Programa Electoral Socialista: España como tú la harías
(%=Image(6819287,»R»)%) Tengo una gran ambición para España: Quiero convertir a nuestro país en una sociedad segura de sí misma que entre con paso firme y confiado en el siglo que está empezando. Para dotar a todos los españoles de nuevas posibilidades de bienestar, progreso, libertad y justicia.
Quiero hacer de España un gran país en el que merezca la pena vivir y transmitir esa vida a generaciones sucesivas de españoles.
Quiero compartir con todos los españoles mi convencimiento de que tenemos derecho al mejor de los futuros y que podemos conquistarlo para todos si ponemos los medios para asegurar que nadie se quede atrás en el camino que se abre ante nosotros.
Quiero reclamar la participación de todas las mujeres y los hombres de España en un país mejor en el que todo el mundo cabe, en el que ninguno debe sentirse excluido. En el que todos tenemos algo que aportar. En el que todos podamos esperar respeto, tolerancia, protección, seguridad.
Por ello, el (%=Link(«http://www.psoe.es/»,»Partido Socialista»)%) y otras fuerzas políticas progresistas quieren dirigirse, en estas elecciones generales, a todos los ciudadanos sin excepción.
Porque todos ellos -sea cual sea su posición económica y social, el lugar donde nacieron o residen, las ideas en las que creen, las esperanzas que albergan- sienten la necesidad de afrontar, en su vida cotidiana, las incertidumbres nuevas que nos está planteando el momento histórico que nos toca vivir, dominado por realidades que hasta ahora no se habían conocido.
Y todos ellos merecen que los poderes públicos les ayuden a comprender el significado de las nuevas realidades, favorezcan el desarrollo de sus propias nuevas capacidades para aprovechar las oportunidades, complementen su dedicación y su esfuerzo y les permitan, así, alcanzar -para ellos, para sus hijos, para los hijos de sus hijos- una vida mejor y más completa de la que hasta ahora hemos disfrutado.
Porque es verdad que estamos iniciando un período en el que las viejas costumbres, las viejas seguridades, los viejos instrumentos de que disponíamos para organizar nuestra vida individual, familiar y colectiva, comienzan a ser insuficientes para responder a los retos que el mundo del siglo XXI está dirigiendo a los pueblos de todas las Naciones.
De repente, expresiones nuevas empiezan a llenar nuestra vida diaria y a alterar las pautas con las que hasta ahora la hemos conducido: globalización; sociedad de la información y del conocimiento; nuevas tecnologías; desempleo masivo; envejecimiento demográfico; criminalidad internacional; imparables e incontrolados movimientos migratorios; ausencia de un orden internacional que someta a reglas claras relaciones económicas que en ocasiones dejan sin margen de acción a los Estados; proliferación de nuevos sentimientos identitarios que persiguen sociedades homogéneas, combaten Estados consolidados y justifican nacionalismos excluyentes.
Son fenómenos que están presentes en toda la comunidad internacional y también en España. En todas partes, ofrecen grandes oportunidades pero también plantean importantes desafíos. Cómo se desenvuelvan no está escrito: dependerá de las decisiones que cada sociedad asuma, de las opciones que cada sociedad apoye, de los valores con que cada sociedad acepte ordenar y organizar su futuro. Dependerá, en definitiva, de la política que, en cada país, se ponga en marcha en los primeros años del nuevo siglo. Estoy seguro de ello.
La Política es, en nuestros tiempos, el principal procedimiento de que disponen los ciudadanos para transformar la realidad en que viven y adaptarla a sus aspiraciones y esperanzas, a sus capacidades y a sus convicciones. Pero la Política no es única. Hay distintas formas de enfocarla, hay distintos modos de aplicarla, hay distintos valores y principios sobre los que fundamentarla.
Los últimos cuatro años de la vida española han estado dirigidos por un gobierno conservador que, ante las nuevas realidades, ha abandonado a los españoles a su propia suerte. No ha sido capaz de liderar al país en busca de una nueva frontera. No ha sido capaz de envolvernos en el entusiasmo de un proyecto nacional. No ha sido capaz de construir un proyecto de país para el futuro. Tan sólo nos ha ofrecido resignación: resignación con nuestro presente individual y colectivo.
Y, sin embargo, la derecha ha disfrutado en el gobierno de un período extraordinariamente favorable. Porque ha tenido a su favor un fuerte crecimiento económico impulsado por la expansión de la economía internacional. Porque ha podido contar con un contexto de estabilidad propiciado por la moneda única en Europa. Porque ha tenido la excepcional oportunidad política de una tregua de quince meses del terrorismo. Porque ha disfrutado de un período excepcional de paz social.
No ha querido compartir con todos los ciudadanos la nueva riqueza y, por ello, no ha mejorado la distribución de la renta. No habría elevado el poder adquisitivo de las pensiones sin la presión de los socialistas. No ha consolidado financieramente la Seguridad Social. No ha desarrollado políticas de empleo para traducir el ciclo económico en la creación de puestos de trabajo dignos, estables, protegidos contra la precariedad, dirigidos, fundamentalmente, a mujeres y jóvenes.
