Opinión Internacional

Mensaje del Presidente Simón Peres ante el Parlamento Aleman, Bundestag

En conmemoración del Día Internacional de la Shoa

 27 de enero, 2010.

Sr. Presidente, 

Sra. Kohler,

Sr. Presidente del Bundestag,

Sra. Canciller,

Sr. Presidente del Bundesrat,

Sr. Presidente de la Corte Federal Constitucional,

Profesor Tych,

Honorables miembros,

Su Excelencia,

Honorables invitados,

Me presento hoy, ante ustedes, como Presidente del Estado de Israel, Hogar del Pueblo Judío. Y, mientras mi corazón se quiebra frente a los recuerdos del terrible pasado, mis ojos se orientan hacia el futuro común de un mundo joven, de un mundo libre de todo odio; un mundo en el que las palabras «guerra» y «antisemitismo» sean palabras muertas.

Mis Honorables;

En la tradición judía, que nos acompaña desde hace miles de años, encontramos una oración en arameo, que es pronunciada en memoria del muerto, en memoria del padre y la madre, de hijos e hijas, hermanos y hermanas. Esa oración,  antiquísima,  que no alcanzaron a pronunciar ni escuchar las madres cuyos bebés fueron arrancados de sus brazos, los padres que acompañaron con mirada de espanto a sus hijos arrastrados hacia las cámaras de gas ni  los niños elevados en las cenizas del crematorio.  Desde esa condición, Damas y Caballeros, pido pronunciar las primeras palabras de esa oración, aquí y ahora, en nombre del Pueblo Judío y en recuerdo y memoria de los 6 millones que se convirtieron en cenizas. 

Itgadal veitkadash shme rabá ,
Bealmá divrá jiruté veiamlij maljuté,
Veiatzmaj purkané, vikarev meshijé.
Bejaieijón uveiomeijón , uvejaiei dejol beit Israel
Baagalá uvizmán kariv, veimrú Amén.
Iehé shme rabá mevaraj Leálam uLeálmei almaiá.

Itbaraj veishtabaj, veitpaar,

Exaltado y santificado sea Su gran Nombre en el mundo que El ha creado según Su voluntad.

 Que El establezca Su reino, haga florecer Su redención y aproxime la venida de Su Mashiaj durante nuestros días y vuestros días y en vida de toda la Casa de Israel, rápidamente y en una época cercana y decid, Amén.

 Sea Su glorioso nombre bendecido por siempre y por toda la eternidad. Alabado, enaltecido, honrado, loado y venerado sea el nombre del Santo, Bendito Sea,

Y la oración termina con palabras que se convirtieron en el Estado de Israel, en un símbolo del sueño, en el mundo judío:

 Osé shalom bimromav, hu berajamav/ iaasé shalom aleinu/ veal kol Israel, veimrú Amén

El que hace la paz en los cielos, hará la paz sobre nosotros y sobre
todo Israel y decid Amén
.

Mis amigos,

Delegados del Pueblo Alemán y sus representantes,

En el Estado de Israel y a lo largo del mundo, los sobrevivientes de la Shoa se alejan, lentamente, de la tierra de la vida. Su número disminuye día a día. Y, al mismo tiempo, aún viven, sobre la tierra alemana, en Europa y en otros sitios del mundo, aquellos que se ocuparon de la tarea más vil sobre la tierra, El Holocausto. Les pido, por favor, hagan todo para someterlos a  juicio.

No se trata de venganza.

Es  hora de educar.

Es  hora de gracia para la joven generación en todo lugar.

Que lo recuerde. Que no olvide. Que conozca lo que sucedió y que nunca, pero nunca, se le ocurra, que existe otra posibilidad más allá de la paz, la conciliación y el amor.

Hoy, el Día Internacional de Recordación a las Victimas de la Shoa, es el día en que el sol alumbró, por primera vez, hace 65 años, luego de seis años de oscuridad y sus rayos revelaron, ante los ojos de todos, la magnitud de la destrucción a mi pueblo.

