Opinión Internacional

Nicaragua

Posoltega, en la lengua nahualt significa: «el poblado cerca de la tierra que arde». El «30 de octubre de 1998, el huracán Mitch provocó en este pueblo de 17 000 habitantes, situado en la provincia de Chinandega, en el noroeste de Nicaragua, una terrible avalancha de deslave, de tierra, de piedras, de árboles arrancados… un torrente de 6 metros de altura, de 5 a 6 kilometros de anchura, que, en algunos minutos, ahogó a los pueblos situados en las laderas del volcán, el Casitas. Desde el centro del pueblo, ya se puede ver la huella de la terrible corriente, arriba, como una cicatriz abierta…

Hoy, Posoltega cuenta solamente con 15 000 habitantes. Doscientas fincas y dos mil manzanas fueron destruídas. No se pudo encontrar a la mayoría de los cadáveres que continúan estando allí, sin sepultura. Después de la catástrofe, durante tres días, el pueblo no pudo comunicarse con el resto del mundo.Cuando Felicíta Zeladón, la alcaldesa de Posoltega, habló de mil muertos, el presidente de derecha – «liberal» – de Nicaragua, Arnoldo Alemán, la acusó de «loca» y de estar sembrando el pánico…Luego, la gravedad de la catástrofe se impuso. Durante su viaje por América Central, el presidente Bill Clinton vino a Posoltega. Prometió la ayuda de Estados Unidos. «No sólo queremos ayudar a construir carreteras o puentes, sino contribuir a crear algo nuevo y más eficaz que lo que existía antes» dijo. «Somos todos americanos» añadió. Un año y medio después los norteamericanos han construído solamente una escuela y un muro de contensión contra las inundaciones…

«Posoltega no recibe ayuda del gobierno nicaragüense, explica Felicíta Zeladón, y sobrevivimos solamente con la ayuda de las Organizaciones No Gubernamentales nacionales e internacionales». Hoy, 4000 personas viven todavía en los refugios, campamentos de tiendas construídos por la Cruz Roja. Santa María es uno de ellos. 350 familias viven en este lugar desde la tragedia, oriundas todas de las comunidades damnificadas de Rolando Rodriguez y Porvenir, sin electricidad, con solamente dos pozos para aprovisionarse de agua. Las letrinas fueron construídas al lado de un terreno sembrado de caña de azúcar. La gente que vive allí quedó desposeída de sus bienes más elementales, perdió a una gran parte de su familia, su tierra fue arrasada. Es el caso, por ejemplo de Susana Ramirez. Perdió a su esposo, a su madre y a sus hijos durante la catástrofe. «Las dos manzanas que poseía mi marido fueron destruídas, explica ella, hoy, vivo aquí en una tienda con nueve personas de mi familia. No he recibido ninguna ayuda del gobierno». Como miles de damnificados, sobrevive gracias a la ayuda de las ONG. Por la mañana, los hombres del campamento van a trabajar a un terreno cercano donde están construyendo 350 casas regaladas por el Gran Ducado de Luxemburgo.

Otro programa de 300 casas, financiado por la Cruz Roja española, está realizándose en este momento. «Tenemos un problema con la vivienda y con el desempleo, explica Felicíta Zeladón, la gente está obligada a ir a trabajar en Costa Rica para sobrevivir», 20% de la población de Posoltega ya emigró a laborar en el campo o en los trabajos públicos, allí, detrás de la montaña, en ese país más rico. Como en el resto de Nicaragua, aquí, los campesinos más pobres que se habían beneficiado de la reforma agraria, nunca tuvieron un título de propiedad. Error fatal de la revolución… Ahora, no pueden exigir una indemnización por sus tierras destruídas ya que legalmente ellos no existen.. Por ejemplo, el gobierno de Arnoldo Alemán decidió crear un parque nacional, con un monumento a la memoria de las victimas, en el lugar de la catástrofe. «Las familias que trabajaban para las cooperativas nacidas de la reforma agraria, no serán indemnizadas porque no poseen un título de propiedad» explica Felicíta Zeladón. Y lo que es peor: la alcaldesa teme que los antiguos dueños expropiados sean indemnizados de nuevo, pues ya lo fueron, con mucho dinero, por el gobierno de Violeta Chamorro en 1990…

En Posoltega, como en el resto del país, Mitch sirvió para revelar la pésima situación de la nación. Desde la época del clan Somoza, los campesinos eran empujados a trabajar en las tierras menos fértiles, en las laderas de los volcanes, en las montañas… Sobrevivieron gracias a la autosubsistencia, cultivando maíz y fríjoles, en una indigencia extrema… «En Nicaragua, el campesino trabaja por precios muy bajos, inferiores a los costos de producción, sin horarios, sin rentabilidad, haciendo trabajar a su mujer y a sus hijos para sobrevivir… explica Orlando Núñez, economista, responsable de CIPRES, una asociación especializada en las cuestiones agrarias.

