Opinión Internacional

Lecciones de un pequeño gigante

De acuerdo con los cálculos del Banco Mundial, en el año 2011 Corea del Sur ocupaba el puesto número 14 en la lista de las economías más grandes del mundo. La diminuta península de 50 millones de habitantes es 10 veces más pequeña que Venezuela, y el territorio en su mayoría es montañoso e infértil. Al norte, el pequeño gigante goza de relaciones con el régimen medieval del fallecido Kim Jong-il y con el país más grande del mundo, Rusia.

Al oeste se regocijan con la compañía de la segunda economía mundial y sus 1.300 millones de chinos. Y, como si no fuese suficiente, al sureste colindan con sus ex colonizadores y tercera economía, los japoneses. De tener que elegir entre este vecindario y Goliat, David no hubiese vacilado en escoger al gigante filisteo.

La península coreana no tuvo un Simón Bolívar que la liberara de 35 años de ocupación japonesa a principios del siglo XX.

Sus libertadores fueron 2 bombas atómicas, «Little Boy», en Hiroshima, y «Fat Boy», en Nagasaki. Luego de su «independencia» en 1945, a falta de escenario de guerra, las 2 potencias mundiales decidieron resolver sus diferencias ideológicas sobre territorio coreano desatando una guerra civil que desgarró el país; una nación antagónicamente dividida y 400.000 civiles fallecidos fueron su legado.

El monopolio de la verdad instaurado por Kim Il-sung, inauguró en el norte una era de oscurantismo que ha persistido hasta el sol de hoy. El «afortunado» sur padeció casi cuatro décadas bajo el mandato en secuencia de tres déspotas derechistas, hasta que por fin en 1987 un levantamiento nacional conllevó a las primeras elecciones democráticas.

Después de tan desconsoladora y adolorida historia, por favor, alguien explíqueme ¿cómo se convirtió Corea del Sur en un ícono de la democracia y el progreso? Samsung emplea a 220.000 personas alrededor del globo y es el mayor fabricante de productos electrónicos del mundo. ¿Cómo la construyeron? Hace 30 años, el ingreso per cápita era de 1.700 dólares; hoy es alrededor de 24.000.

¿Cuál es la fórmula? Muchos políticos surcoreanos atribuyen el éxito del país a su sistema educativo. El informe PISA ­Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes­ del año 2009, examen destinado a medir el rendimiento educativo alrededor del mundo, evaluó a los estudiantes de 64 países. Corea del Sur obtuvo el primer lugar en lectura, tercero en matemática y cuarto en ciencias. Venezuela no participó.

En 2009, en su viaje a Corea del Sur, el presidente Obama le preguntó a su par surcoreano, Lee Myung-bak, cuál era su reto más grande en educación. Su respuesta fue: «Los padres coreanos se preocupan demasiado por el éxito de sus hijos». En el transcurso de su vida académica, un estudiante surcoreano pasa dos años más en el aula que su homólogo estadounidense. Una familia promedio coreana gasta alrededor de 20% de sus ingresos únicamente en clases particulares para sus hijos. El nivel de exigencia es tal que el Gobierno coreano tuvo que aprobar una ley para prohibir clases particulares en las escuelas después de las 10:00 de la noche. Colegio que no cumpla con el horario estipulado es multado con una cantidad de dinero significativa. El Gobierno, incluso, ofrece una recompensa a las personas que delaten las sedes educativas que incumplan la ley. A quienes el mundo llama «profesores», en Corea del Sur los denominan «constructores de naciones».

De las cenizas de la Segunda Guerra Mundial, a una de las sociedades más seguras, menos corruptas, mejor educadas y más avanzadas del mundo.

Si en verdad existe una fórmula mágica para el éxito, la educación es su indispensable ingrediente.

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