Opinión Internacional

Privatización, la muerte del socialismo

Londres (AIPE)- Hace 20 años que el gobierno británico vendió 51% del sistema telefónico. Inicialmente descrito como desnacionalización, la idea ha repercutido por todo el mundo, convirtiéndose en muerte para el socialismo.

Dos situaciones provocaron la venta de la compañía telefónica estatal británica, la cual dependía de la oficina del correo. La hacienda pública no contaba con el capital necesario para instalar un nuevo cableado nacional. El segundo factor fue la decisión del general argentino Leopoldo Galtieri de invadir las Malvinas y la inmediata victoria británica animó al gobierno de la señora Thatcher a proceder con el programa de privatizaciones, iniciado con la venta de British Petroleum en 1979.

Michael Foot, líder del Partido Laborista, predijo una parálisis general porque el sistema telefónico es la “columna electrónica” de la nación. Y el ex ministro conservador Harold Macmillan lo criticó como la venta de la “vajilla de plata de la familia”.

Sir Keith Joseph, ministro de Industrialización, pidió poco menos de 4 mil millones de libras, una cantidad impresionante hace 20 años. La Bolsa de Comercio, la Cámara de Comercio y la BBC dijeron que no se lograría vender porque el mercado no podía absorber una cantidad de dinero tan grande y hablar de competencia simplemente no funcionaría.

Joseph insistía en que los mercados son procesos de descubrimiento y que la competencia revelaría opciones no vistas por los participantes. Nadie, ni siquiera los ingenieros, previeron la explosión de los teléfonos celulares. Estos, al principio eran grandes y pesados como ladrillos. Toda clase de innovaciones resultaron de la privatización. Un año después de la privatización, todas las empresas estaban enviando faxes, un invento de tiempos del rey Eduardo VII.

En lugar de ofrecer las acciones a través de un grupo de corredores, el gobierno lanzó una campaña de publicidad masiva y vendió acciones a 2,3 millones de inversionistas, gente que jamás hubiera tratado con un corredor de bolsa. Casi todos los empleados de British Telephone (BT) compraron acciones de la empresa y 26% de los ciudadanos británicos se habían convertido en accionistas de BT para 1997.

Tras el éxito con la colocación de BT, el gobierno procedió a vender British Airways, British Gas y las empresas de electricidad y de agua, al igual de Cable & Wireless, Jaguar y muchas otras empresas del estado.

Estas ventas permitieron reducir los impuestos y la venta de BT logró transformar la psicología del mercado: las privatizaciones se convirtieron en la nueva ola, no sólo moderno sino eficiente. Hace 20 años nadie soñaba en que las líneas aéreas competirían bajando el precio de los pasajes y dando mejor servicio.

Banqueros y asesores británicos comenzaron a viajar a todas partes para asesorar las privatizaciones en otros países y las empresa privatizadas de ser un oneroso peso para el presupuesto nacional, por sus eternas pérdidas, se transformaron en fuentes de impuestos a medida que crecían e innovaban.

La lección importante de todo esto es que ninguna comisión de expertos puede predecir el futuro. Los mercados son milagrosos descubriendo oportunidades y transmitiendo información a través del lenguaje de los precios.

Hoy siguen existiendo un gran número de oficinas gubernamentales que se pueden privatizar. Nuestro sector público sigue siendo esclerótico por su excesiva burocracia. No se logra la competencia ni el esfuerzo individual en ausencia de la información transmitida por los precios o si el salario que recibe no tiene relación con sus logros. Al mercado se le permite ejercer los deberes que llamamos comerciales y los impuestos que pagan dan de comer al sector público.

Debemos seguir avanzando. El principio común de toda innovación debe ser que los clientes –como padres o pacientes o pensionados– deben tener el derecho a escoger lo que más les conviene entre diferentes oferentes, no ante un solo monopolio público.

Se han cometido errores. La privatización de los ferrocarriles británicos se hizo como lo estipuló la Comisión Europea, con un mínimo de competencia. Las privatizaciones en Rusia y gran parte de América Latina han sido un reparto entre los compinches de los poderosos. Pero hoy en día ya nadie en su sano juicio cree en los monopolios gubernamentales.

(*): Director general de Institute of Economic Affairs, Londres.

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