El mismo día, el humo aún sobrevolaba por sobre los crematorios desmantelados y las manchas de sangre y polvo regaban, todavía, con densidad  el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau. Las vías del tren en silencio. La «rampa de selección», vacía. Sobre el monstruoso valle  reinaba la mentirosa calma. El oído solo podía captar el silencio  pero, desde la profundidad de la tierra congelada, surgía el grito que rompía el corazón de la humanidad y llegaba hasta el silencioso e indiferente cielo.

El 27 de enero de 1945 llegó al mundo demasiado tarde. 6 millones de judíos ya no estaban con vida.  

Éste día simboliza no solo la unidad con el recuerdo de los asesinados, no solo la limpieza de la conciencia humana hacia el horror más allá de lo entendible sino, también,  la tragedia en la tardanza; la lección del período de tiempo en el que,  la opinión mundial,  quedó bajo las llamas y la industria de la muerte actuó, día tras día, años tras año, sin molestias.

Tres años antes, el 20 de enero de 1942, no  lejos de aquí, en la villa de  Wannsee, a orillas del bello lago, un grupo de importantes generales y comandantes, bajo la dirección de Reinhard Heydrich, se reunieron para organizar y coordinar la puesta en práctica del  programa  «Solución Final del «Problema Judío».

Adolph Eichmann aplicó, al pie de la letra,  el documento que detallaba la población destinada a  la deportación y el  aniquilamiento en la que se incluían todos los judíos del continente europeo; desde los tres millones que vivían en Polonia, Ucrania y en la ex Unión Soviética hasta los 200 judíos que vivían en la pequeña Albania.  11 millones de judíos fueron señalados para morir.  Los nazis eran eficientes y,  desde la villa de  Wannsee, el camino condujo a Auschwitz, a las cámaras de gas y los crematorios.

 Estoy frente a ustedes, éste día y en éste lugar, mis respetados Líderes y Representantes de la otra Alemania, la democrática, como representante del Estado Judío, Estado de los Sobrevivientes, Estado de Israel.

Siento el tremendo peso y la grandeza de esa posición. Confío y espero que sientan como yo. Por un instante, coloco, ante mis ojos,  la imponente imagen de mi abuelo, Rabbi Zvi Meltzer, de quien tuve el privilegio de ser su amado nieto.  

Fue mi maestro y educador. Me enseñó la Biblia. Lo veo con su blanca barba y sus negras cejas, envuelto en el manto ritual, entre el público observante en la sinagoga,  en mi pueblo de nacimiento, Vishniev, en Bielorrusia. Me sumaba entonces, a un lado de su manto y escuchaba,  con fascinación,  su transparente voz. Aún resuena en mis oídos en la oración de Kol Nidre del Día del Perdón, los momentos e instantes fijados, según su creencia,  por el Creador del Mundo, quién vivirá y quién morirá.

Lo recuerdo parado en la terminal del ferrocarril que me condujo a mí, un niño de 11 años, desde el pueblo hacia el Estado de Israel.

Recuerdo su emocionado abrazo.

Recuerdo las últimas palabras y los preceptos que le escuché decir: «Mi niño, permanece judío, por siempre!”

El tren hizo sonar su bocina y comenzó su marcha.

Observé – desde la ventana – a mi  abuelo  hasta que su imagen despareció. Fue la última vez que lo vi.

Cuando llegaron los nazis a Vishniev ordenaron, a todos los miembros de la comunidad, reunirse en la sinagoga. Mi abuelo marchó primero, envuelto en el mismo manto ritual dentro del cual me envolvía de niño y, su familia, con él. Las puertas fueron cerradas por fuera y el fuego se apoderó de la estructura de madera. De  toda la comunidad, sólo  quedó el humo. Nadie sobrevivió.

Mis Honorables;

 La Shoa despierta preguntas sobre la profundidad del alma humana.

 ¿Hasta dónde puede llegar el mal que habita en los hombres?

¿Hasta dónde puede llegar el silencio del pueblo que sabe de cultura y respeta la lógica?

 ¿Cuántas desgracias es posible provocar?

 ¿Silenciar la conciencia moral?

¿Silenciar un lógico balance?

