Opinión Internacional

Rusia, frente a las nuevas incógnitas

El presidente electo de Rusia, Vladimir Putin, le tocará terminar de develar una serie de incógnitas que se arrastran desde la desintegración de la Unión Soviética.

Principalmente se trata de entrever la clase de gobierno que podrá moldear más nítidamente al país más extenso del planeta, con la mayor cantidad de minorías nacionales, donde cohabitan casi cien pueblos y etnias, con el segundo arsenal nuclear del mundo y sumido en una profunda crisis de sus estructuras económicas y sociales.

La comunidad internacional, en forma mayoritaria, acompañó con expectativa y respaldo el proceso de reformas políticas y económicas que llevaron al derrumbe del comunismo soviético. La primera etapa de Mijail Gorbachov estuvo caracterizada por la confianza en una transición gradual e incruenta del férreo centralismo a un Estado federado de repúblicas autónomas, democráticas y con economía de mercado.

Este modelo resultó pulverizado, al cabo de poco tiempo, por la conjunción de dos fuerzas. Por un lado, la presión independentista y secesionista. Por el otro, la irrupción de un capitalismo sin reglas y la polarización del pluralismo político.

Sin embargo, la creación de la Federación de Rusia y el ascenso al poder de Boris Yeltsin fueron recibidos como una nueva etapa de la transición poscomunista y de la consolidación de las reformas económicas y políticas.

Durante una década, Yeltsin fue respaldado como expresión vertebradora de esa Rusia emergente, pese a las sucesivas crisis y descalabros gubernamentales. La última de ellas fue la segunda y más cruenta campaña militar para sofocar el separatismo en Chechenia, y de ésta surgió la figura de Putin, elegido por Yeltsin como su candidato a la sucesión.

En esta perspectiva, las elecciones presidenciales realizadas el domingo 26 tienen una alta significación y representan un avance de la democracia en Rusia. Fue el primer recambio presidencial y se realizó con alta participación y un resultado que le otorgan un respaldo contundente a Putin, pero le asigna, también, un lugar relevante a la oposición poscomunista.

Debe computarse, asimismo, que en los últimos quince años, las relaciones de Rusia con Europa y los Estados Unidos estuvieron sustentadas en la distensión, el entendimiento y la prosecución de los acuerdos de desarme. Con el respaldo recibido, Putin deberá ahora consolidar el poder interno del Estado ruso, garantizar derechos y libertades y generar confianza en su política internacional.

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