Opinión Internacional

Perú y las medias verdades oficiales

Lima (AIPE) – El Informe de la llamada Comisión de la Verdad y la Reconciliación constituye un ejercicio de memoria selectiva que ofende la conciencia de quienes sufrimos en carne propia el embate terrorista en el Perú. Los antecedentes ideológicos y políticos de los miembros de la Comisión permitían sospechar que esto ocurriría, pero difícilmente podía uno imaginarse que llegarían tan lejos en la falta de respeto por la realidad de lo ocurrido y por la memoria de los caídos.

Para empezar, el Informe centra su análisis en los años 80 y 90. Pero resulta obvio que si se pretendía no sólo describir sino también explicar un fenómeno tan grave como Sendero Luminoso debían analizar los procesos económicos, políticos y culturales de los 60s y 70, cuando éste fue incubado. No obstante, el Informe omite casi totalmente la revisión del experimento socialista del general Juan Velasco Alvarado (1968-1975).

Por el contrario, el Informe centra sus críticas en el gobierno de Alberto Fujimori, que fue precisamente quien derrotó al terrorismo en 1992. En realidad, hablar de 20 años de violencia política distorsiona los hechos, puesto que no se trató tanto de violencia política como de un embate terrorista, del que la sociedad peruana se defendió a través de sus Fuerzas Armadas, felizmente durante 12 años y no 20.

El silencio sobre la Revolución Peruana (1968-1980) se explica porque buena parte de los comisionados fueron funcionarios o simpatizantes de ese régimen. Algunos de ellos siguieron defendiéndolo inclusive luego de su desastroso final, aunque reciclándose imaginativamente como constitucionalistas o activistas de derechos humanos. En todo caso, resulta claro que nombrar a velasquistas para explicar el fenómeno terrorista equivalía a poner al gato de despensero.

Tan grave como la omisión del análisis de la Revolución Peruana es la mañosa imputación de responsabilidades ideológicas. Al achacarle responsabilidad al “marxismo-leninismo-maoísmo-pensamiento Gonzalo”, el Informe pretende sutilmente quitarle responsabilidad al marxismo a secas. Sin embargo, ocurre que el marxismo es la parte esencial de la ideología senderista, puesto que los otros componentes son sólo añadidos a la estrategia revolucionaria.

En el meollo del senderismo está la visión colectivista de los procesos históricos que postula el marxismo. Cuando Sendero Luminoso asesinó cruelmente a 25 personas en la calle Tarata, por ejemplo, no tenían nada personal contra ellos. Mataron a esas personas como pudieron haber matado a otras cualquiera que representaran las estructuras que pretendían desaparecer. Para los senderistas, los actores principales de la vida peruana no eran hombres de carne y hueso, individuos, sino clases sociales.

Los comisionados han señalado que no son marxistas, puesto que son católicos. Sin embargo, si alguna ideología profesan es la teología de la liberación de Gustavo Gutiérrez, quien suele predicar la “opción preferencial por los pobres” desde los miserables aposentos del Palacio de Oriente, junto a los reyes Juan Carlos y Sofía. Esta ideología, si bien hace un deslinde con el materialismo dialéctico no lo hace con el materialismo histórico, con el que se parecen como dos gotas de agua.

La conclusión central del Informe exuda marxismo, puesto que le achaca la responsabilidad de lo ocurrido a la clase política. ¿Quién es la clase política? Nadie lo sabe. Por supuesto, no ellos, los miembros de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, bien financiados por los agobiados contribuyentes peruanos y por una ayuda externa que debiera ser más selectiva. La clase política es, en realidad, una construcción intelectual destinada a crear mala conciencia entre los peruanos.

A pesar de todo, creo que en la conclusión existe un germen de verdad. En el Perú, la razón central por la que las dos décadas pasadas fueron terribles es la misma por la que la actual viene siéndolo: la ausencia de un sistema moderno de partidos y una democracia constitucional auténtica. Mientras no superemos la democracia de masas, tengamos Estado de Derecho y una alternancia ordenada de partidos en el poder, los peruanos seguiremos irremediablemente atrapados en el subdesarrollo.

Sin embargo, la impronta marxista del Informe hace que esa gran verdad aparezca mal enfocada. El Informe no aclara ni ilumina las cabezas y los corazones de los peruanos sino que los calienta y los ofusca, colocándonos en la ruta no de prudentes y puntuales reformas institucionales, sino de otra descabellada aventura revolucionaria.

(*): Director Ejecutivo de la Sociedad de Economía, Universidad Peruana de ciencias Aplicadas.

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