Opinión Internacional

Micropolítica de la Guerra

Con respecto a las negociaciones en Santa Fe de Ralito, las condiciones de posibilidad suelen contraponerse a los buenos deseos. Sobre todo en la presente encrucijada. Desear que los paramilitares se desmovilicen, se contrapone a las condiciones de conformación de sus frentes. Por ejemplo. Las condiciones del diálogo amigable, se contrapone al cálculo estratégico de sus lugarteniente. No siempre los deseos siguen las condiciones. Y viceversa. El fenómeno paramilitar desafía, por lo mismo, los marcos simples de referencia.

Sin constituir una sólida organización política los paramilitares han logrado ir demasiado lejos. La guerra les ha dado un contexto apropiado para ello. Y Santa Fe de Ralito ha sido por adelantado un premio que les ha permitido una acción conjunta. Comienzan a dimensionar logros efectivos. A reconocerse mutuamente. Lejos de servir como espacio permanente al proceso negociador, la zona coadyuva a medir el desempeño de sus frentes a nivel local o supra-local. Se hacen los ajustes necesarios. El paramilitarismo es una organización en mutación continua. Como el camaleón.

La acción convalidada dentro de Santa Fe de Ralito es política. Lo que no obliga durante todo el tiempo a manejarse dentro de tales intereses. Esta acción, como ha quedado demostrado con la muerte de Miguel Arroyabe, incluye acciones violentas. Son acciones que permiten alianzas. Temporales en todo caso. Dependen de las metas móviles y variables. Que es bueno decirlo, no son las mismas metas del gobierno. Las metas son condiciones de posibilidad permitidas por la dinámica del conflicto. Lejos de la negociación. Y aquello que va a caracterizar lo que suceda en Santa Fe de Ralito es lo contingente. Vivimos en medio de una guerra ambigua. Deberíamos saberlo.

Una guerra “ambigua” traduce mejor el fondo de nuestros conflictos violentos. Ambigua quiere decir impredecible. Contingente, variable, a medias, mutante. Cada término es relativamente aplicable a individuos, agrupaciones, estrategias y métodos de lucha. Hágase el ensayo de darle un nombre: las Farc. Pero igual vale para los paramilitares. Y a esta caracterización “ambigua” pertenecen innumerables aspectos de tiempo y espacio, dinámica y terreno, género y especie. De modo que “ambigua” no es ni mucho menos una categoría tan caprichosa para denominar el conflicto violento colombiano.

Lo anterior tiene cuanto menos dos efectos teóricos para comprender lo que pasa con Santa Fe de Ralito. Primero, que los acontecimientos sucedidos no deberían interpretarse dentro del contexto de la negociación. Hacen parte de formas expresivas de violencia que seguirán dándose dentro de esta organización. Y por fuera de la misma. La lógica que ha operado dentro de sus modalidades de adaptación, primero como grupos mercenarios y bandas sicariales, luego como grupos contrainsurgentes. Y más allá como una mezcla espantosa entre delincuencia común, narcotráfico y pandillaje. Esto no cambiará mágicamente. De tal manera que la negociación que se lleva a cabo no se adelanta con una organización unitaria, sino con una dispersión de intereses y actores polifónicos.

Y como no se está negociando con una organización política, es necesario advertir que las acciones e identidades de los grupos que la conforman no se pueden reducir a decisiones tomadas por quienes las representan en la mesa de Santa Fe de Ralito. Como lo hemos visto en el caso de los frentes comandados por Martín Llanos. Los discursos que promulgan los comandantes desde la zona pueden orientar diversas reacciones. ¿Qué determina la obligatoriedad de una orden dada desde el centro para actores violentos que viven y actúan en la periferia? ¿Si los intereses de cada frente son tan distintos a nivel local qué condiciones obligan desde una mesa general? Son preguntas teóricas. Con implicaciones pragmáticas.

Nuestra comprensión del fenómeno paramilitar sigue siendo precaria. Porque hablando en general dentro de esta organización coexisten escisiones de nivel local. Un único frente paramilitar está representando intereses complejos: delincuencia común, terratenientes, ganaderos, narcos, empresarios, mercenarios. Y sus integrantes pueden tener una procedencia distinta. Con lazos de reconocimiento y autoridad variable. Moviéndose y cambiando de acuerdo a los tiempos y los lugares.

Por esto resulta complejo desmontarlo. Porque han encontrado en la guerra un ambiente apropiado. La guerra promueve la interacción entre los actores con distintas identidades e intereses. Y en el caso paramilitar, un corolario de Stathis Kalyvas: “es la convergencia de intereses locales e imperativos supra-locales lo que conduce a una violencia conjunta que empantana la división entre lo político y lo privado”. Estos argumentos pesan contra los buenos deseos.

* Analista Político. Su último libro: Metáforas de una Guerra Perpetua, ha sido publicado por el Fondo Universitario de la Editorial Eafit de Medellín, 2004.

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