Opinión Internacional

Lo negativo de lo positivo

Las Fuerzas Armadas FF. AA en el caso colombiano parecen completamente blindadas. Blindadas contra la crítica por el manejo de los contratos millonarios que se realizaron durante décadas sin control alguno. Blindadas contra las acusaciones en contra de algunos de sus miembros por el apoyo a paramilitares; blindadas contra pleitos legales por operaciones militares desastrosas como la de la Rochela, Trujillo, Guaitarilla, Cajamarca o Jamundí. Las FF. AA. han sido una institución respetable de la tradición democrática detrás de la cual se han ocultado graves delitos. Hay que avanzar sobre los factores determinantes que convierten a la fuerza pública en una rueda suelta. Diagnosticar y tomar decisiones sobre cómo se va a proseguir con una política de seguridad que garantice también una completa transparencia.

El caso de los montajes previos a la posesión del presidente Uribe fue un asunto aislado, se nos dice. Se realizaron estas acciones criminales por parte de unidades que actuaron por fuera de la institución. Son casos excepcionales que no guardan relación con las FF. AA. O los miembros de la fuerza pública estaban actuando presionados por la necesidad de brindar resultados «positivos». Se nos dice también que se van a tomar todas las medidas de rigor para castigar a los culpables, pero que en nada debe reducirse la confianza en la fuerza pública. Se nos dice que el caso era conocido por los altos mandos un mes antes de su divulgación en los medios, sin que los generales ni el propio presidente dijera este dedo es mío.

Son demasiados los hechos y acontecimientos que deberían ponerse en cuestión. Porque la salida de distraer a la opinión pública con el castigo a dos o tres chivos expiatorios será una respuesta a medias. Lo primero que debe cuestionarse y resolverse con las consecuencias del caso es la responsabilidad directa e indirecta de los implicados. Uno a uno cada agente criminal de estas acciones debe responder ante la justicia ordinaria por los delitos cometidos. Lo segundo es una reevaluación racional de todos y cada uno de los componentes que conforman la agenda de la seguridad democrática del presidente Uribe. Dentro de un ambiente creado por la ansiosa obsesión de seguridad, el presidente ha comprometido a las FF. AA. en una carrera de marchas forzadas para ofrecer resultados. Las FF. AA. manejadas como una empresa de rentabilidades ostensibles. La psicología colectiva de generales, coroneles y mandos medios, vive afectada por esta locura de encontrar en cada ciudadano al enemigo oculto. Y cobrar por encima de los salarios de cualquier trabajador, bonificaciones y recompensas.

Un tercer asunto derivado de estos hechos es la necesidad de adoptar con relativa urgencia medidas que limiten la discrecionalidad que tienen algunos cuerpos de inteligencia. La creación de agrupaciones que gozan de prerrogativas y libertades para llevar a cabo acciones en contra del enemigo nos recuerda tenebrosas organizaciones bautizadas oficialmente por los Estados totalitarios. Y está dejando la impresión de que en materia de organización las FF. AA. son una institución ptolemaica, con entidades que circulan loca e innecesariamente. La creación de falsos incentivos y una política de seguridad a la medida del señor Bush, ofrecen las condiciones ideales a personajes tenebrosos como los que describen estos hechos en Bogotá.

Cuando los generales reciben condecoraciones y premios económicos por encima de cualquier trabajador se nos dice que su consagración y sacrificio por la patria así lo amerita. Los generales, que casi siempre no son quienes ponen el cuero en los campos de batalla y, sin embargo, se lucran con los ingresos de los contribuyentes, suelen estar oportunamente para la foto de los cócteles de la gente bien en Bogotá. Esos generales y jefes de nuestras fuerzas armadas se han pasado de largo durante años frente a los reclamos de sus cuentas por parte de la ciudadanía. Los generales y soldados, policías y cuerpos de seguridad representan una institución, las FF. AA. de Colombia.

Y tendríamos que aprender, institución es una palabra que se usa para proteger, como en este caso, algo que corrompe la propia estructura de la democracia. En la tradición de los Estados modernos el riesgo de convertir al enemigo en parte de las propias filas es grande. Las dudas vienen impuestas por las reflexiones de Carl Schmitt sobre el claroscuro de los Sistemas Constitucionales. Máxime cuando la figura que sobresale como mandatario ha dado espacios a los gamberros para que se sienten a la mesa. Jeremy Bentham, un teórico clásico del Estado de Derecho, denunció con anticipación estas modalidades de política deplorable que abusa primeramente del lenguaje mediante falacias hasta trasformar la realidad en una pesadilla.

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