¿Cómo puede un pueblo verse, a sí mismo, como hijo del «Racismo Supremo» y a su prójimo como a una creación nula?

 Y persiste la pregunta actual, ¿por qué el nazismo vio en la existencia judía un peligro tan grande e inmediato?

¿Qué movilizó a los nazis a destinar tantos recursos hacia la industria de la muerte ?

¿Qué sentido vieron los nazis en continuar, y perseverar, en  ello hasta el final, incluso cuando su causa ya se diluía en el horizonte?

 ¿Acaso el poder judío amenazaba con frenar al «Reich de los Cien Años?

¿Acaso podía un pueblo perseguido frenar la destructiva maquinaria nazi de matar?

¿Cuántas divisas tenía la comunidad judía en Europa?

¿Cuántos tanques, aviones de combate, cuántos rifles?

Damas y Caballeros,

Es imposible definir al odio nazi, simplemente,  como «antisemitismo». Es una definición banal. No explica el hervor asesino vital; la forzada determinación del régimen nazi por eliminar a los judíos. 

¿Acaso la guerra no estaba destinada al control sobre Europa y no para hacer cuentas con la historia judía? 

 Y, parece que éramos nosotros, los judíos, una terrible amenaza a los ojos del régimen hitleriano.

No se trataba de una amenaza militar sino de una amenaza moral.

Frente al anhelo que negaba nuestra fe, que todo hombre nace a la sombra de

D-os, que todos son  iguales ante D-os, iguales como seres humanos y que el judío, aún estando libre de armas, contaría con la gracia divina.

 Desde el día que nació el pueblo judío, ordenamos: «No Matarás!» y «Ama a tu prójimo como a ti mismo», en todas las situaciones, en todos los lugares.

A ese judío inocente, que cree en esos preceptos,  lo veo – en este momento – ante mis ojos  en la figura de mi buen abuelo, el recto y querido hombre. Los nazis intentaron convertirlo en un demonio, no un hombre. Lo cremaron en vida  a él y a sus hermanos. El fuego quemó sus cuerpos. No su espíritu.

Intentaron describir a mi pueblo en terribles películas de propaganda, como parásitos, como ratas enfermas, como propagadores de enfermedades. Los nazis olvidaron, e hicieron olvidar, los valores de justicia y misericordia.

Como judío, porto siempre el sello del dolor de la Shoa de mis hermanos y hermanas.

Como israelí lamento la trágica demora de la creación del Estado de los Judíos, que dejó a mi pueblo sin costas seguras.

Como abuelo, soy capaz de superar la pérdida de un millón y medio de niños, el potencial humano y creativo más importante  en condiciones de modificar el destino de Israel.

Estoy orgulloso de ser el más acérrimo enemigo del mal nazi.

Estoy orgulloso de la herencia de nuestros antepasados, la total oposición a la Biblia del racismo.

Estoy orgulloso del levantamiento de Israel, la respuesta moral e histórica al intento de borrar al pueblo judío de la faz de la tierra.

Le agradezco a D-os que algunos pueblos se hayan levantado y frenaran la locura, la maldad y la masacre.

La Shoa debe permanecer frente a los ojos y la conciencia de la humanidad como una grave alerta eterna; como una orden que compromete al respeto por la vida, la igualdad entre los hombres, la libertad y la paz. No debe verse – en el asesinato de los judíos de Europa en manos de Alemania nazi –  una especie de «agujero negro» astronómico, una estrella de la muerte que traga la luz, que reúne en su interior – como unidad – el pasado y el futuro. Está prohibido que la Shoa sea,  ante los ojos de todos, una barrera a la fe en el bien, en la esperanza, en la vida.

Me pregunto hoy, en el Día Internacional de la Shoa, ¿cómo querría el judaísmo europeo que lo recordáramos? ¿Quizás solo a través del humo de los crematorios? ¿O, quizás, sea correcto recordar la vida que antecedió a la Shoa?

