Opinión Internacional

México, qué esperar de Calderón

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Buenos Aires (AIPE)- En la política latinoamericana abundan los fracasos, pero de vez en cuando surgen algunos buenos ejemplos. Chile hizo las cosas relativamente bien y así la economía de mercado triunfó.

El reconocimiento de ese triunfo proviene, inclusive, de sectores inesperados. Los países latinoamericanos «deben abrirse al mundo» con acuerdos comerciales y un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, dijo en Montevideo -para sorpresa de todos- Oscar Garretón, ex subsecretario de Economía nada menos que del presidente comunista Salvador Allende (1970-1973). La conferencia de Garretón se realizó en momentos en que Uruguay avanza hacia un acuerdo de libre comercio con Washington. Para remate, este antiguo socialista estimó que la economía de mercado «es un compromiso con la humanidad, no un tema ideológico». Así es como Chile se ha transformado en la economía estrella de Latinoamérica.

Por el contrario, la Argentina de Menem vociferaba sobre privatizaciones y desregulaciones, pero poco hacía, mientras el ministro de Economía Domingo Cavallo aumentaba el gasto estatal y se endeudaba hasta cifras siderales, llevando al país a una quiebra que la opinión publica atribuye al «neoliberalismo» que el gobierno pregonaba.

El México de Fox también deja muchas cosas pendientes, como la monstruosa PEMEX (la petrolera estatal y monopólica), un Estado enorme y excesivas regulaciones. Ante esa situación, casi gana las elecciones el izquierdista Andrés Manuel López Obrador, si no hubiera sido porque el oficialismo tuvo éxito al compararlo con el «espanta votos» Hugo Chávez.

Aunque no todos los fracasos fueron culpa del presidente saliente. Fox se atrevió incluso a imaginar un futuro compartido con Estados Unidos, donde se intercambiarían libremente, no sólo bienes y servicios, sino también trabajadores. Allí donde se iban a eliminar barreras fronterizas, Washington construye a velocidad supersónica muros físicos y virtuales.

Recientemente, casi en el límite de la fecha establecida, el oficialista Felipe Calderón fue declarado presidente electo de México para el período 2006-2012 por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. El discurso inicial de este supuesto amante del libre mercado, que durante la campaña ya había intentado despegarse de su imagen de «capitalista a ultranza», no fue muy feliz: «Quiero un Estado fuerte y democrático», dijo. Lo de Estado fuerte no solo suena a estatismo, sino que suena muy mal en un país con historias autoritarias, como casi todo el resto de Latinoamérica.

«Expreso mi decisión de rechazar el fallo del tribunal electoral y desconozco a quien pretende ostentarse como titular del Poder Ejecutivo Federal», vociferó con tono autoritario López Obrador, durante un multitudinario acto, haciendo honor a su izquierdismo, ya que la izquierda es precisamente la imposición autoritaria del Estado sobre la gente (el mercado) y la sociedad.

El ex secretario de Relaciones Exteriores, Jorge Castañeda, comparó a López Obrador con Luis Echeverría, el ex presidente populista que a principios de los años 70 creó cientos de empresas estatales y miles de nuevos empleos gubernamentales, dejando un país quebrado.

El 2 de octubre de 1968, cientos de estudiantes acudieron a la plaza de Tlatelolco, en Ciudad de México, para protestar contra la ocupación militar de la estatal Universidad Nacional Autónoma. El gobierno del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) estaba decidido a detenerlos. Grupos de soldados fueron enviados. La versión oficial fue que, en defensa propia, 30 estudiantes murieron en manos de los uniformados. Pero, independientes contaron entre 200 y 300 muertos.

Poco después, la violencia contra disidentes del Partido Revolucionario Institucional (PRI) -que gobernó México por más de 70 años- fue creciendo. El método de represión fue la tortura, las ejecuciones extrajudiciales y la desaparición forzada. Había comenzado la «guerra sucia», 30 años de la historia mexicana, y uno de los principales responsables fue, precisamente, el presidente Luis Echeverría (1970-1976).

___* Analista político argentino.

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