Opinión Internacional

Nuevas esperanzas para una paz difícil

Aún cuando las noticias más preocupantes provienen de Pakistán, Afganistán e Irak, mayormente por sus actos terroristas, la atención de la comunidad internacional se centró la pasada semana en el clima favorable hacia una solución negociada entre palestinos e israelíes, ahora que Jerusalén se entiende directamente con Abbás. Incluso, el grupo Fatah acaba de anunciar formalmente que renuncia a la violencia como instrumento para lograr el ansiado estado palestino, mientras altos voceros del gobierno israelí asoman la posibilidad de una pronta retirada de la mayor parte de Cisjordania. Encima, la Liga Árabe está promoviendo el plan aprobado en la cumbre de Riad, que implica un regreso a las fronteras de 1967, mientras el Cuarteto del Medio Oriente, con Tony Blair como coordinador, está facilitando el diálogo entre las partes enfrentadas y estados vecinos.

Sin embargo, los mismos voceros judíos han aclarado que no se retirarán de todos los asentamientos en la zona ocupada, ni permitirán el retorno de los refugiados a Israel, dos puntos clave que seguramente dificultarán las negociaciones. La razón es mayormente política, ya que el partido conservador en el poder –Kadima— se arriesgaría a perder muchos votos si abandonara los enclaves judíos, y lo mismo haría el partido ultra-conservador Likud, favorito para ganar las próximas elecciones. Así que la violencia podría seguir por muchos años más, pues los palestinos se sentirán incómodos con colonias judías en el interior de su flamante estado.

La permanencia indefinida de colonias enquistadas en el nuevo estado crearía una situación inestable, ya que seguiría en su seno muchos activistas de Hamás o de otros grupos extremistas, que utilizarán el hecho como una excusa para practicar protestas, ataques y actos terroristas. Luego está el espinoso problema de la suerte de Gaza, pues si Hamás no participa en las decisiones y es aislada, este grupo se verá más inclinado hacía un “protectorado iraní” y a hostigar tanto a los israelíes como a sus hermanos palestinos del Fatah.

Esto conduciría a largo plazo a un enclave muy hostil a las puertas de Israel, que serviría como base para extremistas, la cual no sería tolerado por el gobierno judío por la constante amenaza de la interferencia de Irán, cuyo propósito coincide abiertamente con el de Hamás en cuanto a la destrucción de Israel. En suma, aunque se abren buenas perspectivas para el nuevo estado palestino, la presencia de una Gaza inestable y belicosa podría crear nuevos retos para la paz en el Oriente Medio y el resto del mundo.

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