Opinión Internacional

Los peligros de la pobreza

Resulta paradójico que al saliente director del FMI, Michel Camdessus, le lancen un pastel a la cara, al mejor estilo de las viejas películas de Hollywood, justo después de pronunciar un discurso en un tono muy diferente de lo que ha sido la posición tradicional del Fondo: la pobreza, dijo, es la peor amenaza que enfrenta el mundo.

Lo ocurrido en Bangkok (Tailandia), donde se llevó a cabo el pasado fin de semana una conferencia de la Unctad, confirma que el mundo está revisando el optimismo desaforado con el que hasta hace poco evaluaba la globalización de la economía.

Así se desprende de las consignas emanadas del tumulto de donde salió el ‘tortazo’ contra Camdessus -quien dejó el lunes pasado su influyente cargo después de 13 años -, en una especie de segundo capítulo de la historia que comenzó en diciembre pasado con las protestas callejeras contra una reunión al más alto nivel de la Organización Mundial de Comercio.

Ya se habla del “espíritu de Seattle” para describir la ola de insatisfacción que se ha formado contra algunos resultados de la globalización. La miseria aumenta en el mundo, así como las desigualdades entre ricos y pobres, tanto de países como de ciudadanos dentro de las sociedades nacionales.

Por supuesto, no todas las últimas noticias han sido negativas. El momento más angustioso de la crisis financiera que sacudió al Asia parece superado, el crecimiento de la producción ha regresado a niveles aceptables, sobre todo en las naciones más desarrolladas, y las operaciones de salvación del FMI en 1999 fueron sustancialmente inferiores a las del año anterior.

Pero esto no es suficiente. Cuando las voces de alarma ya no provienen solo de Ong y de partidos de izquierda, sino también del director del FMI, es porque los peligros son evidentes. Y porque se reconoce que la estabilidad financiera internacional depende tanto de la economía propiamente dicha como del alivio de las tensiones sociales, del fortalecimiento institucional y de la estabilidad política.

Es bien sabido que si se producen nuevas crisis en los próximos meses, los países más pobres llevarán la peor parte. Así lo indican las tendencias actuales y el persistente desequilibrio en el comercio y el acceso al conocimiento científico y tecnológico.

El debate sobre los mejores caminos para alcanzar el desarrollo económico se encuentra en una etapa de revaluación. El crecimiento de la producción, donde se centraron los esfuerzos de autoridades y gobiernos en los últimos años, no basta por sí solo: es necesario hacerlo compatible con la reducción de la miseria y la preservación del ambiente natural y de los valores culturales y sociales. Para lo cual, tanto en el Norte rico como en el Sur atrasado debe existir claridad sobre la necesidad de invertir recursos en educación y salud y de imponerle severos límites al gasto en equipo militar.

Son ideas que cada vez reúnen un mayor apoyo político y que están generando una visión más realista de la situación mundial. Sencillamente, los beneficios del desarrollo en la última década se han distribuido en forma demasiado desigual. Y como lo dijo Camdessus en una de sus últimas frases como director del FMI, “si se deja a los pobres sin esperanza, la miseria socavará la estructura de las sociedades a través de la confrontación, la violencia y el desorden social” . Son los gajes de la interdependencia.

Tomado de (%=Link(«http://www.eltiempo.com.co/»,»El Tiempo»)%) de Colombia del 17 de febrero de 2000

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