Opinión Internacional

Los enemigos de la civilización occidental

(AIPE)- El 11 de septiembre marca el comienzo de una nueva era, cuya denominación no conocemos aún, pero definitivamente dejamos atrás el funesto período clintoniano de activismo en las causas de moda, participando en guerras como la de los Balcanes que nada tienen que ver con el bienestar de los norteamericanos y fomentaron profundos odios hacia Estados Unidos. Ahora, más bien, comenzaremos a dar los pasos necesarios en la defensa de la civilización occidental.

Vamos a estar claros, el ataque terrorista contra las torres del World Trade Center es una puñalada trapera contra el capitalismo, simbolizado por los miles de comerciantes, banqueros, corredores de bolsa y aseguradores que trabajaban en esos inmensos edificios, a pocos metros de Wall Street.

Por años hemos sufrido despiadados ataques contra embajadas, la Pan American, Exxon, McDonald’s, etc., a la vez que una creciente violencia en las manifestaciones contra el capitalismo de los nuevos comunistas. La reacción de las autoridades y del mundo empresarial ha sido tratar de apaciguar los ánimos, al tiempo que grandes empresas como British Petroleum-Amoco, Shell, DaimlerChrysler, Ford, CitiGroup y Procter & Gamble creen poder comprar a los enemigos dándoles dinero a las ONG y a las fundaciones de los verdes que quieren retroceder el mundo a la era preindustrial.

Llegó el momento en que Estados Unidos suspenda el financiamiento de esa multitud de organismos de las Naciones Unidas dedicadas a debilitar a este país, empeñadas en repartir la riqueza de americanos trabajadores entre los líderes de docenas de naciones socialistas y autoritarias, pobladas de gente muriéndose de hambre gracias a sus infames gobiernos.

Pero si usted lee los titulares de la prensa y ve las entrevistas en la televisión llega fácilmente a la conclusión que la miseria en el mundo es culpa del capitalismo y de la globalización, mientras que el remedio recomendado jamás es copiar las políticas que le permitieron a Estados Unidos crecer y desarrollarse en el siglo XIX o a Hong Kong en la segunda mitad del siglo XX, es decir, con libertad individual, libre comercio, bajos impuestos, seguridad jurídica y respeto a la propiedad privada. No, el remedio de la ONU, el FMI, el BID, el Banco Mundial y los socialistas de la Unión Europea es aumentar la ayuda externa; es decir, financiar a los malos gobernantes para que éstos puedan mantenerse indefinidamente en el poder, a pesar de que sus infames políticas mantienen hundidos a esos pueblos en la miseria. El último invento es que las Naciones Unidas imponga un impuesto al comercio internacional para que sus dirigentes repartan esos fondos a quienes más lo necesitan.

El gobierno y el pueblo de Estados Unidos tienen que dejar de financiar a toda esa creciente plaga de parásitos que cobran sueldos en los organismos internacionales, quienes con pasaportes diplomáticos y libres de impuestos están dedicados de lleno a destruir las bases del capitalismo y de nuestra civilización occidental.

Las primeras indicaciones apuntan hacia Osama bin Ladin como autor del ataque terrorista más espantoso de la historia, pero todos nuestros enemigos –Arafat, Hussein, Gaddafi, Castro, Chávez, Tirofijo, etc.- están atentos a sacarle provecho a esta tragedia y debilitar a nuestra civilización occidental. Estados Unidos no puede permitirlo, pero tampoco debe darle el gusto a los terroristas procediendo a limitar las libertades civiles de la ciudadanía. ©

* Director de la agencia de prensa AIPE y académico asociado del Cato Institute.

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