Opinión Internacional

¿Por qué callan las FARC?

Después de echar extensos discursos en el Cagúan, ¿Por qué callan las Farc? Si en sus 40 años de lucha revolucionaria ha sido una guerrilla retórica por excelencia ¿Qué significa su largo silencio? Nada más complicado que responder a estas inquietudes. Callan por que se les agotó su discurso, o porque habitan una sociedad extraña para sus ideas anacrónicas. Por estrategia militar. Porque han desistido de persuadir políticamente a nadie. Todos estos argumentos, ciertos, pero parciales y anodinos.

Se ha dicho que las Farc dejaron de actuar para el futuro, y que con sus acciones están de viaje al pasado. Pero podemos ensayar otra interpretación. Las Farc han aprendido a vivir el día a día de la guerra, y sus estrategias no expresan ningún anacronismo de insurgentes campesinos, sino un proyecto adaptado a las nuevas modalidades de aquello que la profesora Mary Kaldor denomina: nuevas guerras

Depredación creciente, economía informal, movilizaciones específicas, repliegue, ataques con materiales tecnológicos u ordinarios. Qué tanto alcance pueda tener la presión internacional sobre sus finanzas y los enlaces para la comercialización de armas por drogas, es un hecho indiscutible. Lo que no debe ofrecer dudas es que con este gobierno se ha llegado a un punto de no retorno para definir una confrontación duradera.

Eduardo Pizarro concibe la paz cercana. Pero después de 40 años entre las montañas, los tiempos de la insurgencia se vuelven bíblicos. Un día es como mil años y mil años como un día. El repliegue de las Farc no son una derrota, y el anunciado Apocalipsis del Plan Patriota, que avanzará hacia el sur del país, encontrará su natural reacción. Desplazamiento obligado de la población, cruce de fronteras. El reloj de la lucha política armada ya marcó su hora, pero la economía sigue sosteniendo las guerras.

¿Después de 40 años qué tiene de nuevo el conflicto armado en Colombia? No mucho. Nuestra guerra es como una metáfora, un acontecimiento cotidiano inobjetable, tan extenso como sus afectados, repetido en ciclos de un retorno perpetuo. Por ejemplo, se sabe y no se sabe donde están las Farc. En las selvas, se dice, pero actúa en pleno centro de Bogotá o en Neiva. Los campos de batalla se han ido tornando huidizos. No tenemos ningún terreno cierto donde el combate se decida, ni armas específicas, ni ejércitos verificables.

En cambio hay asuntos de importancia para lo que viene. Una acción militar intensa en las fronteras de la región con países amigos como Venezuela, Perú, Ecuador, Panamá y Brasil. Una campaña más abierta contra las fuentes de la economía insurgente y en contra de sus rentables negocios: el secuestro, la extorsión y el narcotráfico. Lo que la fuerza militar tiene que desplegar es obvio, pero también hace falta un compromiso más decidido de los líderes e intelectuales, el ambiente es todavía insuficientemente hostil contra la insurgencia y el paramilitarismo. Contra la violencia extrema se necesita con urgencia la política extrema.

En el terreno militar ¿Qué puede suceder ahora? Hay dos condiciones a tener en cuenta. El repetido fracaso de la retórica militarista. Encontrar los blancos claves que debiliten al adversario, ha sido más un espejismo. Una campaña militar cuyos logros sean contundentes también nos dejará contundentes males. Segundo, las capacidades coercitivas que ahora se impongan con el Plan Patriota, pueden ser moralmente limitadas. Gritan los casandras de la guerra, que ahora sí, la derrota definitiva de las Farc. Y de nuevo quienes ponen los cuerpos en la batalla son hijos de campesinos y jóvenes sin futuro.

Sobre el futuro de las Farc. No parece que reproduzca fielmente su visión rural. 40 años de guerra las ha adaptado como el camaleón. Cierto, se han encargado de debilitar la ideología de tipo social con la que surgieron, y cierran nuevas oportunidades para la expresión de crítica social y política que otros sectores del país puedan realizar. Las Farc han ido cediendo razones a un sentimiento creciente de incredulidad en las lucha bélica. Aislados de las causas políticas y sociales más apremiantes, se han ido replegando históricamente como la piel de sapa. Ahora son parte de un problema geoestratégico regional bajo el estigma del terrorismo.

Callan las Farc, porque su discurso no logró superar niveles primarios, en un país que fue creciendo y cambiando. Sus actos bélicos no justifican sus acciones. Y si acaso, sólo para reforzar viejos y devaluados modos de operar militarmente. Con una interpretación caprichosamente premoderna del orden mundial, las Farc, como organización, combinan la expresividad más paradójica de las nuevas guerras. El silencio de las Farc, puede interpretarse como la agonía de un proyecto político que perdió la pasión, a cambio del interés.

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