Opinión Internacional

Se va digno un patriarca colombiano

Miami (AIPE)- El pasado 29 de julio murió Carlos Lemos Simmonds, concejal, gobernador, congresista, ministro, constituyente, vicepresidente y presidente de mi Colombia querida. Y no fue enterrado con honores presidenciales como el protocolo indicaba; no porque no se lo mereciera, sino porque él no lo quiso y eso lo dice todo de Lemos.

Cuántos no han visualizado el día de su muerte preguntándose cuál será la reacción de los que los rodean, el número de personas que asistirán al entierro, su lugar en los libros de historia, si alguno… Lemos, un hombre honesto, inteligente, leal, íntegro, pero por sobre todas las cosas un patriota valiente como el que más, no estaba preocupado por esos asuntos cuando el cáncer se lo llevaba a los sesenta y nueve años. Lo afligían profundamente las injustas críticas que la prensa y un puñado de colombianos esgrimieron sobre su pensión presidencial, que calificaron como inmerecida debido a la temporalidad de su investidura, y por eso pidió ser enterrado sin aquellos honores.

Su puesto en los libros de historia está ganado. En todos sus cargos, aun a costa de su integridad personal, se erigió como adalid del orden y la justicia que tanto añoramos los colombianos, empuñando el ejercicio heroico de la autoridad ante la violencia producto de la guerrilla y el narcotráfico. No obstante, el respeto inmenso que siempre le ofreció la gente y la clase dirigente de Colombia fue manchado ante la coyuntural opinión pública por detractores de análisis simple.

No se daban cuenta de que si Lemos aceptaba la pensión a la que legítimamente tenía derecho era precisamente porque no tenía fortuna alguna acuñada a lo largo de su transparente y proba vida pública. Pero su última voluntad cumplida a la letra por su esposa, doña Marta Blanco de Lemos, mujer de sus mismas calidades, silenció a sus contrarios al ser velado en su biblioteca personal y no en el salón elíptico, como se usa despedir a los ex presidentes, con el féretro cubierto por una seda blanca sobre la que reposaba un libro abierto, sus gafas y el estilógrafo que marcaba su último párrafo leído, en reemplazo de la muy merecida bandera tricolor.

No es justo y casi irresponsable. La única forma de gestar un pueblo orgulloso será de la mano de grandes líderes, de patriotas incondicionales. Y a ésos también tenemos que empezar a darles su cuota de gloria. No sólo Shakira y Montoya deben ser alabados. Otros oficios, menos faranduleros, pero nobles como el de los líderes con mística y vocación de servicio público, hacen mejores naciones. La paga es mala, el camino es tortuoso, los enemigos son muchos y si además privamos del derecho al reconocimiento y el honor a aquéllos que dedican su vida a servir a los demás, estamos condenando a las futuras generaciones a perder a sus mejores hombres y mujeres en otros menesteres. Nadie con dos dedos de frente asumirá las dignidades públicas si un país, a priori, lo cuelga por su honestidad.

En un continente donde la gran mayoría de políticos son corruptos, mediocres y aprovechados, algún lector desprevenido puede pensar que la aprobación unánime del pueblo se gana fácil, y que si algún político no la tuvo fue por su propia culpa; pero ese análisis es demasiado superficial. Los medios de comunicación son base de nuestra vida en sociedad y son los medios los que justa o injustamente enaltecen o entierran a cualquier figura pública: eso también es parte de su responsabilidad social.

Carlos Lemos Simmonds fue hasta su muerte un ejemplo, un caballero de la política en toda la extensión de la palabra. Y es ésta la última lección que nos deja el ex presidente. La dignidad de un caballero debe ser la moldura del hombre público. Los demás tendremos que aprender a reconocer esa calidad en aquellos pocos que la poseen y tratarlos en consecuencia, cuando aún es tiempo, premiando en vida a nuestros patriarcas con la única retribución que espera un hombre público, el respeto de su pueblo.

Paz en la tumba de Carlos Lemos Simmonds y gloria a su obra y memoria.

(*): Abogado y columnista colombiano.

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