Opinión Internacional

Populismo e intervencionismo

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Miami (AIPE)- Las Américas sufren una trágica y contagiosa enfermedad: la explosión del populismo con el fin de ampliar o mantener el poder. En una época no muy lejana, los políticos se aferraban a sus convicciones y, para bien o para mal, defendían su ideología, la cual trataban incansablemente de poner en práctica una vez que alcanzaban el poder. Hoy, tales principios fluctúan según los vientos que soplan y les dan la espalda cuando pueden perjudicar algún otro proyecto político más importante o simplemente para comprar votos y apoyo de grupos de presión empresariales, sindicales, de ambientalistas y demás interesados en lograr favores y privilegios.

A diario leemos en la prensa los furiosos desvaríos de presidentes latinoamericanos como Chávez, Kirchner, Morales, etc. Pero también sorprenden los discursos y propuestas del presidente George W. Bush, ya que se pensaba que el Partido Republicano se había convertido –gracias al legado de Ronald Reagan– en defensor de las ideas expuestas por los próceres fundadores de la nación, claramente definidos en la Declaración de Independencia y la Constitución.

Aunque algunos erradamente piensan que la diferencia entre la prosperidad y el crecimiento económico de Estados Unidos vis-a-vis el estancamiento, desempleo, informalidad, miseria y escasez de inversiones en América Latina se debe a una educación inferior, la verdadera explicación es que las instituciones que han regido en EEUU condujeron al éxito y las latinoamericanas al fracaso. Si no me cree, haga una lectura comparativa de la Constitución americana con las 10, 20, 30 ó más constituciones que han regido en su país desde la independencia. O, más fácil, déle un vistazo a algún cubano en Miami manejando su Lexus último modelo y, luego, al hermano igualmente educado que se quedó en Cuba, quien luego de manejar un Chevrolet 1959 por 30 años, ahora monta bicicleta.

Lamentablemente, la visión de los actuales líderes políticos en EEUU tiende a alejarse de los postulados de Jefferson, Madison, Hamilton y Washington, acercándose más bien al populismo latinoamericano, razón por la cual éste país sirve cada día menos de brújula para quienes aspiran a la libertad individual.

¿Dónde dice la Constitución que el gobierno de EEUU debe gastar 243 mil millones de dólares (monto de las apropiaciones a la fecha) en imponer la democracia en Irak? Además, tal democracia, si se logra, se va a parecer más a la de Hugo Chávez que a la de un país civilizado. Una cosa es eliminar una amenaza a la seguridad nacional, sacando por la fuerza a Saddam Hussein. Otra muy diferente es tratar de imponer ideas desconocidas en el mundo islámico y ni siquiera tratar de desviar las luchas y pasiones privatizando la industria petrolera, lo cual hubiera fomentado un interés económico que depende de la colaboración y del trabajo, no de bombas y asesinatos. La experiencia indica que la prosperidad individual es conducente a la democracia, mientras que la democracia no necesariamente conduce al bienestar.

También en referencia al petróleo, sorprende que el presidente Bush hablara en su informe anual al Congreso de la necesidad de acabar con esa “adicción”. Es decir, el presidente del más exitoso país capitalista piensa que es necesario aplicar dirigismo industrial, implicando que el mercado no funciona. Claro, si las regulaciones ambientales no hubiesen impedido la construcción de nuevas refinerías desde 1976 y bloqueado la producción petrolera en Alaska, el suministro de energía sería mucho mayor. Sin embargo, la reciente caída del precio de la gasolina muestra que el mercado sí funciona a través de frenos al consumo y aumentos en el suministro.

Si el presidente Bush observara el mismo respeto por los principios fundamentales de la libertad individual que siente por sus creencias religiosas (que nada tienen que ver con el ejercicio del gobierno, ya que la religión es algo muy personal), su gobierno hubiera sido mucho más exitoso.

La tragedia que vivimos actualmente en el continente americano es que los objetivos buscados por nuestros dirigentes políticos excusan en sus mentes el uso de cualquier medio a su alcance, mientras que raramente asumen riesgos en la defensa de los principios de libertad individual.

* Director de la agencia AIPE y académico asociado de Cato Institute

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