La derecha no ha gobernado: se ha limitado a beneficiar a los suyos y a tratar de destruir o intimidar a sus adversarios, a la oposición política o a los medios de comunicación independientes. No han hecho nada en el interés de todos: sólo han buscado beneficios particulares aun a costa del interés común. Para ellos gobernar ha sido utilizar el poder en beneficio propio, no asumir los intereses generales frente a los particulares. Para su talante autoritario gobernar es sólo hacerse obedecer y temer, no planear un futuro común.
La derecha ha dedicado toda su atención, todo su esfuerzo, toda su capacidad, a ocuparse de beneficiar y hacer que prosperen tan sólo unos cuantos, a aprovecharse del poder y a tratar de mantenerse en él. Sólo ha hecho cambios a favor de los suyos: una reforma fiscal regresiva, la conversión de las empresas públicas en patrimonio personal de los amigos de Aznar, el enriquecimiento espectacular y vertiginoso de su gente de confianza, la utilización de los recursos públicos en beneficio de los negocios privados de los altos cargos, la postergación de la enseñanza pública a la privada y la conversión de la sanidad pública en negocio de empresarios particulares. Tienen una actitud patrimonial del poder y de los bienes públicos, al servicio sólo de una minoría, de ellos y de sus amigos. Han reconcentrado el poder económico y se han colocado ventajosamente dentro de él, olvidándose de los intereses de los ciudadanos.
Ocupados en intentar apropiarse de la riqueza producida por el esfuerzo y el ahorro de generaciones de españoles y en asegurarse el mantenimiento en el poder, han sembrado de incertidumbres el futuro de España. Porque España es, hoy, un país con menos cohesión personal y territorial. Porque España ha perdido relevancia en Europa. Porque no han querido o no han sabido liderar a los demócratas en el esfuerzo para consolidar la paz en el País Vasco. Porque nunca como ahora se ha puesto en cuestión el futuro unido de todos los pueblos que, con su enriquecedora diversidad lingüística y cultural, vienen compartiendo, a lo largo de siglos, una misma historia y un mismo anhelo de futuro. Porque nunca antes se había controlado a la opinión pública mediante el sometimiento de la mayor parte de los medios de comunicación.
(%=Image(3702192,»L»)%) Se esfuerzan en cambiar el pasado. Lo presentan como un cuadro sombrío en el que sólo aparecen errores. Tratan de hacer olvidar que los aspectos más positivos de la actual situación española son herencia de los gobiernos socialistas o reflejan una coyuntura favorable que habría beneficiado a cualquier gobierno. Como no tienen un balance positivo propio, están fijados rencorosamente en el pasado, tratando de apropiárselo al igual que se han apropiado y repartido entre ellos los beneficios del presente.
Con todo ello, la derecha ha desperdiciado unos años que podrían haber sido decisivos. No ha sabido aprovechar las excepcionales posibilidades de que hemos dispuesto en estos años de crecimiento y estabilidad económica en todo el mundo. Porque España ha contado con medios para afrontar objetivos que hace tan sólo unos años eran imposibles porque carecíamos de recursos suficientes.
Lo que no han sabido hacer en este tiempo, no lo harán en el futuro tampoco. No merecen una nueva muestra de confianza. Basta con lo que han demostrado en cuatro años. No podemos seguir perdiendo las oportunidades que, para mejorar nuestras condiciones de vida, pasan de largo ante la mayoría de los españoles.
El año 2.000 nos ofrece, pues, la posibilidad de terminar con la resignación, de rebelarnos contra la mediocridad, de volver a reivindicar el futuro. Que sólo será real si lo ofrecemos a todos los españoles.
Quiero llevar adelante una acción de gobierno que tome, como punto principal de referencia, a la gente, a las españolas y españoles concretos, de todas las edades, de todas las condiciones.
Y por ello he querido ofrecerles un programa electoral en el que las españolas y los españoles se sientan reflejados porque contempla sus problemas, sus inquietudes, sus necesidades cotidianas y se compromete, mediante fórmulas concretas, a prestarles ayuda para solucionarlos.
Creo que la Política no es sólo organización de la convivencia colectiva, no es sólo mediación pacífica en conflictos; no es sólo reglamentación del poder ni es sólo administración de recursos públicos.
La Política es, desde luego, todo eso. Pero también es abrir caminos para promover el bienestar de todos los hombres y facilitar la colaboración colectiva para liberarles de la necesidad. Y es, también, la provisión de nuevos servicios y el reconocimiento efectivo de nuevos derechos. Es llenar de contenido la ciudadanía, es profundizar la democracia, también en lo social, en lo económico y en lo cultural.
Estoy empeñado en que España gane el reto del progreso en un siglo que será el del conocimiento, el de la innovación. En un siglo en el que la educación, el saber, la información, la investigación, serán las bases del crecimiento económico y, por ello, del bienestar personal y social. Y en el que estoy decidido a que los poderes públicos se impliquen y lideren un esfuerzo y una apuesta colectivos.