Si existe – para los millones de judíos de Europa-  una voz colectiva;  esa voz nos llama,  a nosotros y a ustedes, a mirar hacia delante; ser  los que pudieran haber sido las víctimas y no fue; reconstruir lo perdido. ¿Acaso la creación de los judíos alemanes, que se identificaban con su país y cuyo aporte a la cultura, a la ciencia, la economía, la posición general de Alemania no  fue tan grande, sin relación al tamaño de la comunidad?

 ¿Acaso los judíos europeos no promovieron y desarrollaron la ciencia, la tecnología, la economía, la literatura y el arte de este continente?.

Ellos lo hicieron porque, después de haber sido expulsados de su tierra, se vieron obligados a ser un pueblo nómade, conocedor del Libro; artesanos y comerciantes en varias lenguas; un  pueblo bendecido con médicos, escritores, científicos y artistas; un  pueblo bendecido con personalidades que maquillaron la cultura de Alemania y aportaron al mundo todo.

Me conmueve el  pensar  en la enorme corriente de pensadores e inventores que surgieron de la profundidad de la aldea judía, del gueto judío, de los hogares de la burguesía judía, desde el momento en que – a los judíos-  se les permitió el ingreso a las universidades. Como en una sesión de magia, nos surgieron Albert Einstein, Sigmund Freud, Martín Buber, Carl Marx, Hermann Cohen, Hanna Arendt, Heinrich Heine y Moshe Mendelsohn, Rosa de Luxemburgo, Walter Rathenau, Stefan Zweig y Walter Benjamin que tienen, en  común – a pesar de ser  personalidades tan diferentes-  el enorme aporte al pensamiento de la humanidad; su contribución  a la modernidad en su camino excepcional. Ellos orientaron la mirada alemana, europea y mundial hacia un nuevo futuro.

Y, ahora, aprendieron la lección que dice: «Nunca más», no más Biblia del racismo; no  más sentimientos de superioridad; no  más autoridad divina a la provocación, el asesinato, a la violación de la ley; a la negación de la Shoa y de

D-os; no  más abstinencia de una dictadura sedienta de sangre, escondida detrás de máscaras demagógicas y, sobre ellas, consignas de muerte.

Mis amigos,

Representantes del Pueblo Alemán,

Las amenazas de exterminio de un pueblo y de un estado son oídas a la sombra del desarrollo de armas de exterminio masivo, en manos desequilibradas, con una idea insensata, con un lenguaje mentiroso. Para evitar otra Shoa, nuestro compromiso es educar a nuestros hijos a respetar la vida humana y mantener relaciones entre los pueblos a través de la paz; respetar la cultura particular y los valores universales; imprimir cada vez la lista de los Diez Mandamientos, encender las luces, orientar los telescopios y microscopios que iluminen los escondites de la ciencia, que encierran los remedios del hombre y de su alma; alimentos para los pobres, agua para los sedientos, aire para respirar.

Sabiduría para la humanidad.

Con el fin del Mandato Británico, Ben Gurion, líder de la nación renovada, declaró la creación del Estado de Israel. Los árabes rechazaron la resolución de Naciones Unidas y sus ejércitos atacaron a Israel. Y, entonces, algunas horas después de la Declaración, en el momento de nacer, siete ejércitos árabes atacaron a Israel para destruirla. Los enfrentamos solos. No teníamos aliados ni respaldos. Esa era  la única esperanza que quedaba para el pueblo judío. Si hubiéramos perdido esa batalla, hubiera sido el fin de nuestro pueblo.

El Ejército de Defensa de Israel ganó esa enorme campaña, mientras la justicia histórica y la valentía humana permanecieron unidas. En ese ejército, en esa guerra, sirvieron los sobrevivientes de la Shoa que habían llegado a las costas y  se enrolaron durante los combates. Parte de ellos cayó bajo fuego.

Mientras se reponía de las heridas de la guerra, la pequeña Israel comenzó con su primera prioridad de abrir sus puertas a los sobrevivientes de la Shoa y a los refugiados judíos de los estados árabes. Para ellos, todas las otras puertas estaban cerradas.

