No se dijo en Cancún
Mucho se ha escrito sobre la reunión de la OMC celebrada en Cancún y de la necesidad que los países ricos abran sus mercados a los productos de los países en desarrollo. El Grupo de los 21 y el movimiento anti globalizador han hecho causa común exigiendo a los países desarrollados la reducción de barreras arancelarias y de los subsidios a sus agricultores. La diatriba, a la cual se ha unido el presidente del Banco Mundial con cifras, como que a causa del proteccionismo, se obstaculiza que lleguen US$ 520 millardos a los agricultores pobres, al tiempo que se le niega la posibilidad de dejar de ser pobres a millones de seres para el año 2015, forman parte de una campaña, dentro de la teoría de la dependencia, que pretende hacer ver que la pobreza del sur es consecuencia de la ceguera de los gobiernos de los países del norte.
No obstante la creencia generalmente aceptada, que la apertura comercial a los bienes de los países en desarrollo llevaría de inmediato cuantiosos beneficios a los países pobres, la verdad es que la reducción del proteccionismo, es un medio más y no un fin en sí mismo. Muchas veces la realidad no es tan aparente como lo plantean los voceros arriba identificados.
La verdad es que muchos países en desarrollo requieren, antes que una apertura o al menos a la par que esta, de una serie de políticas complementarias en el ámbito de la inversión pública en infraestructura y de incentivos fiscales, así como de políticas de precios para sus agricultores y de salarios para sus trabajadores del campo. Otros aspectos que se ocultan a la opinión pública es la deficiencia de los sistemas de protección social y de los servicios de salud y de educación en los países pobres, lo cuál es un serio obstáculo para la producción y comercialización de sus productos en los mercados internacionales. El día que las organismos internacionales y los gobiernos en ellos representados se decidan a poner el dedo en la llaga, otro gallo cantará.
