Opinión Internacional

Los movimientos sociales y el desafío de pasar a la ofensiva

Los movimientos sociales a nivel planetario están viviendo una etapa tan novedosa como cuestionadora. Su dinamismo y la capacidad de convergencia hacen la diferencia. Así lo afirma en entrevista exclusiva Eric Toussaint, director del Comité por la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo (CADTM), con sede en Bruselas, Bélgica, una de las organizaciones más comprometidas en la reflexión y acción anti-globalizadora. La capacidad dialéctica del análisis de Toussaint, sin embargo, no le permite contentarse con logros parciales o batallas a medias. Para efectivizar la anti-globalización es necesario ejecutar la utopía, que en el plano de la deuda, por ejemplo, implica un no-pago rotundo por parte de las naciones del Sur. Militante y visionario, su análisis anticipa etapas y redescubre el arte de pensar/actuar para poder seguir transformando.

¿ Qué momento transitan hoy los movimientos sociales de América Latina y del Sur: de reconstrucción, de consolidación o una etapa absolutamente nueva?

Es una etapa totalmente nueva. Dado que nunca antes se había dado un proceso
de convergencia de esta magnitud entre los sectores campesinos, sindicatos, nuevos movimientos ciudadanos como ATTAC – Asociación por una Tasa a las Transacciones financieras especulativas para Ayudar a los Ciudadanos-; las organizaciones feministas como la Marcha Mundial de Mujeres-; los grupos indígenas y una nueva generación de jóvenes militantes que renuevan y fortalecen estas iniciativas.

Me animo a decir que nunca en el pasado desde la pos-guerra, se dio una convergencia de esta naturaleza. Para ilustrarlo, sólo señalar el debate vivido en el marco del Foro Social Mundial de Porto Alegre, entre organizaciones rurales agrupadas en Vía Campesina y los grupos más activos del movimiento sindical mundial, entre otros los sindicatos coreanos (KCTU), de Francia (SUD, FSU), la CTA (Confederación de Trabajadores ) de Argentina así como la izquierda de la Central Única de Trabajadores de Brasil.

¿Expresión de una convergencia formal o de contenidos?

Acabo de estar en el País Vasco, invitado por ELA, el sindicato más representativo en Euzkadi (40 % de los votos en las elecciones sindicales en esa región). Hay que recordar que ELA tiene un origen socialcristiano, que fue fundado hace 90 años para
destruir el movimiento socialista, pero que ahora cuenta con una nueva generación de miembros y liderazgo una media de 41 años entre los 36 miembros de la dirección-. ELA se define con una línea radical, nacionalista e internacionalista y participó en las movilizaciones de Praga y en el Foro Social Mundial de Porto Alegre.

Los conceptos y definiciones de ELA son prácticamente, en grandes líneas, los que podría reivindicar la CTERA (Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina) o la CTA. Y eso a pesar que en el País Vasco y en Argentina se
viven realidades totalmente diferentes. Por otra parte, en las intervenciones públicas que tuve allí y en Madrid, los conceptos que vertí en tanto Director del Comité por la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo (CADTM) y los de los compañeros de Vía Campesina que también participaban, se aproximaban muchísimo… A pesar de pequeñas diferencias, reivindicamos discursos e ideas muy próximas.

Insisto: nunca hubo una convergencia de esta naturaleza entre movimientos ligados a clases o sectores diferentes, portadores de historias completamente discímiles, defensores de conceptos ideológicos y plataformas distintas. Y que ahora frente a la globalización identifican enemigos comunes (instituciones, empresas, gobiernos) y combaten las políticas contrarias a los intereses de las oprimidas y los oprimidos del
planeta!

Me permito insistir: ¿esa relativa «homogeneidad» del pensamiento alternativo y contracorriente proviene de un salto de madurez de los diferentes movimientos sociales planetarios o de una falta de creatividad de la izquierda mundial que lleva a muchos actores, en distintos lugares, a repetir «mecánicamente» conceptos semejantes?

No!