Mis Honorables,

Recordamos bien el día en que aún,  en el colapso de nuestra sangre, llegó la ayuda, del lugar menos pensado, de la nueva Alemania. Dos líderes de estatura histórica, se dieron la mano, desde ambos lados del abismo: el Canciller Konrad Adenauer, padre de la Alemania Federal Democrática y David Ben Gurion,  padre fundador y Primer Ministro del Estado de Israel.  El 27 de septiembre de 1951, Adenauer habló sobre la tarima del Bundestag sobre  la responsabilidad del pueblo alemán por los delitos del Tercer Reich hacia el pueblo judío; sobre la disposición de su gobierno por restituir los bienes judíos robados y la ayuda al levantamiento del Estado de Israel.

La decisión del gobierno de Israel de mantener negociaciones directas con el gobierno de Alemania despertó una tormenta, que no habíamos conocido en el mundo judío. Sobrevivientes –  en cuyos brazos se tatuaron los números de la muerte en los campos de exterminio-  fueron parte de las piedras en la Knesset y se contaron   entre los que no apoyaron a Ben Gurion. Pero Ben Gurion se mantuvo en sus ideas: hay una Alemania distinta. Con ella hablaremos sobre el futuro, no solo sobre el pasado. La doliente Kneset dio su aprobación. Los pagos de Alemania ayudaron a sacar a Israel de su miseria y aportaron a su desarrollo.

Tuve la suerte, en mi juventud, de ser el asistente y luego vice de Ben Gurion en el Ministerio de Seguridad y aprendí que, la Israel que construye su hogar, está obligada a defenderlo. También en ello encontramos un oído atento en Alemania, que nos suministró recursos de defensa. Entre Alemania e Israel se desarrollaron relaciones de un estilo particular. La amistad que nació no vino a cuenta de la negación de la Shoa sino a partir de la conciencia sobre la nube sombría del pasado, a la luz de la decisión común y determinada de torcer la mirada hacia adelante, hacia un horizonte de buena esperanza, hacia la redención del mundo. El puente sobre el precipicio fue construido por manos dolientes y por hombros inclinados ante el peso de los recuerdos; sostenido  sobre sólidas bases morales.  

 A nuestros hermanos y hermanas asesinados, les construimos un monumento vivo, en arados que convirtieron  el desierto en lugares fértiles, en laboratorios que inventan nuevas vidas, en una Fuerza de Defensa capaz de defender nuestra existencia, en una democracia sin concesiones.

 Creímos y, agregamos, creemos  que la nueva Alemania hará todo lo necesario, para que el Estado Judío no se encuentre más sobre su alma cuando esté sola; para  que una dictadura asesina, llena de odio, pueda en nuestros días, levantar su cabeza, otra vez.

Gracias.

Konrad Adenauer, que encontró un idioma común con Ben Gurion,

Willy Brandt que se arrodilló en memoria de los héroes del Gueto de Varsovia y a ustedes, miembros del Budenstag y del Budenstrat, por Helmut Schmidt y Helmur Kohl y otros líderes, por profundizar las bases y su aporte a la amistad.

Y a los organismos sociales, organizaciones económicas, centros de cultura, gente del pensamiento y de la práctica, que aportaron al enriquecimiento de esa red de vínculos especiales.

Gracias y, otra vez, gracias.

Usted, Presidente Ernst Keller  declaró en la Kneset en Jerusalén que «La responsabilidad por la Shoa es parte de la identidad alemana». Lo valoramos mucho.

Y usted, Señora Canciller, Ángela Merkel, conquistó el corazón de nuestro pueblo por su sinceridad y por la calidez de su vínculo. Les dijo a las dos cámaras de Estados Unidos  que «El ataque a Israel será considerado un ataque a Alemania». No olvidaremos ese apoyo que alienta a nuestro corazón.

Honorables Damas y Caballeros,

Más de 62 años transcurrieron desde la creación del Estado de Israel y ya pasamos por la prueba de nueve guerras.  Alcanzamos dos acuerdos de paz, con Egipto y Jordania. Con los países con los que firmamos la paz, devolvimos los territorios que cayeron en nuestras manos durante la guerra.La tierra en nuestro poder es muy difícil y,a pesar de ello, logramos crear una agricultura considerada entre las mejores del mundo. La localización de materias primas en capacidades científicas y tecnológicas, nos condujo a la primera línea de los esfuerzos científicos. Es la grandeza de  un país pequeño.

