Opinión Internacional

Perspectivas Latinoamericanas

Una mirada de conjunto a América Latina al finalizar el año 2005 ayuda a entender porqué resulta difícil hacer generalizaciones acerca de una región que se caracteriza por su enorme diversidad. La mejoría en las comunicaciones y las similitudes lingüísticas han ido conformando unos rasgos comunes que tienen manifestaciones literarias, musicales y artísticas. Pero además de las diferencias geográficas, demográficas, de dotación de recursos y de tradición colonial, los países latinoamericanos han ido adquiriendo formas de identidad nacional que les dan características propias y distintas visiones del mundo. Esa diversidad no siempre se refleja en la forma como algunas publicaciones internacionales describen los hechos. A veces se extiende a toda la región observaciones que sólo son válidas para un país determinado. Y lo que resulta noticioso, para los medios audiovisuales y para quienes redactan los titulares de prensa, no siempre corresponde a cambios significativos o a transformaciones estructurales de mediano y largo plazo. Dependiendo del horizonte de tiempo, y de los elementos de juicios utilizados para el respectivo análisis, es posible llegar a conclusiones divergentes acerca del acontecer latinoamericano.

Un enfoque de corto plazo llevaría a concluir que lo que se perfila para América Latina al concluir el año 2005 es el triunfo del autoritarismo estatista tal como lo conciben Fidel Castro y Hugo Chávez. En apoyo de esa conclusión se podrían mencionar las manifestaciones en Mar del Plata contra el ALCA, la victoria electoral de Evo Morales en Bolivia, y el anuncio por parte de Chávez, a raíz de la adhesión de su país a Mercosur, que se había constituido un eje Caracas-Brasilia-Buenos Aires. Este eje estaría contrapuesto a un supuesto eje Monroe que iría desde Canadá hasta Chile, por el litoral Pacífico del hemisferio. El análisis cuidadoso de algunos de estos desarrollos permite colocarlos en perspectiva y obtener una visión más matizada de los acontecimientos.

La oposición de Chávez al ALCA, como cuestión de principio, es diferente a la de los países miembros de Mercosur. Para estos países, liderados por Brasil, la eliminación general de los subsidios a las exportaciones agrícolas dentro del marco de la Organización Mundial de Comercio, OMC, tenía prioridad sobre la liberalización del comercio a nivel hemisférico. Ahora bien, en la reciente reunión ministerial de la OMC en Hong Kong se llegó a un acuerdo con Estados Unidos y la Unión Europea para eliminar esos subsidios a partir del año 2013. Despejado ese escollo, es previsible que Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay adelanten negociaciones de liberalización comercial en un futuro no lejano, encaminadas a obtener acceso preferencial a los mercados europeos y norteamericanos. Eso puede parecer superfluo para un país exportador de petróleo. Para naciones semi-industrializados, con una oferta exportadora diversificada, ese es un objetivo prioritario. Así pues, el régimen venezolano va a descubrir que sus nuevos socios de Mercosur tienen una concepción de la política comercial, y aún de las relaciones con Estados Unidos, poco compatible con la propia.

El eje Caracas-Brasilia-Buenos Aires es una figura retórica más bien que una concepción geopolítica coherente. Por una parte, la imagen que tiene el Brasil de su importancia no le permite adherir a una agrupación regional de la cual no sea la nación líder. Y en lo que concierne a los vínculos comerciales entre Venezuela y Argentina, para intercambiar hidrocarburos por vacas no se requiere constituir alianzas, ni concebir esquemas institucionales complejos.

El ex-presidente de Uruguay, Julio María Sanguinetti, ha expresado sus reservas a esta novedosa agrupación de afinidades ideológicas en los siguientes términos:

La idea de esta Comunidad Sudamericana fue decopyright brasileño. La del Mercosur ampliado al Norte con Venezuela es invención de una Caracas rumbosa, que arrastra al resto con una chequera en la mano, como lo hemos visto estos días con su presidente comprando bonos de tesoro argentino en Buenos Aires o recorriendo pueblitos del interior uruguayo regalando millones de dólares a cooperativas obreras, escuelas u hospitales. No se trata, por cierto, de una gran construcción estratégicamente pensada, sino de un huracán voluntarista que a golpes de dinero y de retórica va armando sobre la marcha alianzas y conflictos.

(Barajar y dar de nuevo, El País, Madrid, diciembre 19, 2005.)

La interpretación del presente latinoamericano es lo suficientemente compleja para intentar siquiera esbozar una hipótesis respecto al porvenir. Sería por lo tanto aventurado afirmar que sólo Cuba y Venezuela disfrutarán los beneficios de la revolución bolivariana que promueven Castro y Chávez. Al parecer, ese es el modelo de desarrollo que Evo Morales desea para Bolivia. Algo similar podría suceder en Nicaragua con el eventual retorno al poder de un gobierno sandinista. Pero esos son países pobres, cuyo aporte principal a la causa sería necesidades. Por ahora, basta con anotar que es prematuro proclamar el triunfo de la alternativa bolivariana a nivel continental. Entre otros motivos, porque la durabilidad de los recursos que garantizan la popularidad doméstica y el protagonismo internacional de Chávez está por demostrarse.

(*): Profesor de la Universidad de Harvard. Ex ministro de planificación
de Colombia.

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