Todos perderemos algo si algunos españoles no logran disponer de oportunidades suficientes para vivir con dignidad y aprovechamiento las nuevas oportunidades que tenemos al alcance de la mano.
Por eso estoy comprometido con una España sin exclusión, sin marginación, sin abandono, sin pobreza. Una España en la que todos puedan pensar en el futuro con confianza y sin incertidumbre.
Especialmente, los jóvenes y las mujeres que hoy padecen las mayores dificultades para ordenar su propia vida y que, sin embargo, son los grandes protagonistas del futuro.
Las mujeres, porque aún son muchas las que no tienen acceso al trabajo y a menudo ni siquiera se plantean tenerlo, pero crece en ellas la conciencia de que esta situación es un escándalo, un despilfarro social. Porque cada vez más las mujeres exigen participar en igualdad de condiciones con los hombres no sólo en la educación y en el trabajo, sino también en la toma de decisiones, en la familia, en la política y en el trabajo. Porque cada vez somos más los que nos sentimos heridos en nuestra dignidad cuando se agrede o se asesina a tantas mujeres por el solo hecho de serlo.
La educación es el principal activo de los jóvenes. Tras estos años de abandono, quiero impulsar de nuevo la educación como prioridad, y una educación a la altura de los tiempos, que capacite a los jóvenes en el empleo de la informática y las nuevas tecnologías, que les prepare en el uso de otros idiomas y les permita adaptarse a las nuevas demandas del empleo.
Quiero construir un futuro con raíces. Un futuro que se base en lo ya construido pero que busque nuevas soluciones a los problemas reales de nuestra sociedad. Y para ello quiero contar con los mayores: porque son las raíces del futuro. Garantizar su seguridad y su derecho a una vida digna, a su independencia o a su convivencia familiar, es una necesidad para consolidar la sociedad que queremos.
Una sociedad plural, diversa, con identidades diferentes pero integradas en un objetivo común para España: mejorar la mejor época de nuestro pasado. Una sociedad que se sienta orgullosa de sí misma. Una sociedad satisfecha de participar activamente en labrar su propio progreso.
Nada debe romper la unidad de los españoles en la búsqueda de un mundo mejor. Quiero, por ello, asegurar un clima de convivencia en paz, en el que la tranquilidad, el sosiego, la seguridad ante el futuro sean, para los españoles, elementos cotidianos de su vida.
Los españoles no se merecen que, para llegar al poder y mantenerse en él, haya que cultivar el rencor y tratar de eliminar al adversario. No se lo merecen ni un día más. Porque la conquista de las libertades y el crecimiento económico han sido el fruto del esfuerzo y la cooperación de todos ellos.
Tenemos muchas posibilidades de progreso. Para los emprendedores, los innovadores, los que tienen capacidad de iniciativa, los que asumen correr riesgos. Sólo podrán llevarlas a cabo si su libertad para optar, para seguir su propio camino, es real. Si desde los poderes públicos se les garantiza margen de autonomía, espacios claros, reglas del juego definidas.
Esta es la nueva tarea de los poderes públicos para el nuevo siglo: defender a los ciudadanos, a su capacidad de iniciativa e innovación, frente a los poderes opacos, frente a los poderes económicos sin rostro, frente a todo poder fáctico sin control y sin responsabilidad.
Hoy, la nueva libertad sintoniza con marco de competencia, cláusulas protectoras contra el abuso, control de inversiones, información transparente, medios de comunicación independientes. Hoy la nueva libertad requiere un nuevo concepto de Estado, una nueva valoración del Estado: garantista, tutor de los derechos y libertades, promotor de condiciones de igualdad de oportunidades.
Es un gran reto, pero estamos en condiciones de alcanzarlo.
No bastará, para ello, la ordenación de la economía, el funcionamiento adecuado de los mercados, la aplicación de las tecnologías, o nuestra capacidad para el esfuerzo colectivo. Requiere un nuevo compromiso con la política democrática.
Quiero lograr un país mejor. Quiero alcanzar una España más próspera y más justa. Y quiero que, en ella, las españolas y los españoles se sientan a gusto. Quiero que cada día sepan que viven en un país mejor, más desarrollado, más seguro y más feliz que el que van dejando atrás.
Sé que podemos conseguirlo. Y tengo un proyecto para hacerlo. Porque sé qué esperanzas nos podemos permitir y cuáles son los medios para alcanzarlas. Porque sé que nuestra nación es un proyecto todavía, afortunadamente, inconcluso. Porque sé que tenemos un largo recorrido por delante y quiero que lo hagamos juntos.
Quiero acabar con un estilo de hacer política en el que domina la reiteración de promesas incumplidas, la violación de compromisos contraídos, las dificultades a la participación ciudadana.
Este es mi compromiso electoral. Este es mi contrato político con los ciudadanos. El que quiero cumplir y por el que quiero que me pidan responsabilidades. Con él quiero lograr, con cada uno de los españoles, una España como tú la harías.
(%=Link(«http://www.psoe.es/ProgramaElectoralGenerales2000.DOC»,»Programa completo del Partido Socialista Obrero Español»)%) en formato Word
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