Nuestro pueblo retornó de la Diáspora.

La mayor parte del pueblo judío se encuentra hoy en Israel.

Retornamos a nuestra lengua.

Somos el único país de la región cuyos hijos hablan el mismo idioma antiguo que hablaron, desde hace más de 3000 años, la lengua hebrea, la lengua de las Sagradas Escrituras.

La historia judía se mueve en dos ejes paralelos: el eje moral, desplegado en los Diez Mandamientos; ese  documento que nos fue entregado hace 3500 años, que no hubo necesidad de modificarlo y se convirtió en la base de la cultura occidental y el  eje científico, que descubre misterios y escondites que desaparecieron en el pasado de los ojos humanos y, lo que  descubre, modifica la calidad de nuestras vidas.

Israel es un país judío y democrático. Viven en el alrededor de un millón y medio de ciudadanos árabes en igualdad de derechos. No permitiremos que nadie haga el mal por nacionalismo o por religión.

Salimos de la crisis económica mundial y retornamos al florecimiento.

Nuestra cultura es renovadora y, a la vez,  tradicional . La democracia israelí es activa, no descansa ni un minuto; ni en  tiempos de guerra se detiene. El éxito de Israel no puso fin a sus peligros. No tenemos apetito de tierras ajenas. No tenemos  voluntad de controlar a otro pueblo, pero tampoco podemos cerrar los ojos. Nuestra voluntad nacional es tajante: llegar a la paz con nuestros vecinos.

Damas y Caballeros:

Como bien saben, Israel apoya el principio de «Dos estados para dos pueblos».

Pagamos el precio de las guerras. No dudamos de pagar el precio por la paz.

También en el presente estamos dispuestos a ceder territorios por llegar a la paz con los palestinos, que levanten un estado para ellos, independiente, próspero y en paz.

Al igual que nuestros vecinos, nos identificamos con los millones de iraníes que se ubican contra la dictadura y la violencia. Como ellos, negamos el gobierno fanático, que contradice la declaración de principios de Naciones Unidas; un gobierno que hace oír amenazas de aniquilamiento, acompañado por reactores y misiles nucleares y despliega el terror en su país y en otros.

 Ese gobierno representa un peligro para el mundo todo.

Es nuestra voluntad aprender de la Unión Europea, que liberó al continente de 1000 años de guerra y amarguras y permitió, a los jóvenes de Europa, cambiar el odio de sus padres en fraternidad. Es posible aprender de su experiencia, soñar con un Medio Oriente cuyos estados se liberen del conflicto de sus padres a favor de la paz de sus descendientes; crear una economía regional moderna que combata los peligros actuales, comunes a todos: hambre, enfermedades, desierto, terror; crear una cooperación científica que mejore el nivel de vida y su calidad.

Nuestro D-os común es el D-os de la paz, no el de la  guerra. 

Mis Honorables,

Estoy aquí, frente a ustedes, como un hombre que cree en sus fuerzas y en nuestras fuerzas de aportar a la creación de una nueva historia.  Creo que la paz está al alcance de la mano. Las amenazas sobre Israel no desviarán su corazón de la paz.

Estoy aquí hoy, frente a ustedes, como el hijo de un pueblo que aspira a aportar todo lo que puede a un mundo iluminado y transparente, en el que un hombre para otro hombre, sea un hombre. 

El Día Internacional de Recordación de la Shoa es un día de unidad y entendimiento; un tiempo de educación y esperanza.

Comencé con el Kadish de duelo y finalizaré con Hatikva:

No se habrá perdido nuestra esperanza;
la esperanza de dos mil años,
de ser un pueblo libre en nuestra tierra:
la tierra de Sión y Jerusalén.

Nos tomaremos el permiso y, estoy seguro, que ustedes también lo harán, de soñar el bienestar y cristalizar los sueños.

 

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