Opinión Internacional

Nicolas Sarkozy: un animal político

La llegada al Elíseo de Nicolás Sarkozy ha generado no pocos comentarios en la prensa internacional, sobre todo relativos a la figura del nuevo Presidente francés.. La mayoría coincide en que nuevos tiempos se abren en la política francesa.

“Sarkó”, como lo llaman sus simpatizantes, es un político de una generación distinta a la que hasta ahora había gobernado ese país, aunque en su discurso y propuestas programáticas trate de rescatar temas, valores o símbolos que forman parte de la tradición nacional y republicana francesa. Sobre su probable ejecutoria al frente de tan alta responsabilidad se formulan muchos interrogantes. ¿Cual será su orientación? Es aún temprano para definirla, pero lo cierto es que estamos frente a un “animal” político por excelencia.

Respecto de la figura y personalidad de Sarkozy se han señalado muchas cosas. Durante la campaña electoral, la izquierda que lo adversó lo acusó de racista, autoritario, conservador, y por supuesto, de derechas. Y esto último a pesar de que un sector de la izquierda lo apoyó.

Pero ¿Quien es realmente Sarkozy?
Una de las semblanzas de este personaje que me ha parecido sobremanera interesante es la que acaba de hacer en un artículo, el socialista, ex ministro de Mitterand, Jacques Attali (L`Express). Lo relatado allí no tiene desperdicio acerca del hombre que en estos días asume la presidencia gala.

Attali cuenta como conoció hace 20 años a Sarkozy. Estando en el Elíseo, Attali fue informado por su secretaria de que “un tal Sarkozy” había solicitado insistentemente una entrevista, y que el señor se presentaba “como abogado, gaullista, un apasionado por la política que quiere ser presidente de la República”. Intrigado por este pretencioso fulano, Attali le concede una entrevista. La primera impresión que tuvo fue la de que todo lo que era Sarkozy lo alejaba de él: político a tiempo completo, poco interesado en la literatura, la cultura, la ciencia, que no pensaba en otra cosa que en la construcción de su carrera política, apasionado por la acción, de derecha por tradición y gaullista por convicción; miraba al Elíseo con gula, y le preguntaba hasta la indiscreción sobre el ejercicio de la función presidencial, en particular el tema de la defensa.

A Attali le pareció una persona voluble, sin pretensión, directo, abierto, y sobre todo, con un gran sentido del humor, raro en un político. No obstante, le sorprendió la admiración que profesaba por un adversario, ese otro animal político que fue François Mitterand, lo cual decía mucho del tono de libertad con que daba sus opiniones Sarkozy.

A pesar de esta muy mala primera impresión, con los años Attali hizo una gran amistad con Sarkozy; al punto de que hoy Attali dice: “Su extrema curiosidad, su gran franqueza (en todo caso conmigo, y sobre todos los temas), han hecho de su compañía un gran placer”, a pesar de que los amigos que cultiva Attali, más bien sean escritores, músicos, artistas, y muy pocos políticos.

Sigue Attali: “Lo he visto reflexionar, mucho, sobre ciertos temas (la justicia, la seguridad) e improvisar sobre muchos otros (la política industrial, Europa). Lo he visto estatista cuando pretendía ser liberal, sensible cuando se creía implacable, vacilante cuando quería hacer creer que él conocía el camino, apasionado cuando se mostraba indiferente, herido cuando quería mostrarse desenvuelto. Lo he visto siempre cautivado por la cosa pública y sobre todo por el ejercicio del poder.”
He allí el personaje de marras magistralmente descrito por un intelectual de izquierda, que, por cierto, se dice que podría ser Ministro en el nuevo gobierno francés, el cual podríamos catalogar ¿de derecha? ¿centro-derecha?
Attali, para finalizar su semblanza, se pregunta sobre su amigo Sarkozy: “¿De derecha ? Seguramente lo es. ¿Demócrata? Evidentemente que si. Sobre el resto será en lo sucesivo la Historia la que hablará«.
Resulta muy interesante observar, después de leer el artículo de Attali, como entre dos adversarios políticos, uno socialista y otro conservador, se pudo haber dado un diálogo civilizado, de altura, sincero y leal, y que independientemente de las diferencias, se haya fraguado también una amistad. Dice mucho de ambos personajes, pero también de lo que puede ser el nuevo gobierno al frente del cual estará un político de raza, pragmático y con voluntad indoblegable de poder.

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