Opinión Internacional

Relativismo moral y holocausto

Dos hechos, cercanos en tiempo y espíritu, han devuelto a la primera línea la cuestión del holocausto: por un lado, las imprecaciones filonazis del presidente de Irán, obsesionado por su judeofobia; de otro, la condena de cárcel para el gran teórico del negacionismo, el pretendido historiador David Irving. En medio, en una confusión de valores propia de estos tiempos de pensamiento débil, la petición de Javier Solana de equiparar el delito de antisemitismo, tipificado en muchos países democráticos, con la islamofobia. Y en la atmósfera, en este relativismo moral que impregna el pensamiento correcto europeo, la convicción de que el código penal protege la religión judía por encima de las otras. Así se expresaba, no hace mucho, el presidente del Consejo Islámico de Francia, y son muchos los periodistas que lo analizan en estos términos. Desde esta perspectiva, el ignominioso concurso iraní de caricaturas del holocausto, sería equiparable al escándalo de las caricaturas danesas.

¿Por qué no es así? Y dicho en lenguaje más combativo, ¿por qué resulta una auténtica banalidad inmoral la petición de Javier Solana? De entrada porqué el delito del antisemitismo no protege una religión, ni la blinda de los zarpazos de la libertad de expresión, sino que ataca el odio atávico que condujo al intento de exterminio de todo un pueblo. La tipificación del delito de antisemitismo no protege al Dios judío, sino a la memoria de seis millones de víctimas, asesinadas por su condición identitaria, con independencia de sus creencias religiosas. Recordemos que en Auswitzch los judíos morían tanto si eran creyentes como si eran ateos, ancianos, jóvenes o niños, revolucionarios o conservadores, nacidos en Grecia o escapados de los progroms rusos. Era igual. Eran judíos, y esa era la culpa que los condenaba a muerte. Específico e incomparable a nada, el odio contra los judíos significó la única industria de exterminio que ha conocido nunca el ser humano. Cuando Ahmadinejad se burla del holocausto y profesa su fe negacionista, no está atacando una creencia religiosa. Está glorificando una brutal y planificada matanza. La matanza de dos tercios de la población judía europea. Es decir: glorifica el horror. Por eso el antisemitismo es delito en los países que mantienen una mínima decencia con la memoria. I por eso mismo, las dictaduras indecentes hacen apología del olvido, la burla o la negación.

Cuando Javier Solana, en viaje a una dictadura teocrática islámica como es Arabia Saudí, pide la equiparación de la islamofobia –que es una forma de racismo-. Con el antisemitismo –que ha sido un arma mortífera de enorme eficacia-, demuestra hasta que punto hemos trastocado los valores. Y demuestra también como, bajo la presión violenta del Islam integrista, estamos dispuestos a hacer concesiones morales. Haría bien Solana en hablar de derechos humanos en Arabia Saudí. Lejos de ello, convierte el fundamentalismo en interlocutor, cae en el chantaje que nos plantea el integrismo y, rebajando el holocausto a una pura intolerancia, banaliza el horror. Está, pues, dentro de la corrección política. Como tal, es un ejemplo más de la derrota moral de las sociedades libres. Puro, lamentable y peligroso relativismo moral.

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