Opinión Internacional

Nuestro inefable José Miguel Insulza

¿Astucia, pusilanimidad o cobardía? Jamás podré ponerme de acuerdo con mis amigos chilenos que lo respetan. Me parece – y me pareció siempre – una de las figuras más repudiables de la política sureña. Un hombre de doble cara, consumido por la ambición de poder pero frustrado en su realización por ese doblez, esa hipocresía, esa disposición a sumarse indiscriminadamente a los resultados antes que a los principios. En suma: un arribista. La sociedad chilena lo sabe o lo presiente, razón por la que jamás será presidente de la república. No tiene ni la bonhomía de Don Patricio Aylwin, ni la majestad de Ricardo Lagos, ni la simpatía y el carisma de Michelle Bachelet. Para qué hablar de la eficacia o la inteligencia de Sebastián Piñera. Por eso, Lagos, que no hallaba qué hacer con este jarrón de concreto armado, lo empujó a la OEA. Para fortuna de los chilenos, que se libraron de él, y desgracia de los venezolanos y hondureños, que tendrán que calárselo otro período.

La astucia, dice un viejo refrán venezolano, es la inteligencia de los brutos. Se me dirá excesivo y virulento, pero lo encuentro tan ahuasado – folklórico, vulgar y pat’en el suelo, en el decir de sus compatriotas – como el general Pinochet, al que salvara de las garras del juez Baltazar Garzón, impidiéndole a la humanidad satisfacer sus ansias de justicia viéndolo condenado a cadena perpetuapor la justicia española.

Aunque nació en las filas del socialcristianismo chileno, comprendió que su camino al Poder tendría mayores posibilidades de éxito en el Partido Socialista. Un salto a la talanquera al revés. Vivió su exilio en México, amparado por sus amigos, a su vez amparados por Carlos Andrés Pérez, que como hiciera con tantos grupos de exiliados les daba una suculenta mesada. Pero ingrato como suelen serlo los de su calaña, no ha podido asumir sus responsabilidades frente a la democracia venezolana, nadie sabrá si por conveniencia crematística, por terror a enfrentarse al teniente coronel – que le debe conocer, como buen discípulo de Fidel Castro, todas sus debilidades – o por complicidad ideológica. Sus pares socialistas chilenos cargan la cruz del allendismo y cojean de ceguera ante las dictaduras dizque de izquierdas. Por lo tanto: a mirar de soslayo.

Nos ha vuelto a hacer una trastada. Súbitamente consciente de que la Habilitante fue una puñalada en la espalda a la democracia venezolana y una lanza en el corazón a la asamblea recién electa y a los seis millones de electores que representan el 52% de la ciudadanía – seres de carne y hueso burlados por una acción despótica y dictatorial – asomó la amenaza de aplicar la Carta Democrática. Algo habrá pasado inmediatamente después – un llamado urgente de Miraflores, otro de La Habana, alguno del PS chileno – para que reculara sin el menor sonrojo. El panzer es caradura.

Bien puede meter sus peludas manos en Honduras y exigir amnistía total para Zelaya. en bien de la unidad nacional Pero ni se le ocurre demandarle a Chávez la inmediata liberación de nuestros presos políticos para facilitar la transición. Según la lógica de su coprofagia, aquello está en su Poder. Liberar a Mazuco y a Pillieri, de ninguna manera. Que nuestro embajador en la OEA, cuando caiga el susodicho, lo trate a las patadas, como se lo merece.

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