Opinión Internacional

Lula, el inefable

No he compartido ni compartiré la percepción transmitida por algunos políticos de cierta izquierda nativa, para quienes existen dos izquierdas, perfectamente desvinculadas y atentas a proyectos estratégicos antinómicos: la mala, borbónica y trasnochada, que sufrimos en todo su esplendor desde febrero de 1999 – golpista, militarista, caudillesca, totalitaria – y la buena, que resplandece desde Brasilia y al parecer sólo para uso interno brasileño – democrática, civilista, parlamentaria, progresista y modernizadora. He sostenido, y sostengo, que tales izquierdas son brazos de un mismo cuerpo, perfectamente ensamblados en un proyecto estratégico que apunta a desbancar a las burguesías latinoamericanas, desplazar la hegemonía norteamericana y avanzar hacia la consolidación de un proyecto de dominación continental made in Brasilia. Desde esa perspectiva no estamos ante alternativas contrapuestas y existenciales, sino ante caras diversas de un mismo poliedro. Esculpido con delectación desde el Foro de Sao Paulo, matriz de este monstruo de dos espaldas. Con un rostro demoníaco y otro angelical.

Llevado a la metáfora de la novela negra, estamos ante el policía bueno y el policía malo, el que tortura y reprime y el que convence con promesas procesales. Empujados a la verdad, asoma en ambos la misma canallada. De allí el entendimiento profundo entre Lula y su cerebro gris Marco Aurelio García con Chávez y el suyo, Alí Rodríguez Araque. Detrás de ambos mandatarios gobierna la mano férrea del castrismo, capaz de manejar un país sub imperialista con un pie en el primer mundo, ante el cual tender las celadas de la cooperación y el entendimiento, y una hacienda petrolera carcomida por la inmundicia del subdesarrollo, en la cual hundir las garras hasta llegarle a las vísceras.

No basta ni es suficiente el conocimiento íntimo de los personajes en cuestión – trostkistas y castristas hasta la médula – para comprender el regusto a totalitarismo y el desprecio olímpico por las democracias que manifiestan en cuanto se les suelta el moño. Sin Chávez, esto es: sin Castro, jamás hubiera habido Lula. Ni Evo Morales, ni Correa ni Daniel Ortega. Ni Lula, ni García ni el PT jamás serán aliados auténticos y de corazón de los demócratas latinoamericanos. Ni Chávez ni Alí Rodríguez Araque jamás transitarán la zona vedada que separa las dictaduras de las democracias.

Suelten a Lula fuera de sus fronteras y ya lo tienen cediéndole la embajada del Brasil a un golpista corrupto y vendido al castro chavismo, como Zelaya. Déjenlo hablar sin tapujos y lo tendrán en Londres enfrentándose a los Estados Unidos, aunque a lo pisa bajito. Reclamando contra las bases norteamericanas en Colombia y ofreciendo el paraguas de su mediación para impedir la caída de Chávez o entorpecer la derrota del payaso hondureño. Lula no dirá ni pío ante las dictaduras de su familia, pero armará el gallinero en cuanto lo enfrenten a un Pinochet. Por una sencilla razón: Lula es el propio gendarme civilizado de los Castro. El guante de terciopelo. La democracia burguesa le importa un pepino. La acepta porque no tiene más remedio. Lo que espera de ella en el largo plazo es asunto guardado en los más íntimos de sus recovecos. No es Micheletti quien sirve a su proyecto estratégico: desbancar a los Estados Unidos. Quien podría cumplir a cabalidad tan función es el otro, el golpista, Zelaya. Tener en el corazón de Colombia la espina clavada de la vigilancia satelital y tecnológica que impida el paseo del narcotráfico por Venezuela y las idas y venidas del terrorismo iraní no es del gusto de Lula. ¿Por qué será? Por que no acepta otra tuición que la de los Castros. Y en cuanto a los yanquis, con un pañuelo en la nariz. Todo lo demás son pendejadas.

Chávez conoce de esas intimidades. Él, el guante de hierro. Él, el financista. Él, el hijo dilecto encargado de la herencia. Derrotar a Lula en el Brasil es un paso indispensable si queremos avanzar en la cruzada estratégica contra la tiranía. Como derrotar a los Kirchner y derrotar al socialismo neo chavista chileno. Y a Evo, Correa y Daniel Ortega. Sólo así podremos desmontar la avanzada del terrorismo castrista en América Latina. Comprenderlo es de vital necesidad. Dios ayuda a comprenderlo.

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