Opinión Internacional

Maduro entre la espada de la justicia y la pared del pueblo

Ahora las cosas están más feas que de costumbre para los chavistas encumbrados y eso debe tener temblando a más de uno de aquellos que tienen negocios con los rojo-rojitos. La historia de estos días es como sigue. El Senador norteamericano Marco Rubio presentó un proyecto de ley para sancionar a una lista de funcionarios que, por sus capacidades de violentar los derechos humanos de los venezolanos se han destacado últimamente. Estos ‘ilustres’ funcionarios, de aprobarse la ley, verán confiscados sus bienes en los Estados Unidos, les serán removidas las visas norteamericanas y se les impedirá seguir haciendo negocios en ese país.

Eso de ser corrupto y violar derechos que desde el punto de vista de todo buen revolucionario bolivariano ni siquiera debiese existir, tiene tan preocupado a Maduro que ya sacó a El Libertador en su defensa expresando que “al pueblo de Bolívar no lo para sanciones de ningún imperio”, y la propia fiscal imputada en la lista, las calificó de insolentes.

Ya la comisión de diputados norteamericanos en la que se presentó el proyecto de ley la aprobó e irá a la cámara en los próximos días, así que lo que debe estar en plena efervescencia de ventas son palanganas para poner las barbas en remojo.

Por otro lado, Human Right Watch afirma que durante las protestas en Venezuela el gobierno de Maduro ha violado los derechos humanos, postura que también ha puesto sobre la mesa las Naciones Unidas, así pues que el gobierno de Maduro está en entredicho. No tiene credibilidad internacional y, lo que es peor, como tampoco tiene recursos económicos para seguir comprando voluntades, está entre la espada de la justicia y la pared de un pueblo que está harto de ser maltratado.

Además, está el tema de las universidades. El acoso que ha estado recibiendo el mundo universitario, sobre todo la Universidad Católica Andrés Bello, inclusive por parte de las comunidades vecinas –a las que la UCAB ha atendido con solícita entrega durante años– clama por decencia. Son estas protestas producto del calentamiento político del grupo de chavistas que, desconociendo lo que las instituciones privadas hacen por el pueblo, les ponen grabaciones de los cantos de sirenas que el gobierno ha estado tocando desde hace tres lustros y con eso bailan los inocentes encamisados de rojo.

Venezuela está hirviendo. Lamentablemente hirviendo. Y ese hervor salpica todo lo que está alrededor. Se escalda a todo el pueblo, se quema el gobierno, se destapa la olla de la corrupción, se ponen en evidencia lo que desde hace tanto tiempo se destaca en los medios de comunicación: la podredumbre de una nación.

Las voces, proclamas y protestas de los estudiantes han levando –una vez más– el velo que cubre los ojos de la comunidad internacional y, por lo visto, las acciones que han hecho los venezolanos en Washington han demostrado que existe, al menos, capacidad de ocuparse de los asuntos de un país que, desde hace mucho, clama por justicia.

Los funcionarios, los secuaces de esos funcionarios, los políticos advenedizos en sus compases finales, deben tener en cuenta que por mucho que se esfuercen en ocultar sus fechorías, están quedando al descubierto, este día que es el menos pensado.

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