Pienso que es una nueva realidad a partir y como respuesta a la globalización. Hubo una unificación política… vamos caminando por senderos semejantes en los distintos rincones del planeta. ¡Es un salto cualitativo de las ideas y de la convergencia!

Para entender este proceso, es clave recordar que estamos viviendo desde hace 20 años una ofensiva brutal del capital contra el trabajo y de las clases gobernantes de los países más industrializados contra los pueblos de los países de la periferia.

Hay una combinación de esas dos maniobras de la ofensiva – que se inició con Thatcher y Reagan- y es evidente que la misma ha traído resultados positivos a sus promotores. Por otra parte, debemos reconocer que esta ofensiva no terminó, continúa. Dos ejemplos: los anuncios de despidos masivos en los países centrales – por parte de empresas multinacionales- que se suceden unos a otros ; y el tipo de resolución actual a la crisis de Argentina y Turquía. Ambos ejemplos muestran con
claridad que las clases dominantes del Norte siguen avanzando tanto sobre los pueblos de las naciones periféricas como sobre los asalariados del norte más industrializado. Pero también indican que las clases dominantes de los países periféricos, sea la burguesía argentina o turca, hacen frente común con las clases dominantes de los países más industrializados. No hay hoy un proyecto populista o desarrollista de parte de los sectores dominantes de los países del Sur.

Vuelvo a mi análisis anterior. La convergencia de los movimientos sociales surge como consecuencia y resultado de esta ofensiva. Y esa convergencia se da luego de una fermentación significativa de los movimientos sociales en el marco de una
crisis de orientación de las izquierdas, tal como lo ejemplifica en América Latina la crisis actual de ideas del Foro de San Pablo (ndr: plataforma de los principales partidos de izquierda del continente que en su momento fue un marco significativo de debate político/ideológico de avanzada)

Es decir…

Como a la política no le gusta los vacíos, los movimientos sociales en esta etapa de defensiva están llenando el vacío dejado por la izquierda. Eran movimientos que se preocupaban, hasta hace poco, sobre todo, por la defensa de los intereses de sus respectivos sectores y que ahora se proyectan a un nivel más global y de conjunto, intentando encontrar respuestas en común.

¿Según esa interpretación el surgimiento de estos nuevos actores sociales permitiría pensar en la resolución de la crisis de ideas de la izquierda «tradicional»?

No quiero decir esto tan tajantemente. Y no pienso que no se necesiten partidos de izquierda. No es mi conclusión. Simplemente, lo que subrayo, es que hoy por hoy hay
movimientos sociales más radicales y más capaces de tomar iniciativas que la mayoría de los partidos de izquierda a nivel mundial. Por ejemplo, siento que el Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra de Brasil (MST) es más capaz y tiene más voluntad de tomar iniciativas a favor de los oprimidos que el mismo Partido de los Trabajadores… Esto sin hablar de las crisis del Frente Sandinista de Nicaragua, del FMLN salvadoreño o de la URNG de Guatemala, que viven una tendencia evolutiva preocupante.

Así y todo no creo que los movimientos sociales estén en la capacidad de dar respuestas a todas las preguntas. Pero pienso que en esta etapa de la lucha son, en muchos casos, los más consecuentes con la necesidad de organizar la resistencia y preparar las condiciones para pasar a la contraofensiva contra el capital.

¿En este marco de fondo de la reflexión, cuál es el espacio para los partidos de izquierda y cuál el de los movimientos sociales?

No tengo una idea acabada al respecto como para adelantar opciones definitivas. Pienso que en algunos países es preciso refundar partidos de izquierda radical a partir de movimientos sociales pero manteniendo una estricta diferencia entre movimiento y partido.

No creo, sin embargo, que sea adecuado transformar los movimientos sociales en
partidos. Si no, especialmente, apoyar la formación de partidos de los trabajadores, de los oprimidos, sean éstos campesinos, obreros, maestros etc. Estoy seguro que hay fuerzas de izquierda que, incluso, estarían dispuestas a participar de este proceso sin exigir liderazgos de ningún tipo.

