Perú: elecciones bajo sospecha
Alberto Fujimori aspira a conseguir un tercer mandato como presidente de Perú en una dura pugna, según las últimas encuestas, con el candidato opositor Alejandro Toledo. Los expertos vaticinan, de todos modos, que el empate técnico puede terminar por inclinarse a favor del actual presidente.
La situación de ambos no es equitativa. Fujimori, tras el autogolpe de 1992, se ha apropiado de todos los resortes de poder: desde el Ejército, al que ha sometido sin contemplaciones mediando la destitución en 1998 del jefe de las Fuerzas Armadas, hasta la Judicatura, que le ha servido para participar en estos comicios a pesar de que la Constitución prohíbe el tercer mandato.
Si ya antes había dado muestras de poco apego a la democracia, los éxitos en la lucha contra el terrorismo de Sendero Luminoso y la estabilidad económica, le han convertido en un autoritario convencido de que es la única solución para el futuro de Perú. Y, en consecuencia, no ha reparado en medios para lograr un nuevo mandato.
Así, se han falsificado firmas para la presentación de una de las candidaturas oficialistas, se ha utilizado sin control el dinero público en favor de Fujimori, se han detectado importantes irregularidades en el censo electoral y, desde los medios de comunicación públicos, se ha acosado a los candiatos de la oposición, que han sido repetidamente amenazados. Es sólo parte de un intento de manipulación en toda regla. La Misión de Observación Electoral de la OEA ha detectado «graves limitaciones, desequilibros e irregularidades (…) y reiteradas alarmas y denuncias sobre un posible fraude masivo». Su último boletín denuncia el cierre del diario Liberación, la insuficiente actuación de la Fiscalía en la fraudulenta inscripción del Frente Nacional Independiente y las deficiencias del Organismo Nacional de Procesos Electorales.
Y, ante el «sentimiento de fatalidad sobre los resultados», no puede sino oponer el deseo de una eficaz actuación de los interventores electorales. La presión y la exigencia deben sustituir la complacencia internacional que hasta ahora se ha tenido con Fujimori.