En cambio, desde el tiempo de la dinastía Somoza – que poseía 30% de los bienes terrenales del país – las tierras fértiles siempre estuvieron en las manos de los grandes terratenientes, especialmente en las provincias ricas del Pacífico y del norte, en donde cultivaban el algodón y la caña de azúcar en propiedades de miles de manzanas… «La primera ley de reforma agraria fue el reconocimiento casi automático de un hecho objetivo: la presencia de campesinos trabajando la tierra como en la edad media, dando la mitad de su cosecha al dueño y conservando la otra mitad para vivir con su familia» agrega Orlando Núñez. . La reforma agraria sandinista concernió a más de 150 000 familias – más de un millón de personas – y cerca de 2 millones y medio de hectáreas. Se presentó bajo diferentes formas. Por ejemplo, en la región del pacífico, las fincas de los antiguos terratenientes fueron administradas por una compañía nacional. En el centro , los campesinos formaron, con frecuencia, cooperativas de socios. En el este, las tierras fueron distribuídas a los obreros agrícolas. Para valorizar las tierras e incrementar la productividad, los sandinistas desarrollaron una política de crédito, gracias a los bancos públicos.

En cada región, había comites de crédito, con representantes de los sindicatos, de las asociaciones de productores, de los bancos nacionales… Se distribuía mucho dinero con tasas de interés muy bajas. Pero los campesinos no podían reembolsar dicho dinero, porque los precios impuestos por el gobierno eran demasiado bajos para satisfacer las necesidades de la ciudad» explica Orlando Núñez. En un contexto de guerra contra los contras y de hiperinflación, la productividad nunca se incrementó…

Después de la victoria de Violeta Chamorro, un acuerdo fue firmado con los sandinistas para indemnizar a los antiguos dueños. Generalmente 4 o 5 veces más del precio real de la tierra… Ciertos terratenientes volvieron al país, especialmente de Miami con la doble nacionalidad, y exigieron la restitución de sus tierras. «La embajada americana reclamaba la tierra para sus ciudadanos» añade Orlando Núñez. Además, para los Estados Unidos, eso fue una condición para que continuara la ayuda a Nicaragua…Por eso vivimos un periodo de guerra por la tierra» dice Javier Mondragón , uno de los líderes de la UNAG, Unión Nacional de Agricultores y Ganaderos, una organización simpatizante de los sandinistas.. Miles de combatientes sandinistas y de la contra, desmobilizados – los «revueltas» – ocuparon las tierras. Nadie ha osado luchar contra ellos que son expertos combatientes… 700 000 hectáreas están todavía en su posesión y hoy luchan por su legalización… Otros campesinos, sin título de propiedad, fueron expulsados de sus tierras por la fuerza. Fue el caso, por ejemplo, en Posoltega, de una finca dedicada a la ganadería.

De repente, los campesinos se volvieron peones de los antiguos dueños… Las empresas del estado fueron desmanteladas y vendidas a bajo precio. Norteamericanos, cubanos de Miami, hombres políticos – incluídos ciertos miembros del frente sandinista – compraron las tierras. Algunos de ellos pidieron préstamos a los bancos públicos, y regresaron a Florida sin reembolsarlos. «Un año y medio después de los cambios políticos, 2 millones de hectáreas estaban hipotecadas» explica Orlando Núnez. Los bancos públicos se encontraron en una situación muy difícil. El FMI exigió que fueran privatizados… El banco Nacional de Desarrollo fue vendido a un precio muy bajo a hombres cercanos al presidente Alemán… Hoy, el sector financiero público ya no existe. Y los pequeños campesinos no pueden obtener más créditos… En cuanto a la tierra fértil, sólo los más ricos podrán comprarla. Por ejemplo, en marzo pasado, el diario La Prensa reveló que el presidente Alemán acababa de comprar una finca, la Chinampa, por muy poco dinero, y que para valorizarla, había utilizado los servicios – muy baratos – de compañías nacionales como ENEL, la empresa estatal de electricidad. «Obras, no palabras» clama una publicidad para halagar la acción del presidente en todo el país… Desde el fracaso de la revolución sandinista, 40% de las tierras fueron restituídas o vendidas a nuevos propietarios. «Los pequeños campesinos fueron las victimas del huracán Mitch y del huracán liberal» explica Oscar René Vargas, sociólogo y escritor nicaragûense. Los campesinos y las cooperativas venden sus tierras porque no obtienen préstamos, porque los precios de sus productos son bajos, porque el Mitch los condujo a una terrible miseria, dejándolos sin cosecha durante una estación completa y obligándolos a vivir solamente de la ayuda de las ONG.

En los pueblos de Nicaragua, los niños mueren de hambre. Miles de jóvenes escogen el exilio en Costa Rica o en Estados Unidos o la emigración a Managua. «La ciudad conoce una terrible situación de criminalidad, de prostitución, de suicidio, de violencia contra las mujeres…» añade Oscar René Vargas. En la capital, 6000 niños viven en la calle, hay niñas de 8 años que se prostituyen, pandillas que luchan por el territorio, adolescentes que se emborrachan con la pega, huérfanos del Mitch o abandonados por sus familias demasiado pobres…13% de los nicaragüenses no vivirán más de 40 años. 50% están desempleados, 82% viven en la pobreza, 50% en la extrema pobreza… El analfabetismo pasó de 25% de la población en 1990 a 34% hoy y en las zonas rurales a 46%. En la comunidad de las Mercedes, cerca del pueblo de San Francisco Libre, los hombres deben cargar en sus espaldas a los enfermos o a las mujeres embarazadas para ir al centro médico que está a 7 kilómetros. Un centro médico financiado por una ONG. Aquí nadie puede pagar una consulta privada…

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