El movimiento social no tiene el mismo nivel de exigencia que los partidos de izquierda. Sobre todo es diferente la relación de unos y otros con el poder. Un partido político tiene una estrategia de relacionarse o de tomar el poder. Para los movimientos sociales no es la finalidad primera. Creo, a ese nivel, que la postura del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) de Chiapas tiene que ver con la experiencia traumatizante de una izquierda obsesionada por llegar al poder por cualquier medio y pagando cualquier precio… Pero tampoco estoy convencido de la respuesta del EZLN.

Acabo de estar en Brasil y sentí muy fuerte la exigencia de los dirigentes sociales de base y medios a mantener la autonomía hacia el principal partido de izquierda… ¿Considera saludable esta visión?

Absolutamente. Estoy totalmente de acuerdo con esa autonomía. Esto no debe significar, sin embargo, que los movimientos sociales dejen de apoyar a partidos que pueden permitir el avance de la lucha. Pero manteniendo su autonomía.

Seattle, Washington, Praga, Porto Alegre, Québec… ¿Hacia dónde deben dirigirse los próximos pasos del movimiento anti-globalización planetario?

Con la declaración final de los Movimientos Sociales en Porto Alegre – que no es el documento final del Foro porque no existió tal documento- llegamos a un punto importante de acuerdo. Pienso que es uno de los consensos más altos logrados en la etapa y uno de los productos mejores que hayamos podido conseguir.

La cuestión ahora pasa por apropiarse realmente del contenido de esa Declaración. Puede ser mejorada, enmendada, en el futuro… Pero en sí mismo ese documento habla de un avance importante. Hay que mejorar la coordinación entre movimientos aunque no me parece apropiado en este momento crear una superestructura internacional, que sería artificial, apresurada y traería más problemas que
soluciones.

Luego de la movilización contra el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) de Québec, vienen otras convocatorias: Génova en julio próximo, donde se reunirá el G8 (las siete naciones más enriquecidas del planeta y Rusia); Washington a final de setiembre (asamblea del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional); Qatar, a inicios de noviembre, para albergar la Organización Mundial del Comercio.

Son todas citas muy importantes para el movimiento anti-globalización neo-liberal. Debemos ser capaces de movilizarnos en esas convocatorias, apropiándonos prácticamente de la Declaración de Porto Alegre.

Por otra parte, debemos impulsar en los países y regiones, campañas ligadas a los
puntos principales de esa Declaración. Para mí, por ejemplo, es central todo lo que se refiere a la movilización anti-deuda externa del Sur. No se trata sólo de sensibilizar sobre la cuestión sino de dar un paso adelante y definir iniciativas concretas. Nada podemos esperar del Fondo Monetario o del Banco Mundial . Tampoco del G8. ¡Es el momento en que hay que impulsar seriamente el no-pago!

(%=Image(7683911,»L»)%)Nosotros, como movimientos internacionales, yo como militante del norte, debemos luchar y presionar a los poderosos del norte y reducir el margen de maniobra de éstos en caso que los países deudores decidieran acabar con el pago. Países importantes como Argentina, que debe desembolsar este año 20 mil millones de dólares, estarían perfectamente en condiciones de desafiar al imperio. ¿Porqué aseguro esto? Porqué si Argentina declarara «no pagamos la deuda externa» esa decisión provocaría un verdadero trauma en el norte.

¿Paradójicamente, a más deuda externa más contra-poder de negociación en
caso que existiera la voluntad política de hacerlo?

Sin duda alguna. Sólo Argentina, con lo que tiene que pagar este año, podría desestabilizar y obligar al norte a negociar otras condiciones. Ni que hablar lo que significaría un frente de no-pago de la deuda integrado por Argentina y Brasil o , aún más, un frente latinoamericano…

Sé que para algunos partidos y movimientos esta idea les suena irrealista. De mi
parte, pienso que es la única opción objetivamente realista. Si como movimiento anti-globalización no atacamos cuestiones de fondo, nos quedaremos en batallas parciales, importantes pero defensivas y sin poder pasar a la verdadera contraofensiva anti-globalización.

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