Opinión Internacional

MERCOSUR, el quilombo

Concluyó la reunión de MERCOSUR en Río de Janeiro, y nuevamente se evidenció, a pesar de que se pretende minimizarlo, el hondo desencuentro en ese bloque comercial. Visiones diametralmente opuestas, proyectos excluyentes e intereses contradictorios se dieron cita allí. Se ha arribado a tal punto de tensión, que en O Estado de Sao Paulo se habla del “MERCOSUR que se perdió”.
El Presidente venezolano de nuevo hizo de las suyas, mencionando la soga en casa del ahorcado, al cuestionar las bases fundamentales del tratado mercosuriano (el libre comercio) y reiterar su extraviada visión estatista e ideológica de la integración. Por cierto, sufrió un revés importante en la propuesta de crear un Banco suramericano, al cual, con razón, se opuso Brasil por considerar que con la CAF y otras instituciones latinoamericanas basta.

Por tanto, los logros de la reunión, en términos de integración, no pudieron ser más magros. Los problemas principales subsisten y se corrió la arruga. Aparte de aprobar 70 millones de dólares para Paraguay y Uruguay, lo demás fue lo de siempre: torneo retórico y declaración final cual saludo a la bandera. Detrás del tinglado planeó el fantasma del conflicto argentino-uruguayo y el bilateralismo se coló, todo sin olvidar las imprudencias y mentiras del representante del fascismo indigenista, Evo Morales y de su coach, el autócrata venezolano.

El observador imparcial, al ver tal cúmulo de reclamos, recriminaciones, críticas, acusaciones y pocas decisiones de peso, fácilmente concluirá que no otro pudo ser el resultado obtenido.

Obviamente, el despliegue mediático dado al encuentro haría pensar en una mayor trascendencia del evento, pero no fue así.

El principal reclamo, reiteración más bien, lo formuló el Presidente de Uruguay. Para él, no se han cumplido los compromisos asumidos en el bloque (primer dardo dirigido a Brasil y Argentina), y el problema, por lo que respecta a los países pequeños, no se resolverá con la generosidad (palabra muy utilizada por la retórica edulcorante brasileña) de los grandes.

El mandatario uruguayo pidió claramente justicia frente a las asimetrías, no dádivas para el pariente pobre. De lo que se trata –dijo Tabaré Vasquez- es de flexibilizar la regulación mercosuriana, toda vez que Uruguay está maniatado por una camisa de fuerza de compromisos en un esquema comercial en el que las desigualdades de desarrollo y el proteccionismo de los grandes impiden que obtenga los beneficios a que aspira.

Este pedimento de mayor flexibilidad no significa otra cosa que la posibilidad de negociar tratados de libre comercio con países distintos del bloque, empezando por el que está negociando con EEUU (hay ya un pre-acuerdo que se firmaría a final de este mes).

El reproche de supuesta mezquindad es el que hizo el canciller brasileño Amorim, y el cual tiene como blanco a Argentina. Ésta se opuso al ingreso de pleno derecho de Bolivia por la vía de fast track, sin antes hacer una evaluación sobre las condiciones del mismo. Hay que recordar que los bolivianos no quieren adoptar el arancel externo común de MERCOSUR, lo cual no es un asunto de poca monta. Asimismo, Evo Morales, ha declarado que Bolivia no puede seguir subvencionando a Brasil en lo del gas, y en un ataque personal señaló que Lula se la pasa hablando de una solidaridad que no se traduce en los hechos. Morales hasta se dio el lujo, sin haber entrado al bloque, de decir que viene a reformarlo.

De otro lado, desde Brasil, los empresarios (Confederación Nacional de Industria) manifiestan su disconformidad con la política de agradar a todo el mundo que está llevando su gobierno, y señalan retrocesos en los compromisos de MERCOSUR. Parece que Lula, emulando lo que hace su amigo Chávez, no consultó al sector privado acerca de los costos y beneficios de tal estrategia. Critican también la prioridad que se está dando a lo político-ideológico en detrimento de lo económico, razón de ser del bloque.

Por su parte, Amorim pretende convencer a los que señalan la deriva incierta de MERCOSUR que la entrada de Venezuela (aún en proceso de adecuación) sería una muestra de lo contrario. Pero lo cierto es que la entrada del gobierno de Chávez se está convirtiendo más en un problema que en un logro positivo. Obviamente, el aporte financiero y la estridencia de Chávez son importantes a la estrategia hegemónica que adelanta sin querer queriendo Brasil, en su propósito de hacer contrapeso a los EEUU en el hemisferio y reforzar su rol mundial.

Llamó la atención también que Amorim ya empiece a adoptar el lenguaje del ALBA, cuando señala que “Estamos pasando al Mercosur de los pueblos”. ¿Será ésta una concesión a Chávez? Por lo pronto, Marco Aurelio García, asesor de Lula, dejó bien claro que no se trata, como repite ad nauseam Chávez, de que se está construyendo una “nación común”; más bien dijo que “Estamos construyendo una alianza que queremos que sobreviva a Kirchner, Chávez o Lula”.
Por otro lado, voces como la del embajador brasileño Botafogo Gonzalvez, presidente del Centro de Estudios de Relaciones Internacionales, han señalado acertadamente que las agendas de Venezuela y Bolivia son incompatibles con las de MERCOSUR, y que la adhesión forzada de estos países tendrá un alto costo para la integración.

No obstante, y a pesar de los movimientos que está haciendo Itamaraty para demostrar que Brasil tiene un liderazgo indiscutido y sólido en Suramérica, está quedando al desnudo que el ahora llamado “eje del fracaso” (Venezuela, Bolivia y Ecuador), le está creando problemas, cuyo potencial de agravación en lo sucesivo es casi seguro. Además, se está evidenciando que sobre estos países no tiene control alguno. ¿Quien lidera a Suramérica? El quilombo ya está montado. “Estou louco por ti América”.

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