre de testaferros-; (7) Crímenes selectivos cuyas causas son veladas ideológicamente –aunque en realidad corresponden a venganzas intracomunitarias, celos, infidelidades, traiciones familiares o apropiación de tierras; (8) Desplazamientos de las poblaciones.

Esta condición negativa se halla extrapolada hacia un campo de la experiencia humana que exige individualizar sus rostros, y reparar colectivamente. Las víctimas heredan temporalmente las imágenes de sus victimarios, como sombras fijas sobre las cuales descansa una proyección espacio/temporal. Como si la identidad de las víctimas dependiera de quien fuera el causante de su desgracia. Se trata de observar de qué manera el lenguaje que evoca las masacres tiene como objetivo limitar, restringir o atenuar el daño causado. Las descripciones de estas masacres usan eufemismos, metáforas, analogías o nombres impropios para indicar lo sucedido. De modo que las víctimas no sólo lo han perdido todo frente a sus victimarios, sino también el lenguaje que las evoca. Las víctimas se convierten en una generalidad hegeliana.

Por lo tanto, una reparación genuina requiere identificar casos como el de Trujillo o el Salado, en donde la identidad de las víctimas no quede oculta. Diferenciarlas para comprender las razones por las cuáles la sociedad debe recordarlas. Bien, se trata de aquello que Primo Levi denomina la segunda naturaleza de las víctimas, su oportunidad de ser redimidas. La tensa vinculación de las víctimas con la humanidad, que Dietrich Bonheffer resume en su famosa distinción entre la resistencia y la sumisión. Las víctimas como sujetos específicos que pueden determinar su propia manera de ser.

Pero todo es vano sin acciones concretas. Las víctimas deben ser reparadas en su condición de seres arrancados de los lugares que habitaron. La sociedad debe preservar su memoria con hechos regulares, símbolos y eventos conmemorativos. Un lenguaje que debe ser su propio lenguaje. La reparación en su lenguaje, obligaría a los medios a comprometerse a levantar sus rostros, por encima del heroísmo proyectado sobre sus victimarios. Y el Estado tiene la obligación de reparar colectivamente, reparación que se relaciona con el mínimo de devolverles la tierra a sus familias, con independencia de que estos deseen o no retornar. Las víctimas tienen su propia ley como se recuerda en la Antígona de Sófocles.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te puede interesar
Cerrar
Botón volver arriba